Los aranceles y la tasa Google medirán la relación Biden-Sánchez

Una euforia diplomática se abre paso en La Moncloa tras un periodo de dos años y medio donde la relación a nivel de presidentes ha sido prácticamente inexistente. Fuentes diplomáticas reconocen a ABC que con Biden en la Casa Blanca habrá «una nueva oportunidad de reorientar las relaciones con EE.UU.». Precisamente, el viaje de estado que los Reyes iban a realizar en abril a EE.UU., y que se suspendió por la pandemia, tenía como objetivo avanzar en una serie de asuntos bilaterales que conciernen a ambos países.

Es un asunto prioritario para el Gobierno español: intentar aliviar los aranceles que la Administración Trump impuso a productos españoles como aceite, queso, vino y aceitunas, que pagan un 25% de sobreprecio en EE.UU.

El Gobierno estadounidense tomó esa decisión después de que la Organización Mundial del Comercio resolviera a favor de Washington en el contencioso por las ayudas crediticias de países europeos a Airbus . En la lista de damnificados con 6.900 millones de euros de aranceles también se encuentran productos de Francia y Alemania. Trump, en un gesto post-Brexit, sacó de la lista a Reino Unido, país que también participa en proyectos de Airbus.

Se espera que Biden sea más flexible aunque el nuevo inquilino de la Casa Blanca no puede mandar un mensaje de debilidad en este asunto y perjudicar a Boeing, la empresa estandarte de EE.UU. en construcción aeronáutica civil. Se espera una salida negociada.

Ha sido la otra gran fricción entre los Gobiernos de Sánchez y Trump. España quiere seguir adelante con su plan de establecer un impuesto digital a los gigantes tecnológicos estadounidenses –Google, Amazon, Facebook, Twitter, Netflix...– por los beneficios de su actividad en España, aunque fiscalmente tengan sede en otros países. Las negociaciones siguen en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). ¿Cuál será la postura de Biden? El nuevo presidente quiere subir igualmente los impuestos y regular su monopolio, aunque para ello necesita ganar el Senado. Pero que quiera hacerlo en «casa» no es sinónimo de que esté dispuesto a que suceda también en otros países.

Según el «Convenio de Cooperación para la Defensa entre España y EE.UU.» , la base aeronaval de Rota (Cádiz) puede albergar a cuatro destructores, 4.250 efectivos militares y 1.000 funcionarios civiles. Estos destructores llegaron en 2014 y 2015, con la Administración Obama, con el objetivo de reforzar el «escudo antimisiles» de la OTAN y facilitar las operaciones navales de la US Navy en el Mediterráneo y Atlántico Norte.

EE.UU. ha iniciado el relevo de los cuatro destructores por otros más modernos y espera reforzarlos con un escuadrón de helicópteros de ataque. Asimismo, fuentes militares de EE.UU. han defendido la idoneidad de sumar otros dos destructores al acuerdo. Esta es sin duda una baza para España.

Resta saber si el plan de trasladar el Mando militar de EE.UU. para África, ubicado en Sttutgart (Alemania), sigue adelante. Rota podría ser una opción.

Por otra parte, en la base de Morón de la Frontera pueden desplegar hasta 2.200 militares y 500 civiles, aunque en estos momentos no se llega al millar. Se trata de un equipo de despliegue rápido de marines para actuar en África. Fue otra petición de Obama tras el asalto al consulado de Bengasi en 2012. Estas dos bases son clave para las relaciones bilaterales.

Uno de los mantras de Trump fue que los aliados europeos de la OTAN alcanzasen el 2% del PIB en gasto de Defensa. España está en el pírrico 0,9%, siendo el tercer país con menor inversión. Aunque Trump elevó el mensaje en las Cumbres, esta reivindicación fue lanzada por Obama en la Cumbre de Cardiff (2014). La presión para que España gaste más en Defensa, y si es posible en material estadounidense, no decaerá con Biden.

Es uno de los asuntos capitales para Washington: «Los gobiernos y empresas que suministren 5G deben ser de democracias transparentes», tal y como expresó en una entrevista con ABC el embajador estadounidense, Duke Buchan III . Este asunto se inserta en la guerra tecnológica que EE.UU. libra con China. Es lógico que Biden prosiga en esta línea, habida cuenta de los intereses económicos y tecnológicos que están en juego. Es la nueva Guerra Fría global.