Los problemas del sistema eléctrico de Cuba ahogarán la gestión de Díaz-Canel
El Gobierno está atrapado entre la generación con malos hidrocarburos que dañan las obsoletas plantas y las malas cosechas de caña de azúcar para biocombustible

Las caceroladas en Cuba en protesta por los apagones van a ser crónicas, sin que el Gobierno de Miguel Díaz-Canel esté en condiciones de evitarlas. Las deficiencias del sistema eléctrico de la isla, agravadas los últimos días por el devastador incendio en la base de supertanqueros de Matanzas ... , no solo imposibilitan un correcto funcionamiento, sino que acercan a la isla al colapso eléctrico. Además, la falta de capital impide urgentes inversiones, mientras que las malas cosechas de caña de azúcar restan biocombustible que pueda suplir el menor suministro de petróleo venezolano.
«Veo en el horizonte el colapso total del sistema eléctrico cubano», afirma Jorge Piñón, uno de los principales expertos sobre energía en Latinoamérica, investigador de la Universidad de Texas. En una entrevista con Radio Martí, Piñón consideró que los remiendos que el Gobierno intenta poner, como el alquiler de plantas generadoras flotantes turcas, no resuelven el problema de fondo, que es la necesidad de una «recapitalización estructural» del sistema.
🇨🇺#AHORA - Protestas en Pinar del Rio, la crisis energética en Cuba se agrava, más de 11 horas sin luz.pic.twitter.com/XdesahUiTP
— DATOWORLD (@Datoworld) July 15, 2022
Esa inversión solo puede llegar del extranjero, y únicamente lo hará en conveniente cantidad si Cuba abre más el cerrojo económico, algo que Díaz-Canel no se está atreviendo a hacer ante la evidencia del aumento de la presión social en su contra. Ahí radica su dilema, pues con más apagones las protestas también aumentarán.
De la URSS a Venezuela
Cuba es uno de los países del mundo que más usa los hidrocarburos líquidos para la producción eléctrica (el 85% de la generación), y eso es el problema de partida. Una isla suele presentar déficit de fuentes energéticas primarias; Cuba lo remedió entre 1959 y 1989 con el petróleo ruso: subsidiado por Moscú, ese petróleo sirvió de base para la generación eléctrica de la sociedad castrista.
Cuando cayó la URSS y Cuba atravesó el 'periodo especial' de penuria, en la década de 1990, La Habana aumentó su propia extracción de petróleo (a niveles luego mantenidos de unos 50.000 barriles diarios), dedicándolo en gran medida a las plantas eléctricas: se trata de un petróleo de altos niveles de azufre que progresivamente fue dañando las infraestructuras. Eso provocó prolongados apagones en 2004-2005, de hasta 184 días, que causaron disturbios.
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Para salir del paso, La Habana contó con el auxilio del petróleo de Hugo Chávez (unos 100.000 barriles diarios, casi gratis) y puso en marcha lo que llamó la «revolución energética». Esta consistió, por un lado, en un acuerdo con la canadiense Sherritt para la puesta en marcha de algunas plantas de ciclo combinado de gas natural (Sherritt aportó capital porque le interesa seguir extrayendo níquel en Cuba, que es su actividad principal), y por otro la diseminación de grupos electrógenos para asegurar la autonomía local (es una opción cara, pues además de depender del precio internacional del combustible, el reparto por el territorio eleva los gastos operativos y complica el servicio de mantenimiento).
Con el colapso venezolano (los barriles diarios de petróleo que Pdvsa envía ahora a Cuba están por debajo de los 50.000), La Habana hizo un intento de aumentar la producción de etanol a partir de la caña de azúcar, pero las recientes cosechas no han sido buenas. La zafra de 2021-2022 fue una de las peores de la historia, con una producción de azúcar que fue solo el 53% de lo inicialmente previsto; ya la anterior se había quedado a un 66% de las previsiones. El mal estado de las centrales azucareras, así como la falta de combustible y de fertilizantes han perjudicado un sector básico de la economía cubana.
Déficit de potencia
Según el organismo estatal Cuba Energía, la isla tiene una potencia instalada de 6,5 GW, si bien la capacidad operativa, teniendo en cuenta que muchas plantas termoeléctricas tienen más de cuarenta años, se reduce solo a 3,2 GW, como reconoce la compañía nacional Unión Eléctrica. La generación eléctrica es de 20.703 GWh, la cual se reparte de la siguiente forma: centrales eléctricas, 61,1%; grupos electrógenos, 21,1%; ciclo combinado de gas, 11,8%; biomasa, 4%; solar, 1,2%; hidro, 0,6%, y eólica, 0,1%. Es decir, que el 94,1% se genera por recursos no renovables (hidrocarburos fósiles) y el 5,8% por renovables.
En su planificación, el Gobierno se ha propuesto alcanzar el 23% de generación mediante recursos renovables en 2030, no tanto porque la producción eléctrica cubana es altamente contaminante en emisiones de dióxido de carbono, como para ganar en autonomía energética mediante fuentes locales. Pero ese objetivo no es realista: se ha puesto en marcha algún parque eólico financiado por China, pero una mayor aportación de capital exterior es requerida; además, las capacidades hidrológicas dan poco más de sí y las condiciones solares, aunque lógicamente aprovechables, no son las óptimas debido a la frecuente falta de claridad atmosférica.
Los recientes apagones, de entre 12 y 18 horas, se han debido a fallos en el sistema que han dejado fuera de servicio una decena de unidades de las centrales termoeléctricas, provocando un déficit de unos 1.000 MW, en la peor crisis de los últimos 30 años.
Por otra parte, la eficiencia del sistema obligaría a reducir el número de empleados del sector eléctrico, absolutamente desproporcionado: más de 30.000, diez veces más que en Chile y ocho veces más que en Costa Rica y República Dominicana, según datos del Banco Mundial.
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