Cameron suprimirá las ayudas a los parados que rechacen ofertas laborales
Temor a que se desencadene un «invierno del descontento» como el que sufrió Thatcher
EMILI J. BLASCO
El Reino Unido teme el desencadenamiento de una ola de protestas sociales contra el drástico plan de austeridad puesto en marcha por el Gobierno británico y que ayer conoció un nuevo recorte en relación al seguro de desempleo. La jornada de violencia protagonizada el miércoles ... por estudiantes universitarios contra la sede del Partido Conservador (50 detenidos, 41 agentes heridos y graves daños en la entrada del edificio) podría ser solamente el principio de un «invierno del descontento», como se conocieron los conflictos sociales y laborales del invierno de 1978-79, muy presentes en la mente de los británicos.
Justo al cumplirse seis meses desde su formación, el Gobierno de coalición de conservadores y liberal-demócratas ha tenido su primera contestación en la calle. Nick Clegg, viceprimer ministro y líder liberal, con capital político más en juego y a quien se le puede complicar la situación dentro del partido, ha tenido que lamentar el haber prometido durante la campaña electoral que no aumentarían las tasas universitarias.
«Tenía que haber sido más cuidadoso», afirmó Clegg, después de que el miércoles por la noche algunos manifestantes acudieran a la puerta de su casa para protestar por los recortes. Un «meaculpismo» que también ha entonado la Policía por no haber estado mejor preparada ante los incidentes.
El hecho de que la ocupación de la sede «tory» en una batalla campal con los agentes policiales fuera llevada a cabo por un grupo de radicales, que algunas fuentes relacionan con medios anarquistas, y que la acción fuera condenada desde todos los sectores sociales, incluido el Sindicato Nacional de Estudiantes convocante de la manifestación, sugiere que la mayor parte de la población británica no está por actitudes viscerales. Por lo demás, según han recordado algunos analistas, el «invierno del descontento» de los años setenta supuso el fin del laborismo y el advenimiento de Margaret Thatcher. Y Thatcher no fue más dura en cuanto a recortes que lo está siendo el actual Gobierno de coalición que han formado «tories» y liberales.
Cameron, en el G-20
Como mero desorden público lo ha considerado el primer ministro, David Cameron, que desde Corea del Sur, donde se encuentra para asistir a la cumbre del G-20, calificó de «inaceptable» la irrupción en la sede conservadora, sin entrar a valorar la cuestión de la posible inquietud entre los jóvenes por la sustancial elevación de las matrículas universitarias. «Las protestas son parte de la democracia, pero la violencia que rompe la ley, no», declaró.
En cualquier caso, la movilización de 52.000 estudiantes, un numero mayor de lo esperado en un principio, contra el aumento de las tasas universitarias (su máximo de 3.000 libras anuales pasa a 6.000, pudiendo incluso llegar a las 9,000) muestra que hay base para las medidas del Gobierno sean cuestionadas en la calle. La presidenta del sindicato estudiantil de la Universidad de Londres, Clare Simon, ha predecido una creciente ola de contestación de cara a la aprobación en los Comunes del incremento de las matrículas universitarias. Por su parte, los grandes sindicatos ya avisaron en septiembre, antes de conocer los detalles del plan de austeridad, que procederían a huelgas masivas.
La mayor remodelación del sistema de subvenciones desde la creación de Estado del Bienestar, en los años 40, no va a traer mayor tranquilidad entre la población, aunque el Gobierno insista en que los afectados se verán beneficiados, siempre que estén dispuestos a trabajar. En un mismo paquete se van a poner una treintena de prestaciones relacionadas con el trabajo, como el propio seguro de desempleo y las ayudas por vivienda y por hijo, según la presentación hecha ayer en los Comunes por el ministro de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan Smith.
El nuevo planteamiento es obligar al parado, que en el Reino Unido cobra el desempleo indefinidamente, a que acepte ofertas de trabajo que la Administración le sugiere por considerar que se adecúan a su perfil. Así, si un parado rechaza una primera oferta o se niega a presentar su solicitud a una plaza dejarán de percibir durante tres meses las 64 libras por semana (unos 300 euros al mes) asignadas por desempleo. Una segunda renuncia supondrá dejar de recibir la suma durante seis meses, y durante tres años si existe un tercer «no». El parado tampoco podrá negarse a partir de ahora a realizar trabajos comunitarios no retribuidos, a los que se le obligará de vez en cuando para que no pierda el hábito de trabajar.
Trabajadores extranjeros
Duncan Smith destacó el mal endémico que ha supuesto en la sociedad británica la cultura de la subvención. Así, indicó que mientras el 70 por ciento de los cuatro millones de nuevos puestos de trabajo creados anualmente en los años de bonanza económica han sido para trabajadores extranjeros, 4,5 millones de británicos han continuado viviendo de subvenciones. «Las empresas tienen que traer gente de fuera porque nuestro sistema del bienestar no anima ni ayuda a que los de aquí ocupen esos puestos», manifestó el ministro de Trabajo.
El Parlamento británico también trató ayer sobre los disturbios del día anterior. Nick Herbert, responsable de los asuntos policiales en el Ministerio del Interior, aseguró que los violentos fueron un pequeño grupo de una cincuentena de individuos. La mayoría pudieron ser detenidos y luego fueron puestos en libertad bajo fianza a la espera de analizar posibles cargos criminales.
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