Tribuna abierta
Arde Palestina nuevamente
Hamás se equivoca si cree que por ello ha avanzado un solo paso en su pretensión de derrotar a Israel y crear un Estado propio
Jesús A. Núñez Villaverde
En realidad, Palestina lleva ardiendo desde hace décadas y, pensando en cómo resolver un conflicto que ya contabiliza seis guerras árabe-israelíes y dos Intifadas palestinas, de nada sirve buscar en la historia quien prendió la primera mecha. Ese trágico camino está salpicado de demasiado ... fundamentalismo ideológico, demasiados maximalismos supremacistas y muchos más errores que aciertos, en una secuencia en la que, tanto unos como otros, han violado sistemáticamente los derechos humanos y el derecho internacional en múltiples ocasiones. Y a todo ello, ante una comunidad internacional que vuelve a recurrir al inútil estribillo de la condena y la petición de contención (¡¿?!), se suma ahora un nuevo error que sólo supondrá más dolor y más pérdida de vidas humanas, sin que ninguno de los bandos enfrentados pueda cantar victoria.
El error de Israel ha sido doble. Por un lado, ha creído que su abrumadora superioridad militar, tanto medida en sistemas de defensa antiaérea- Patriot, Arrow, Cúpula de Hierro, Honda de David- como en unidades militares y medios tecnológicos de vigilancia desplegados a lo largo de la Franja de Gaza, abortarían cualquier ataque que procediera de ese extremadamente depauperado territorio. Y, sin embargo, el masivo ataque artillero palestino ha logrado saturar esas defensas, garantizando que algunos proyectiles cayeran en suelo israelí y, simultáneamente, la infiltración de efectivos armados ha logrado romper las líneas defensivas del Tsahal. Por otro, calculaba que dicha superioridad le bastaba para disuadir a Hamas y a la Yihad Islámica de llevar a cabo una operación de estas dimensiones ante el temor de ser aniquilados por completo mediante una represalia aplastante. No estamos, en ningún caso, ante un fallo de información- Tel Aviv tiene sobrados medios para saber hasta dónde llega el arsenal artillero y el potencial de combate con el que cuentan esos grupos-, sino ante un monumental error de inteligencia al no saber valorar hasta dónde puede llegar la voluntad incendiaria de los atacantes. Y mucho le va a costar a Benjamin Netanyahu librarse de la responsabilidad última de ese estrepitoso fracaso, por muy brutal que sea la represalia que ya está en marcha.
Por su parte, Hamas y los demás grupos implicados en la operación también se han equivocado, al pensar que su acción puede doblegar al gobierno más extremista de la historia de Israel en su mesiánica intención de lograr el dominio total de la Palestina histórica. Es cierto que por el camino de la paz los palestinos apenas han logrado nada; pero también lo es que por el de la violencia- a diferencia de Israel, que ha sacado provecho tanto de una como de la otra- tampoco han conseguido revertir una dinámica de sucesivas derrotas y de sufrimiento para el pueblo palestino que dicen representar. Su execrable acto de violencia no le va a servir ni para recobrar el favor de la población palestina- que será la principal sufridora de lo que se avecina-, ni para movilizar a la comunidad internacional a su favor ni, mucho menos, para forzar un cambio de rumbo del trio Netanyahu-Ben Gvir-Smotrich, convencidos de que el tiempo corre a su favor y apresurados para rematar la tarea cuanto antes.
Tácticamente, el desarrollo de la operación ha sido asombroso. En primer lugar, optando por crear un clima de terror generalizado en lugar de atacar objetivos gubernamentales, infraestructuras críticas o a responsables políticos o militares, han logrado destruir la imagen de invulnerabilidad israelí, al tiempo que han capturado a más de un centenar de prisioneros, civiles y militares. Un botín que les sirve tanto para negociar un intercambio desigual con los miles de prisioneros palestinos que Israel mantiene en sus cárceles, como para emplearlos como escudos humanos en un intento por frenar o reducir los efectos de la respuesta israelí. Pero se equivocan si creen que por ello han avanzado un solo paso en su pretensión de derrotar a Israel y crear un Estado propio.
En todo caso, nada de eso permite suponer que Tel Aviv, cuando todavía no ha sido capaz de recuperar el pleno control de su propio territorio, tenga a su alcance la eliminación total de los grupos yihadistas activos en Gaza, sin olvidar que hay otros activos en Cisjordania. Hasta ahora Israel, desatendiendo su responsabilidad como potencia ocupante, se ha limitado a mantener brutalmente encerrados a más de dos millones de personas en la Franja y a castigar a dichos grupos con operaciones puntuales, sin decidirse en ningún caso a una nueva ofensiva masiva con el objetivo de eliminarlos para siempre. Esa «timidez» en el castigo se explica por el temor a que una ofensiva terrestre en fuerza implicaría inevitablemente combatir calle por calle en un territorio de apenas 400km2 muy densamente poblado (más de 4.000 habitantes por km2), con el consiguiente peligro de sufrir numerosas bajas al enfrentarse con unos combatientes que conocen perfectamente el suelo que pisan, que cabe imaginar que se han reservado medios suficientes para seguir combatiendo y que habrán ideado todo tipo de estratagemas para encelar a las unidades atacantes si se atreven a entrar en sus calles.
Y ese temor se acrecienta ante la posibilidad de que la milicia chií libanesa de Hezbolá- sustancialmente más potente hoy que cuando se enfrentó con Israel en 2006- aproveche la ocasión para reactivar abiertamente un nuevo frente en el norte, obligando a las Fuerzas de Defensa de Israel a diversificar sus esfuerzos. En esa misma línea, Netanyahu puede temer igualmente que la larga sombra de Irán se haga sentir también desde Siria, empleando a los grupos que lleva alimentando allí desde hace tiempo para crearle aún más problemas. Un Irán claramente interesado en reventar el proceso de normalización de relaciones que se está desarrollando entre Tel Aviv y Riad, con las bendiciones de Washington. Teherán cuenta con que, tras este golpe y lo que ya se vislumbra en el horizonte inmediato, Riad se verá imposibilitado de dar el último paso para reconocer a Israel en línea con lo que ya han hecho Bahréin, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Marruecos y Sudán.
Son esas dudas las que pueden acabar limitando la respuesta israelí, dejándola básicamente a una nueva represalia aérea y artillera, acompañada de algunas incursiones de las unidades de operaciones especiales para eliminar a objetivos muy definidos. Pero si opta por esa modalidad sabe también que, como en tantas ocasiones anteriores, solo habrá logrado cortarle las garras al tigre y ganar algún tiempo hasta que vuelvan a crecerle. Por el contrario, si dicha ofensiva se materializa finalmente, la posibilidad de que acabe provocando una nueva guerra regional- no tanto con ejércitos enfrentados con Israel, como con una amalgama de grupos irregulares- aumenta exponencialmente.
es codirector del Instituto de Estudios sobre
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