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Fabra tiene un programa
El jefe del Consell está obligado a actuar como candidato y a ganarse la confianza de unos ciudadanos que aún no han tenido la ocasión de votarle como presidente
Fabra tiene un programa
Todos los grandes líderes que en los últimos años han sido comparten un «bautismo» común: un debate parlamentario -habitualmente, el del Estado de la Nación o, en el caso de González, su moción de censura a Suárez- en el que lograron presentarse como alternativa con ... un programa que defender. El caso de Alberto Fabra, obviamente, es distinto. Aunque no tanto. El presidente de la Generalitat, que ayer protagonizó una de sus mejores intervenciones parlamentarias desde que llegó al cargo, parte desde el Gobierno -y, a estas alturas, sin confirmar como candidato, dado el gusto de Rajoy por tomar las decisiones trascendentales en el último minuto-. Pero a ocho meses de las elecciones, está obligado a actuar como candidato , y a ganarse la confianza de unos ciudadanos que aún no han tenido la ocasión de votarle como presidente.
El debate de ayer tuvo mucho de eso y, a la vista de las actuaciones desplegadas por unos y otros, puede concluirse que, frente a una oposición que sigue jugando la baza de la crítica sistemática, rayana en las más ocasiones en la falta de respeto, Fabra tiene un programa de gobierno para 2015 . Las medidas podrán juzgarse como más o menos acertadas -sobre el papel, bajar impuestos, estimular la actividad económica y aumentar el gasto en bienestar social no parece una propuesta censurable-, pero lo fundamental es que existen, que tienen un hilo argumental y configuran la propuesta con la que el PPCV quiere presentarse a las próximas elecciones autonómicas. Y lo que les da un valor añadido es que, pese a lo osado que pueda parecer bajar impuestos en una autonomía obligada a recurrir al Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) una y otra vez, Fabra obtuvo el visto bueno previo del ministro de Hacienda, tal como les contó ABC en su edición de ayer.
Frente a un presidente que se cree su propuesta y la defiende tanto con datos como con posicionamientos puramente ideológicos -algo que se echaba en falta-, la oposición apenas pudo aportar ruido y el consabido discurso de la corrupción. Y ni eso, pues el Caso Rabassa ha terminado por salpicar -cierto que «en diferido»- también al PSPV.
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