Lecciones sobre demografía

Un dato alarmante: el año pasado fueron 12.000 los saldos negativos de fallecidos sobre los nacimientos

pedro arias

Discuto con unas maduras y jóvenes amigas. No hay manera de ponerse de acuerdo con ellas sobre el problema de la natalidad en Galicia. «Los hombres no parís ni cuidáis realmente de los hijos, no sabéis lo que conlleva ser madres», me espetan lapidariamente recordándome ... a mi abuela. Les argumento con lo mío, análisis estadístico, demografía comparativa, teorías y alguna dosis de viejo romanticismo trasnochado. Envejecemos y decaemos en tanto que comunidad, estamos tocando el fondo, les replico; hombres y mujeres jóvenes tendrían que alzar su voz para reorientar las políticas públicas y cambiar las mentalidades privadas. Lo refuerzo con un dato alarmante, el año pasado fueron 12.000 los saldos negativos de fallecidos sobre nacimientos. Perdemos cada año el equivalente a un municipio grande, importante, y la tendencia reviste carácter exponencial.

«¿Y que futuro les espera a los niños de quienes ahora se arriesguen a ser padres, trabajo precario, emigración, sudor y lágrimas en el sistema educativo, angustias por los días de amenaza de fracaso escolar y de inseguridades por el retorno de las noches de pandilla y copas? ¿Y la fidelidad de las parejas?, un hijo es para toda la vida, pero ¿están los hombres por la labor de asumir para siempre sus deberes?». Esto último me recuerda a los demógrafos californianos, los provocadores que afirman que el divorcio libre ha provocado un descenso de la natalidad. Porque una cosa es unas locas jornadas de amor y otra meterse años y años en la piel de jóvenes indefensos y proteger su vulnerabilidad de las múltiples competencias sin principios de la sociedad realmente existente. Para muestra, la crisis financiera actual.

Terminan airadas como solo una mujer sabe hacerlo, cuando le tocan el núcleo de sus entrañas. «Todas las mujeres quieren ser madres, pero hoy, por el amor y la responsabilidad con los hijos, no pueden hacerlo. Se pierden oportunidades laborales, cargas con un peso que debilita tu capacidad de luchar y sobrevivir con dignidad en esta sociedad, pocos te echan una mano —sino todo lo contrario— y no puedes tener un niño para satisfacer un ancestral instinto a costa de su felicidad». Me recuerdan al Sartre de «el infierno son los demás». Quizás en los foros académicos y en las sesiones de expertos tendrían que llevar a mujeres sin atributos especiales para que esclareciesen las causas reales de nuestro declinar como pueblo vivo. Y actuar en consecuencia. Es cierto que toda España se está sumando a la ola de involución demográfica, pero mal de muchos consuelo de bobos, aquí nuestros problemas son particulares, y a nosotros corresponden los cambios, por convulsos que sean, para hacer de esta tierra un lugar con esperanza histórica, con permanencia de los que nos parieron y de nosotros mismos. La vida es breve y única, y nuestro tiempo no da ya para segundas oportunidades.

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