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Guterres y Trump, unidos por la reforma de la ONU

El presidente de EE.UU. da un espaldarazo a los planes reformistas del secretario general de la ONU, a la que acusa de estar lastrada por «burocracia y mala gestión»

Donald Trump acerca un brazo a Antonio Guterres en la sede de Naciones Unidas Reuters
Javier Ansorena

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António Guterres y Donald Trump son la nueva extraña pareja de la diplomacia internacional. El secretario general de la ONU y el presidente de EE.UU. no pueden ser más distintos pero este lunes escenificaron su sintonía para impulsar la reforma de la ONU, una apuesta en la que sus intereses confluyen. Guterres es un político de carrera, dirigente histórico socialista, ex primer ministro portugués y con una amplia experiencia en relaciones internacionales gracias a su cargo de Alto Comisario de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que desarrolló entre 2005 y 2015. Trump ha basado su ascenso a la Casa Blanca en el hecho de ser un «outsider» político, se le ve incómodo en las grandes reuniones de la comunidad internacional y ha amagado con renunciar al liderazgo de EE.UU. en esfuerzos multilaterales a nivel global en favor de la idea del «América primero». A pesar de esas diferencias, ambos coinciden en un diagnóstico general de la ONU: es un mastodonte burocrático, ineficiente y deficitario que requiere cambios.

Guterres y Trump llegaron a sus cargos el pasado enero y esta semana se estrenan en el Pleno de la Asamblea General de Naciones Unidas. El lunes aparecieron juntos para apoyar el proceso de reformas de la ONU que defiende Guterres y que cuadra con algunas de las ideas que Trump ha expresado sobre la organización internacional. El nuevo secretario general se impuso de forma sorprendente en las elecciones a este puesto del año pasado, en parte gracias a su apuesta reformista, que ya había aplicado durante su estancia en Acnur, donde consiguió reducir los costes estructurales, ser más eficiente y dedicar más fondos al apoyo a los refugiados.

«En los últimos años, la ONU no ha alcanzado su pleno potencial por culpa de la burocracia y de la mala gestión», criticó Trump en una intervención corta, de apenas cinco minutos, en un acto celebrado con representantes de estados miembros que apoyan los planes de reforma de Guterres. Trump dio un espaldarazo a estos planes y al secretario general, del que alabó su «gran visión de reforma» y a quien animó a «utilizar plenamente su autoridad para atajar la burocracia, reformar sistemas anticuados y tomar decisiones firmes para promover la misión central de la ONU».

El presidente de EE.UU. no perdió la oportunidad para hablar de uno de los asuntos que más le incomodan de la ONU: su financiación. «Debemos asegurarnos de que ninguno de los estados miembros acarree una carga desproporcionada, ya sea en lo militar o en lo económico», advirtió. «También pedimos que todas las misiones de paz tengan objetivos claros y formas de evaluar su éxito».

Trump exigió a los otros países miembros que se atrevan a «cambiar las cosas como se hacían hasta ahora y a no quedarse anclados en las formas del pasado que no funcionan».

EE.UU. y otros 127 países han firmado una declaración de apoyo a los planes de reforma de Guterres . En ella, la Administración Trump defiende que el secretario general tenga más poder frente a la Asamblea General de la ONU -donde cada país tiene un voto- para ser más efectivo en el cumplimiento de la misión de la organización, que se reparta mejor el presupuesto para su financiación -EE.UU. soporta cerca del 22%-, que las misiones de paz se dediquen más a la prevención y a la mediación y que la organización se apriete el cinturón.

«Debemos ser ágiles y efectivos, flexibles y eficientes», reconoció Guterres en su discurso, en el que señaló a la burocracia, a las «estructuras fragmentadas» y a los «procesos bizantinos» como parte de los problemas que lastran el funcionamiento de la ONU.

«Estamos consiguiendo progresos para llevar a cabo un audaz y amplio programa de reformas para fortalecer a la ONU», insistió. Este programa, del que ofreció un borrador a principios de julio y que deberá ser detallado a finales de este año, incluye la mejora de la financiación para objetivos de desarrollo, avanzar en la coordinación de las equipos de la ONU en cada estado miembro, diferenciar los roles de los coordinadores en cada país con los de los representantes del Programa de Naciones Unidas para Desarrollo (PNUD), eliminar duplicidades burocráticas, centralizar las tomas de decisiones y recortar el número de oficinas y plantillas en cada estado miembro.

Por otro lado, la reunión de esta semana en Nueva York servirá para volver a tratar la reforma del Consejo de Seguridad , el organismo con mayor poder en la ONU. Desde hace décadas, se debate la ampliación del número de miembros permanentes del organismo. Su composición no se ha tocado desde 1965, los cinco miembros permanentes son EE.UU., Rusia, China, Reino Unido y Francia. Potencias emergentes como India -que obtuvo el apoyo de Barack Obama para conseguirlo-, Pakistán, México o Brasil se han postulado para esa ampliación, al igual que otras potencias consolidadas como Japón o Alemania. Las perspectivas de cambios en este club exclusivo -los cinco miembros permanentes tienen derecho de veto- son escasas. EE.UU. podría plantearlo como moneda de cambio para imprimir reformas consecuentes en la gestión de la ONU, pero los otros cuatro miembros no tienen mucho que ganar: China no vería con buenos ojos la llegada de rivales regionales como Japón o India, mientras que Rusia, Reino Unido y Francia solo verían su papel más aguado con nuevos miembros.

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