juegos olímpicos
Madrid 2020 y el factor sorpresa
El ambiente en Lausana justo antes del gran examen técnico a las tres candidaturas deja abierta la puerta a cualquier posibilidad. El carácter español, dicen, nuestra gran baza
carlos hidalgo
La autopista que une Ginebra con Lausana tiene dos carriles por sentido. El de la izquierda, para correr. El de la derecha, para tomar impulso. En un país en el que se conduce como si no hubiera límite de velocidad, Suiza lo tiene todo medido. ... Y nadie se sale de la raya. O sí. Todo es demasiado previsible, y eso, en lo que a la elección de una ciudad olímpica se refiere, puede ser tan bueno como malo.
El palacio de congresos de Beaulieu está en uno de los campus olímpicos de esta pequeña gran ciudad que es Lausana. En el exterior, ondean las banderas de los tres países candidatos para 2020: Turquía, Japón y España. Las de los extremos bailan como pueden entre el leve viento y la lluvia que no ha parado de caer desde que amaneció. La nipona está más rezagada, envuelta en sí misma. Va a lo suyo. ¿Una señal premonitoria?
Las medidas de seguridad en el interior del centro de congresos son endebles, casi tanto como la imagen del edificio en sí, que nada tiene que ver con la imponencia de nuestro Ifema. Lausana parece una ciudad de contrastes, con cuestas y trolebús, de cielo «catenario», bella y fea según el costado por el que se la mire. De nuevo, lo imprevisible, eso a lo que tanto teme nuestra baza olímpica.
El centro de prensa es un susurro continuo. No funciona la conexión wifi, quién podría imaginarlo en un país como Suiza. Abundan los periodistas japoneses, que apenas se mezclan con los occidentales. Nada que ver con la amabilidad de los suizos, sonrientes aunque de escaso vocabulario español.
Para el recién llegado, Suiza presume de una calidad de vida sobreestimada. Los índices que la cuantifican no deben tener en cuenta las relaciones humanas que se establecen en la calle, eso de lo que sabe tanto España. Hay miembros del COI que afirmaban a este periódico que precisamente a eso tiene que apostar nuestra presentación. Al carácter abierto del madrileño y su estilo de vida, a la ilusión. «Sebastián Coe hizo algo muy bien en la última presentación de Río de Janeiro. Nos presentó un mapa por continentes en el que aparecían marcadas las ciudades que habían albergado alguna vez unos Juegos. Al llegar a Sudamérica, el mapa estaba desnudo. Eso y las playas y alegría brasileñas, las bellas mujeres... Así nos cautivaron, y por eso salió ganadora para 2016», nos explica uno de los miembros COI con derecho a voto.
Una vez demostrada la solvencia técnica, el factor emocional. Esa es la clave. Aunque dicen que habrá que dejarla para el último cartucho, el del 7 de septiembre en Buenos Aires, cuando Jacques Rogge pronuncie el nombre de la ganadora. Pero hoy, en el Beaulieu Congress Center de Lausanne, donde en 1986 Barcelona 92 se metió los Juegos en el bolsillo, la delegación española, con el Príncipe Felipe a la cabeza, deberá sacar pecho técnico. Hacer gala de uno de los puntos mejorados de nuestra candidatura, el trabajo en equipo. Y demostrar que España y sus gentes necesitan esta oportunidad más que nunca, y que sabrán estar a la altura.
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