Estados Unidos traslada al Pacífico bombarderos B-2 revienta-búnkeres mientras Trump sopesa atacar Irán

El despliegue, confirmado por observadores de aviación el 21 de junio, ante el mutismo del Pentágono, se produce tras varios días de intensos movimientos de aviones cisterna desde territorio estadounidense, varios de ellos a las dos bases de uso compartido españolas de Morón y Rota.

Los B-2, célebres por su capacidad de penetración furtiva, pueden ser utilizados para lanzar la GBU-57, una bomba capaz de destruir instalaciones nucleares subterráneas como la de Fordó. Aunque aún no se ha confirmado si Guam es el destino final o una escala previa rumbo a Diego García, este movimiento es interpretado en Washington como una señal clara de preparación operativa.

La base de Andersen, en Guam, se encuentra a más de 11.000 kilómetros de Misuri, lo que obliga a los bombarderos B-2 a realizar extensas rutas con apoyo de repostaje en vuelo. En comparación, Diego García, el otro posible destino de los B-2, está situada a unos 3.700 kilómetros de Irán, una distancia mucho más operativa para un eventual ataque directo contra instalaciones nucleares iraníes, sin necesidad de sobrevolar terreno hostil.

La isla de Diego García debe su nombre a un explorador español que navegaba al servicio de la corona portuguesa en el siglo XVI, y está ahora bajo control británico.

Este mismo año, seis B-2 fueron ya desplegados en Diego García y participaron en bombardeos sobre objetivos hutíes en Yemen. Aquella operación, que incluyó semanas de patrullas, finalizó con la sustitución de los B-2 por B-52. Ahora, la reincorporación de los B-2 sugiere un aumento de tensión regional y una posible opción de ataque preventivo.

El B-2 es un bombardero moderno y furtivo, con forma triangular, pensado para entrar sin ser detectado en territorio enemigo y atacar objetivos muy protegidos, como instalaciones nucleares. El B-52, en cambio, es un modelo más antiguo, grande y visible, diseñado para lanzar muchas bombas desde lejos. Aunque ambos pueden atacar desde bases como Guam o Diego García, el B-2 es el único capaz de esquivar los radares enemigos, lo que lo hace clave en posibles ataques a Irán.

Además del despliegue aéreo, el Pentágono ha movilizado al portaaviones USS Nimitz, que se dirige al Golfo Pérsico, sumándose al USS Carl Vinson ya operativo en la zona. Ambos grupos cuentan con aviones de guerra electrónica EA-18G Growler, que podrían neutralizar defensas antiaéreas iraníes. El USS Gerald R. Ford también se encuentra en ruta hacia Europa, pero podría ser redirigido a la zona de conflicto en caso de una escalada pronta.

La Casa Blanca no ha confirmado públicamente estos movimientos, pero el patrón de despliegue, incluyendo cazas F-22 en Europa, sugiere que la Administración Trump mantiene sobre la mesa la opción de intervenir si se agrava la situación con Irán.

Trump dijo el jueves que se da dos semanas para decidir si entra en el conflicto, lo que se interpreta como una decisión a corto plazo de dejar a Israel actuar solo. Hay una gran presión interna para que desista de inmiscuirse, ya que sus partidarios son recelosos de nuevos frentes de guerra tras el desgaste de las misiones en Afganistán e Irak.

La propia directora de Inteligencia Nacional de Trump, la demócrata Tulsi Gabbard, ha dicho en varias ocasiones que no cree que Irán esté a punto de lograr la bomba atómica. «Se equivoca, y punto», dijo de ella el presidente el viernes, visiblemente harto de que le lleve la contraria en este asunto.