José Ramón Gómez Besteiro: Buen porte y buenos modales
Su próximo adversario ya no se llama Manel Vázquez. Se llama Núñez Feijóo
José Ramón Gómez Besteiro: Buen porte y buenos modales
Cuando incrustar en a 1999 José Ramón Orozco Gómez decidió Besteiro en su candidatura municipal, nadie en Lugo , fuera de los círculos más próximos al debutante, sabía quién era aquel joven abogado de buena facha y pocos pleitos , ... que en los actos de campaña mostraba una desenvoltura impropia de un principiante y cuya incipiente inquietud política conectaba mucho mejor con el Alfonso Carlos Comín de Cristianos para el Socialismo que con el Carlos Marx de El Capital. De hecho, todavía hoy Besteiro no tiene reparo en declararse cristiano y católico practicante , lo que no deja de despertar ciertos recelos entre algunos camaradas todavía instalados en la irreductible trinchera de los comecuras.
Enfrentado, nada más aterrizar en el Ayuntamiento de Lugo, a la espinosa tarea de lidiar con la renovación de un agotado Plan de Urbanismo, no se libró de los inevitables rumores sobre intereses recalificadores , pero enseguida demostró una envidiable capacidad para el oficio de la negociación entre contrarios, y una mano izquierda inaudita en alguien políticamente imberbe.
Al mismo tiempo que la tenencia de Urbanismo le fue adjudicada la portavocía del Grupo Socialista en la Diputación Provincial , institución entonces todavía sometida a la aplastante mayoría absoluta de Cacharro Pardo . Ahí, en el ingrato ejercicio de la oposición, mostró buenas dotes de fajador y fue afinando la que es hoy quizá su principal arma de convicción política: contundencia dialéctica pero sin perder de vista aquella aleluya aprendida en los viejos manuales de urbanidad y que recuerda que «buen porte y buenos modales / abren puertas principales».
En 2003 accedió por primera vez a la anhelada presidencia de la Diputación, cargo que los socialistas lucenses no cataban desde los tiempos de la segunda República. Revalidó el mandato cuatro años más tarde, en ambas ocasiones gracias al apoyo del BNG, lo que le obligó al pago de un peaje quizá excesivamente gravoso: ceder importantes áreas de gestión y tragar el sapo de verse ninguneado en actos institucionales organizados por los nacionalistas. Pero su determinación en este punto es exclusivamente pragmática: poder a cambio de lealtad recíproca .
Desde mucho antes del anuncio de las primarias que acaba de ganar, las aspiraciones de Besteiro eran cosa sabida. Al menos en Lugo. No sólo se había convertido en un valor en alza dentro de la depreciada bolsa del socialismo gallego, sino que navegaba al margen de disputas localistas y salpicaduras mediáticas . Algunos de sus valedores ( Blanco , Orozco ) se vieron tocados de ala por citas judiciales que a él ni llegaron a rozarle. Ciertas incidencias , también de orden procesal, que afectaron (y afectan todavía) a la Diputación lucense tampoco parece que vayan a manchar su reputación de político con ambiciones pero a salvo, al menos que se sepa, de la debilidad de pillarse los dedos.
Llegado el momento de la impepinable renuncia del pintoresco Pachi Vázquez , todas las características políticas y personales que quedan apuntadas, y algunas otras, le sirvieron a Besteiro para despejar su camino hacia el consenso. Con Caamaño y Caballero el entendimiento resultó relativamente fácil. Blanco , con quien guarda algún parentesco familiar, era ya valor amortizado. Y Orozco empieza a tener más pasado que futuro.
Pero al igual que le sucede al pez, los políticos corren el riesgo de morir por la boca. Por eso, a partir de ahora habrá que estar atentos a las respuestas del nuevo «camarada segredario xeral» ante los compromisos adquiridos con las bases. Para empezar, Besteiro deberá poner a prueba su capacidad para aceitar las ruedas chirriantes del PSGdeG-PSOE . Y luego, ya hablaremos. Porque el próximo adversario ya no se llama Manel Vázquez . Se llama Alberto Núñez Feijóo .
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