Menos es terrible

Por eso resulta tan inquietante que 'The New York Times' haya revelado en las últimas horas que generales rusos han mantenido recientes conversaciones sobre cuándo y cómo podrían utilizar una bomba nuclear táctica en Ucrania. Disquisiciones que han elevado el nivel de preocupación occidental ante la posibilidad de que todo el chantaje nuclear que Vladímir Putin viene realizando desde la anexión de Crimea pase a corto plazo de lo retórico a la real.

Uno de los evidentes peligros de esta temida escalada es que a lo largo de estos ocho meses de conflicto se viene hablado mucho y mal sobre armas nucleares. Hasta el punto de banalizarse la terrible posibilidad de que el Kremlin opte por romper el tabú imperante durante los últimos 75 años, desde Hiroshima y Nagasaki, con el empleo de una carga nuclear táctica. Al presentarse con imperdonable descuido este tipo de bombas como una 'simple' arma convencional grande, se está normalizando un escenario que puede tener consecuencias impredecibles.

En este sentido, Putin y sus militares no solamente están desesperados, sino que van tarde. A estas alturas deberían haber descubierto lo que los propios Estados Unidos concluyeron durante lo peor de la Guerra Fría: que las armas nucleares pequeñas son difíciles de usar y más difíciles de controlar. Es decir, una apuesta masiva con ganancias muy limitadas, ya que en ningún caso su empleo permitiría el sometimiento de Ucrania, objetivo original de la agresión de Putin.