Bolsonaro se enfrenta a la inhabilitación en Florida

Sobre la visita del nuevo presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, a Joe Biden en la Casa Blanca la semana pasada, planeó la incómoda presencia del huésped de Florida. Los presidentes no hablaron del tema en público, pero sí hicieron chanzas sobre su amistad con Donald Trump y el gusto de los dos por las 'fake news', o 'noticias falsas'. [Ambos, Trump y Bolsonaro, son hoy en día dos de los residentes más célebres de Florida]. Lo cierto es que un nutrido grupo de demócratas en el Capitolio le ha pedido a Biden que investigue en qué situación migratoria se halla Bolsonaro y que facilite su repatriación para enfrentarse a posibles cargos por incitar a la insurrección en Brasilia del 8 de enero.

De hecho, hay hasta un proyecto de ley en el Senado, presentado por el demócrata Dick Durbin que le denegaría visado de entrada a EE.UU. a «cualquiera que dañe la legitimidad y transparencia de procesos electorales». Según explica el senador Durbin, «el 8 de enero, mientras se hacía selfis con sus partidarios en Florida, miles de sus seguidores de extrema derecha irrumpieron violentamente en el palacio presidencial, el Congreso y el Tribunal Supremo de Brasil, rompiendo ventanas e hiriendo a decenas de policías. Fue una vergüenza y un asalto a la democracia no sólo en Brasil, sino en todo el mundo».

De Biden, que no ha dicho nada aun del asunto, depende de momento Bolsonaro, un giro curioso, pues el brasileño despreció al estadounidense sin reparos cuando este ganó las elecciones presidenciales de 2020, posponiendo la llamada de rigor hasta plazos faltos de toda cortesía y resistiéndose hasta el último minuto a viajar a Los Ángeles el año pasado a una cumbre de líderes del continente americano.

El equipo de Bolsonaro ha dicho que este ya prepara su regreso a la política en su país, pero según reveló la semana pasada el diario 'Folha de S. Paulo', el Supremo Tribunal Federal tiene ante sí la posibilidad de inhabilitarle para el cargo por su papel en la insurrección y el hecho flagrante de que en la casa de un ministro de Justicia suyo se hallara un plan para invalidar las elecciones del año pasado.

Bolsonaro aterrizó en Florida el 30 de diciembre, para ausentarse de Brasilia el día en que Lula iba a tomar el poder. Llegó como presidente, y por tanto con visado diplomático, y se quedó después, solicitando que le ajustaran el visado a turista, sin más. Se queda alquilado en la casa de un luchador profesional brasileño, José Aldo, quien ha dicho en entrevistas que esto para él es una oportunidad de negocio para revalorizar la casa, y que no se mete en política. La residencia, según Aldo, tiene nueve cuartos y sala de cine. Está decorada con motivos Disney, y en el garaje cuelgan algunos de sus trofeos en forma de cinturones.

Tampoco es de lo más lujoso que hay en Florida, y desde luego no se acerca a los niveles de opulencia de las mansiones Trump. Si Bolsonaro quiere usar la piscina y las pistas de tenis, cosa que no parece haber hecho, debe ir al club social comunitario. De momento, el expresidente ha hecho vida normal: se le ha visto desayunando, cenando y comiendo en restaurantes cercanos, ha salido a pasear, y, sobre todo, se ha hecho fotos, muchas fotos, con los seguidores que siguen yendo a visitarlo a diario, como quien se planta a las puertas de la casa de algún rey del pop.

Todo esto, le ha costado al erario brasileño 795.000 reales, o 143.000 euros al cambio actual, pues Bolsonaro, como expresidente, sigue teniendo un pequeño destacamento de seguridad. Su mujer, Michelle, ya regresó a finales de enero a Brasilia con su hija Laura, de 12 años, dejando al expresidente solo, con las visitas ocasionales de sus hijos mayores, metidos en política, y dos guardas de seguridad. En Brasil, a Bolsonaro le esperan 29 causas judiciales, incluida, la última, por supuesta autoría ideológica de la insurrección e intento de golpe del 8 de enero.

A Lula, de puertas adentro, le conviene mantener el fantasma de regreso de Bolsonaro vivo, más tras la insurrección, y lo sigue mencionando a cada paso, con una clara preferencia por llamarle «genocida» por el alto número de muertes por coronavirus –casi 700.000– durante su mandato. La Contraloría General de la República, órgano fiscal, además ha hecho públicos los registros de vacuna del expresidente, saltándose las normas que impiden la revelación de información privada, pues en este caso, al parecer, hay registros de que Bolsonaro se vacunó el 19 de julio de 2021, cuando invitaba a los brasileños a no hacerlo. [Cabe la posibilidad, según la Contraloría, de que el registro fuera falsificado].

La prensa brasileña ha publicado que Bolsonaro tiene intención de volver a su país en marzo, para liderar la oposición a Lula. Será después de un viaje a Washington, donde tiene intención de participar en la conferencia de votantes conservadores Cpac, en la que coincidirá, de nuevo, con Trump, y a la que antes de la pandemia fueron invitados los líderes del partido español Vox, entre ellos Santiago Abascal.