Escuelas cerradas, trenes anulados y una caída de la producción eléctrica marcan este martes, el último de enero, una nueva jornada de protestas contra la reforma de las pensiones de Macron, que, tras perder la batalla de la opinión pública, espera lograr el apoyo del Parlamento. La modificación pretende retrasar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años.
Casi dos semanas después de sacar a la calle a 1,12 millones de personas, según las autoridades -el doble, para los sindicatos-, los opositores esperan muchos más manifestantes, donde el rechazo a la reforma crece. Para el presidente galo, este asunto es «innegociable».
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