CRIMEN DE FAGO
El forestal «solidario y justiciero» orgulloso de «dar muerte» a un alcalde
Santiago Mainar jamás mostró arrepentimiento ni pesar por el crimen de Fago: «La muerte del tirano es justa», sentenció
ROBERTO PÉREZ
El forestal Santiago Mainar acabó siendo el protagonista de una de las más sonadas crónicas de la España negra de las últimas décadas. El crimen de Fago tuvo una repercusión mediática que saltó fronteras y convirtió en protagonista a este forestal solitario, de gesto severo ... y de mirada penetrante, que en pleno juicio se despachó arremetiendo con crudeza contra el alcalde al queasesinó el 12 de enero de 2007 en la tortuosa carretera que conduce hasta este minúsculo pueblo incrustado en el Pirineo aragonés, a un paso de Francia y próximo al navarro valle del Roncal.
Allí había llegado el forestal hacía años. Y allí, también, llegó como forastero quien luego sería su víctima, el alcalde Miguel Grima. Entablaron una estrecha amistad que se tornó con el tiempo en una enconada disputa. Y el escaso vecindario de Fago acabó también dividido, entre quienes estaban del lado de Mainar y los que apoyaban a Grima.
El enfrentamiento se convirtió en enfermizo para el forestal. Una obsesión de la que, según dio por probado la sentencia de la Audiencia de Huesca en 2009, Santiago Mainar acabó pariendo con un crimen fraguado en su mente durante tiempo. Una noche, esperó a que el coche del alcalde volviera al pueblo. Agazapado, paciente, disciplinado, Mainar le esperó en un punto en el que le forzó a parar el vehículo y le descerrajó unos tiros de escopeta que acabaron con su vida.
Los restos de ADN de Santiago Mainar encontrados en el coche del alcalde tras el crimen fueron determinantes para la condena. Eso, y que el propio Mainar se había autoinculpado ante la Guardia Civil cuando, con evidencias en la mano, procedieron a su detención semanas después de cometerse el asesinato.
Luego trató de desdecirse. Afirmó que se autoinculpó para salvar al pueblo de la presión mediática que vivía desde que se produjo el crimen. Pero la estrategia no le valió ante el tribunal, que le condenó a 20 años y nueve meses de prisión por asesinato, en concurso con un delito de atentado a la autoridad y con la concurrencia de alevosía.
Durante el juicio, Mainar era un témpano. Ni un gesto de pesar. Ni una mueca de arrepentimiento. Ni una piezca de preocupación asomó en su rostro. Altivo y seguro de que la justicia moral estaba de su parte, no dudó en arremeter contra la memoria de Miguel Grima, de describirle con descalificativos y de considerar justa su muerte.
«La muerte del tirano es justa», llegó a decir ante el tribunal después de haber calificado de tirano al que había sido su alcalde y con el que -siguiendo en la competencia que vivieron entre ambos durante años- también había pugnado en las urnas. Grima por el PP; el forestal, por el PSOE.
«Prefiero que me acusen de dar muerte a un tirano que de ampararle políticamente, de silenciarlo mediáticamente y de resignarme como ciudadano», indicó ante el tribunal.
Los informes forenses habían dictaminado que Santiago Mainar tenía una personalidad con rasgos paranoides y narcisistas. Él mismo se autodefinió ante los peritos que le analizaron como «bueno y solidario, justiciero y tenaz».
Desde febrero de 2007 estuvo ingresado en la cárcel de Zuera (Zaragoza). Allí se le aplicó el protocolo de prevención de suicidios. Se metió en su mundo, se aisló por completo. Metía horas leyendo y escribiendo, en un ensimismamiento absoluto que derivó en un estado mental confuso y con rasgos de delirio. Se negó a comer, su estado de salud se deterioró de forma preocupante... En julio de 2011, fue trasladado al penal cántabro de El Dueso, en cuya celda fue encontrado en coma este lunes y trasladado a la UCI del santanderino Hospital de Valdecilla.
Al principio protestó por el traslado, pero luego se sintió cómodo en su nuevo destino y pidió que se le dejara allí, quizás por tener más próxima una naturaleza en estado cristalino que apaciguaba su espíritu y su afición por el medio ambiente.
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