La monstruosa inteligencia de EE.UU.
La voracidad de los espías
La Administración Obama reconoce que el presupuesto para tareas de inteligencia ha superado este año, por primera vez, los 80.000 millones de dólares
Aunque el dinero que destina Estados Unidos a sus servicios de inteligencia ha sido un secreto divulgado por entregas para ocultar su magnitud, la Administración Obama ha reconocido por primera vez unos gastos de espionaje —tanto civil como militar— de 80.100 millones de dólares ( ... unos 57.800 millones de euros) durante los 12 últimos meses. Cifra que, dentro de la burocracia federal, excede con mucho las asignaciones para el Departamento de Seguridad Interior creado tras el 11-S. O para el Departamento de Justicia.
De acuerdo al desglose facilitado por el director nacional de inteligencia, James Clapper, la parte civil del espionaje de Estados Unidos a cargo de la CIA ha costado 53.100 millones de dólares durante el año fiscal que terminó el pasado 30 de septiembre. Mientras que el programa de espionaje militar , cuya dotación ha permanecido clasificada dentro de los presupuestos del Pentágono, ha supuesto otros 27.000 millones de dólares.
De hecho, los gastos del espionaje militar representan aproximadamente un 12 por ciento de los 664.000 millones de dólares que Estados Unidos ha dedicado al Departamento de Defensa en el último año fiscal. De ese dinero, 3.500 millones han sido destinados a respaldar las operaciones en curso del Pentágono, tanto en Irak como en Afganistán.
Polémica en el Congreso
La cifra total de 80.100 millones de dólares supone tanto una plusmarca como un incremento del 7 por ciento con respecto a lo gastado el año pasado. Esto ha planteado una gran polémica en el Congreso, ante lo que se considera como un injustificado cheque en blanco a pesar de los esfuerzos en materia de seguridad realizados desde la ofensiva terrorista del 11-S.
Con una abrumadora duplicación presupuestaria desde el año 2001, las 17 agencias que forman los servicios de inteligencia pagan desde servicios de mantenimiento de sus instalaciones, hasta analistas pasando por agentes secretos. Además de financiar toda su maquinaria de espionaje electrónico, que abarca desde satélites hasta sofisticados recursos informáticos. Desde el 11-S también se ha registrado una explosión de contratistas privados.
Eliminar despilfarros
La presidenta del Comité de Inteligencia del Senado, la demócrata Dianne Feinstein, ha expresado su intención «de identificar y eliminar cualquier despilfarro y duplicación innecesaria en el presupuesto de inteligencia, y reducir la financiación de actividad con baja prioridad». A juicio de esta senadora por California, «resulta claro que el gasto total en espionaje ha alcanzado un nivel inaceptable durante la última década».
El diputado demócrata Silvestre Reyes, por ahora al frente del Comité de Inteligencia de la Cámara Baja, ha secundado a la senadora Feinstein en la necesidad de introducir disciplina fiscal en los servicios de inteligencia de Estados Unidos. Y ha indicado que ya se habrían empezado a limitar gastos en los sistemas más costosos, como todo lo relacionado con la flota de satélites.
El pasado julio, el «Washington Post» dejó en evidencia esta explosión de gasto público al ofrecer detalles del kafkiano montaje de seguridad nacional —gigantesco, opaco y redundante— creado tras el 11-S. Para el complejo de contra-terrorismo, seguridad nacional y espionaje trabajan en estos momentos 1.271 organizaciones gubernamentales y 1.931 empresas, con una mano de obra estimada en 854.000 personas con autorización para manejar secretos oficiales. Cifra equivalente a 1,5 veces toda la población de la capital federal de Estados Unidos.
Tres Pentágonos
Una buena parte de ese «boom» de seguridad, con 10.000 instalaciones por toda la geografía de Estados Unidos, se ha concentrado precisamente en torno a la zona metropolitana de Washington. Según los datos publicados por el «Post», desde septiembre de 2001 se han construido, o se están construyend,o 33 centros y edificios dedicados exclusivamente a tareas de seguridad y espionaje. Instalaciones que ocuparían el equivalente a tres Pentágonos, o 17 kilómetros cuadrados.
Desde el 11-S, la Agencia de Inteligencia de Defensa ha pasado de tener 7.500 empleados a 16.500. Mientras que en el mismo periodo, la Agencia de Seguridad Nacional, encargada del espionaje electrónico, ha duplicado su presupuesto. Pero todos estos esfuerzos no se habrían traducido necesariamente en una respuesta más eficiente a la hora de proteger a Estados Unidos.
Como ejemplo de duplicidad de cometidos, se citaba el caso de las 51 agencias y programas, tanto civiles como militares, con responsabilidad en seguir la pista financiera de redes terroristas. También se destaca que los analistas encargados de estudiar documentos y conversaciones obtenidas por los servicios de espionaje norteamericanos generan 50.000 informes al año . Volumen tan ingente que hace que una buena parte de este material sea ignorado de forma rutinaria.
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