CULTURA
«A los músicos jóvenes de ahora se lo dan todo hecho»
Rafael Frühbeck de Burgos
félix iglesias
Rafael Frühbeck de Burgos cumple hoy 80 años, gran parte de ellos volcado en la música, en el sentido más excelso de la palabra. Actual director titular de la Danish National Symphony Orchestra se ha presentado esta semana con esta agrupación y el violinista Renaud ... Capuçon como solista en Soria y en Burgos. Tras más de siete décadas dedicado al arte, el maestro habla con ABC de su trayectoria.
—Toda una vida dedicada a la música y en permanente gira, con más de un centenar de conciertos este año. ¿Concibe la vida sin música?
—Desde luego que no. La primera vez que actué en público fue en la Catedral de Burgos con siete año como el último de los segundos violines de la orquesta. Casi son 73 años desde que debuté.
—¿Percibió entonces que se dedicaría a la música por entero?
—Sí. Siempre tuve claro que yo iba a ser músico. Mi padre era óptico y, como buen comerciante en aquella época, no veía con buenos ojos a la bohemia de los músicos. Pero cuando comprobó que con 17 años era independiente económicamente, ya no le pareció mal.
—¿Cómo era el ambiente cultural y, más concretamente, musical del Burgos de su infancia?.
—Había muy poco ambiente, sólo un par de profesores. Recuerdo dos bandas musicales, pero no había sección de cuerda. Por eso cuando fuí a los colegios alemanes de Barcelona y Bilbao estudié violín con Sixto Osorio, que luego fue mi concertino cuando fui director de la Orquesta de Bilbao.
—¿Fue inevitable salir de Burgos para hacer una carrera musical?
—Por supuesto. En Burgos no había medios para estudiar, al menos el violín
—Su trayectoria es por entero en la música clásica, pero sus primeros pasos fue haciendo música de revista. ¿Qué recuerdos tiene de aquella experiencia?
—Muy buenos. Con 17 años empecé a estudiar Derecho en Madrid y al mismo tiempo el maestro Torroba, que luego fue mi presidente en la Academia de Bellas Artes, me dio mi primer empleo como segundo director de una compañía de revistas que se llamaba Pitusa, con Virginia de Matos como primer vedette. Luego me ayudó Rafael Calleja, que era propietario del Teatro de la Zarzuela e hijo de Rafael Calleja, el autor del Himno de Burgos.
—¿Fue una buena escuela?
—Muy buena. Todo lo que se aprende al principio, como cuando fui concertino en Burgos, es fundamental. Ahora el problema de los músicos jóvenes es que aprenden demasiado bien, tienen demasiado oído, se lo dan todo hecho. Hoy se puede oír lo mejor que hay en el mundo de cualquier cosa. En aquella época para oír algo era muy difícil, por lo que había que pensar y ver cómo hacer las cosas. Creo que entonces se desarrollaban más las personalidades que ahora.
—¿Esa falta de personalidad se traslada a las orquestas?
—En las orquestas de hoy se toca muchísimo mejor que hace 50 años. Por ejemplo, cuando yo hice hace en los 60 en Madrid «La consagración de la Primavera» necesitamos dos semanas de ensayo con Orquesta Nacional. Este año la he hecho con dos ensayos en Los Ángeles. Esto quiere decir que las orquestas están preparadas hoy en día de forma fenomenal. Pero en el arte hay algo que decir, y creo que antes eso era más fácil que ahora. Ahora a un estudiante en la escuela se le dice cómo hacer todo, pero otro cantar es si eso permite desarrollar la personalidad.
—¿Y cómo afecta a la globalización del mercado al mundo de la música a la hora de perder personalidad?
—Antes había orquestas como la Filarmónica de Berlín, con Karajan, o la de Filadelfia, con Ormandy, que tenían un sonido muy especial y particular. Eso hoy en día se ha perdido un poco.
—Usted diferencia la profesionalidad de las orquestas norteamericanas de las europeas.
—Es la misma diferencia entre la administración pública y la empresa privada. En la primera, el funcionario se lo toma con algo más de calma, y en la privada hay que responder de lo que se hace. De todos modos, en el arte la cosa cambia bastante. En América las orquestas son muy caras y están promovidas por dinero privado, por lo que los músicos deben responder de modo tajante y no pierden ni un minuto de ensayo.
—¿Qué modelo prefiere?
—Yo lo que prefiero es una orquesta buena. Su gestión me da lo mismo.
—De todos modos, usted dirige a orquestas de ambos lados del océano. Supongo que saca lo mejor de ambos modelos
—Hay una parte humana, una «química», pero se necesitan años de profesionalidad para hacer las cosas lo mejor posible.
—¿Qué orquestas, músicos y cantantes le han impresionado más en su larga carrera como director?
—En cuanto a orquestas hay cuatro que fueron fundamentales. La primera fue la primera vez que dirigí la Orquesta Nacional de España, recién llegado de la Escuela de Munich. Entonces era una gran orquesta. Luego fue mi primera salida importante para grabar un disco con la Filarmónica de Londres por recomendación de una gran cantante como Victoria de los Ángeles. Y luego mi primer debut con la de Filadelfia y la de Berlín. Son hitos que marcan el comienzo de una carrera.
En cuanto a solistas yo he tenido la suerte de actuar con lo más grandes. Por recordar cantantes españoles, además de Victoria de los Ángeles, están Montserrat Caballé, Teresa Berganza o Consuelo Rubio. En cuanto a hombres, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, José Carreras, etcétera. Y en violinistas yo he trabajado mucho con Nathan Milstein, que era un gran amigo, con Yehudi Menuhin, David Óistraj. Igualmente con pìanistas, desde Arthur Rubistein hasta el actual Lang Lang, y, por supuesto nuestra señora del piano Alicia de Larrocha. También con los guitarristas Pepe Romero, Narciso Yepes o el gran arpista Nicanor Zabaleta. Todos, grandes amigos.
—Da vértigo escucharle. Habla de músicos españoles que se hicieron un sitio en la elite mundial, pero saliendo de España. ¿Qué opinión le merece las orquestas y músicos españoles actuales?
—Ahora en España se estudia y toca muy bien. Lo que pasa es que hoy las carreras no son locales. Como en el fútbol, para ser considerado hay que estar en la Copa de Europa. Hoy no vale hacer una carrera en tu país, hay que hacerla por todo el mundo.
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