Lotería de Navidad 2013: una ilusión colectiva

El año pasado se vendieron 2.465.976.520 de euros en décimos del Sorteo Extraordinario de Navidad , el 26,65% del total en todos los juegos de Loterías y Apuestas del Estado (La Primitiva, BonoLoto, Euromillones, La Quiniela y otros juegos deportivos), y la mitad de lo recaudado entre todos los sorteos de Lotería Nacional. El dato más abrumador, sin embargo, está en el número de participantes. Según datos del CIS , el 75% de los españoles prueba suerte el 22 de diciembre , no necesariamente con un décimo, sino también con participaciones, la clave del éxito del sorteo: la compra en compañía y el ritual de adquirir una entrada para la fiesta. El 55% de los españoles solo apuesta por Navidad.

Reducto de colectivismo

«La Lotería de Navidad es uno de los pocos reductos de colectivismo que quedan en la sociedad española. Convierte un acto individualista, ganar dinero, en uno colectivista: compartir, comprar para otros, el ritual, vender décimos para financiar un bien común...», explica el psicólogo social Luis Muiño . «Lo peor que puede ocurrir a un individuo en una sociedad colectivista es quedarse fuera. ¿Cómo ser tú el apartado? No es solo por la envidia, es que supone ser un marginado».

«Un billete de lotería compartido no es tanto un bien económico como un símbolo de lazos interpersonales», explica Roberto Garvía , sociólogo de la Universidad Carlos III. El autor del ensayo « Loterías: un estudio desde la nueva sociología económica » sostiene que la compra en compañía motiva los altos niveles de participación de los españoles en loterías. El 32% de la población comparte billetes regularmente, mientras que en la Lotería de Navidad alcanza el 73%, muy por encima que el resto de países con datos: Alemania, 10%; EE.UU, 12%; y Reino Unido, 18%.

Compartir décimos

La Lotería de Navidad comenzó en 1812, pero la compra de billetes en compañía no se extendió en España hasta 1862, como necesidad económica por la subida del precio de los boletos de apuestas del Estado. La práctica se popularizó pronto en todo los estratos como convención social institucionalizada, y se mantuvo en el tiempo hasta hoy, según explica Garvía, especialmente en el sorteo del 22 de diciembre. «Es en Navidad cuando los lazos sociales se fortalecen, cuando los grupos de amigos y familiares se reúnen para festejar, precisamente, que son amigos y parientes. Es en Navidad cuando los billetes de lotería cobran especial importancia como símbolos de lazos interpersonales». El psicólogo social Luis Muiño añade: «Todo dinero que recibimos llega trabajado, perdemos la ilusión en los Reyes Magos, pero la Lotería de Navidad añade el componente mágico, un hada te toca con su varita».

«La explicación alternativa, basada en las supuestas ventajas económicas de jugar en compañía para incrementar las probabilidades de hacerse con un premio, no son suficientes», según el sociólogo. «Si en términos puramente económicos jugar a la lotería es irracional , jugar en compañía es todavía más» porque añade el riesgo de no recibir la parte una vez ganado el premio. Según Garvía: «Al compartir un billete el individuo manifiesta y negocia su pertenencia a un grupo social determinado. Los jugadores españoles están más interesados en la medida en que su decisión afecta a su relación con otros miembros del grupo que a la probabilidad de obtener un premio». El billete para la felicidad viene más por la relaciones personales que por hacerse rico.

Relaciones personales

«La felicidad es un concepto estático», argumenta el psicólogo social Luis Muiño citando los estudios de la psicóloga de la Universidad de California Sonjia Liubomirsky. « No somos más felices cuando ganamos la lotería . Hay un subidón inicial, pero en seis meses volvemos al mismo estado. La felicidad viene dada por las cosas cotidianas, por ejemplo, por las relaciones personales satisfactorias», explica Muiño. En las relaciones personales es donde la Lotería de Navidad aporta un punto más de felicidad gracias a los décimos compartidos: «La alegría compartida genera más satisfacción a medio plazo porque no genera envidia alrededor y, por tanto, no hay tensión en el ambiente, sino un entorno general de felicidad».