Lo que las llamas dejan tras de sí

Un equipo de investigación del CSIC, comandado por Serafín González, estudia cómo la erosión que sigue a un incendio forestal empobrece muy seriamente el suelo

Lo que las llamas dejan tras de sí miguel muñiz

jorge pan

Existe una táctica de guerra, muy utilizada en tiempos en los que los vehículos motorizados, los aviones y los drones todavía no habían visto la luz, denominada «la táctica de la tierra quemada». Consistía, exactamente, en eso, en incendiar todos los territorios en peligro inminente ... de caer en manos del enemigo, arrasar sus aldeas y sus campos de cultivo para que, cuando avanzase el frente, sus soldados no pudiesen encontrar nada que comer ni ningún lugar en el que guarecerse. Como daño colateral, lógicamente, provocaba miles de desplazados y unas pérdidas económicas y materiales incalculables.

El investigador Serafín González y su equipo del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (adscrito al Centro Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) lleva años analizando una táctica similar empleada por uno de los enemigos más fieros que ha tenido Galicia en los últimos años: los incendios forestales . Porque más allá del daño que hacen al arrasar hectáreas de vegetación, sus efectos perniciosos se extienden durante años. El fuego arrasa la capa más superficial del suelo, la más rica en nutrientes, y lo deja indefenso ante la siguiente acometida: el viento.

Precisamente, la erosión que sufre un suelo que fue víctima de un incendio forestal es el aspecto en el que se centraron los estudios de Rodríguez. Lo que más los diferencia frente a investigaciones similares es que analiza sobre todo el impacto sobre los micronutrientes, componentes que, aunque son necesarios solo en pequeñas cantidades, resultan vitales para la supervivencia de las plantas, tales como cobre, zinc o manganeso.

«El suelo vuelve a sufrir»

Después del fuego, la erosión se lleva buena parte de estos micronutrientes o, aún peor, altera la relación de fuerzas en el suelo, convirtiéndolo en algo cercano a un suelo contaminado. «El suelo que se ha quemado vuelve a sufrir: la solubilidad del manganeso, además, aumenta y disminuye la del hierro, lo que puede producir que las plantas tengan dificultad para producir clorofila», comenta.

Esta erosión afecta especialmente a las zonas de monte bajo, como los tan puramente gallegos toxos y xestas. «La erosión puede ser menor en zonas de bosque si solo chamusca las hojas, pues estas caen y forman una cubierta protectora, un alfombrado natural», asegura Rodríguez. El estudio de este equipo del CSIC se llevó a cabo mediante una quema controlada en el monte Cabalar, sito en el municipio de A Estrada. A pesar de que el fuego originado en una zona de monte bajo fue de intensidad media-baja, los daños al suelo resultaron drásticos.

Limitador de la erosión

En sus estudios, el profesor Serafín Rodríguez también plantea soluciones. En concreto, valora esparcir paja sobre un monte recién quemado, pues está comprobado que este material limita la erosión «en un 90 por ciento» y, bajo ella, puede volver a crecer la vida. A pesar de todo, el investigador es contundente al respecto:«La mejor solución es una buena prevención de incendios».

Lo que las llamas dejan tras de sí

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios