El suicidio del campo francés
Sigue creciendo cada año el número de agricultores galos que se quitan la vida, desesperados por la decadencia de un medio rural que también se resiente por los efectos de la pandemia del Covid-19
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Iniciar sesiónLa crisis del coronavirus ha agravado una histórica tragedia nacional: un agricultor francés se suicida cada día . El sindicato Coordinación Rural ha dirigido un llamamiento solemne al presidente de la República, Emmanuel Macron , analizando la tragedia de este modo: «2020 ha sido ... un año nefasto, con una caída generalizada de los precios. Para los agricultores modestos, que trabajan en zonas aisladas, ha sido un drama diario: endeudados, sin clientes, sin poder vender sus productos perecederos, muchos hombres y mujeres han vivido angustiados, solos. Más pobres y rotos los lazos sociales que los unían al café o el bar del pueblo, sin poder buscar nuevos mercados en las ciudades confinadas. De ahí el crecimiento de la desesperación rural».
La Mutua social agrícola, responsable de la seguridad social de los agricultores franceses, se ha dirigido al Gobierno y la Asamblea Nacional, insistiendo en el agravamiento de la tragedia en curso. La Federación Nacional de Explotaciones Agrícolas, primer sindicato agrario francés, y Solidaridad Agricultores, han confirmado un incremento «espectacular» de las llamadas de socorro urgente.
En 1955, 6,2 millones de franceses eran agricultores. En 1982 solo quedaban 1,6 millones. Según las estadísticas oficiales, en el año 2000 había 764.000 propietarios de explotaciones agrícolas. Cifra que fue descendiendo a 605.000 (2010) y 564.000 (2016), para seguir reduciéndose a 400.000 en 2019. La agricultura nacional sigue siendo un sector estratégico, bien implantada en la nueva geografía del comercio mundial. Pero la nueva agricultura, más industrial, más «química», con explotaciones más grandes, ha crecido en detrimento de la «vieja» agricultura del paisaje tradicional de Francia .
«La crisis ha aumentado las deudas y ha alejado o reducido las relaciones, agravando la sensación de aislamiento»
Alain Lalande
Agricultor de Ain
Esa metamorfosis está cambiando las raíces demográficas, sociales, económicas, culturales y humanas de la nación. Incluso se ha convertido en un espectáculo de masas. Entre las películas más taquilleras de Francia en el invierno de 2019, en vísperas de la pandemia, estuvo «En nombre de la tierra», dirigida por Edouard Bergeon , interpretada por Guillaume Canet y Anthony Bajon , que vendió dos millones de entradas, en tercer puesto nacional, después de «¿Qué hemos hecho al buen Dios» (6,7 millones de entradas) y «Terminaremos juntos» (2,8 millones). El éxito de taquilla de «En nombre de la tierra» sorprendió al productor, el director, los intérpretes y los distribuidores.
La Francia profunda
Nadie esperaba tan buena aceptación popular para una película amarga, cruda, dramática, que cuenta la historia del suicidio de un agricultor. Ese «espectáculo» fascinó sobre todo a la Francia profunda, la Francia periférica, la Francia agrícola, la Francia de los pequeños pueblos de menos de 10.000 habitantes, que son la inmensa mayoría de una nación que tiene 36.000 municipios.
El primer sorprendido y emocionado ante el triunfo de «En nombre de la tierra» fue su director, Edouard Bergeon, que llevaba muchos años esperando poder realizar la película que cuenta, en cierta medida, la historia de su propio padre, un agricultor francés que se suicidió bebiendo un pesticida. Suicidio altamente simbólico, cuya historia está filmada, a caballo entre el documental y el drama rural.
«El fenómeno del suicidio de nuestros agricultores necesita medidas más enérgicas que la creación de más asistentes sociales»
Bernard Lannes
Agricultor de Gers
Bergeon denuncia que el suicidio diario de agricultores es «un delito de no asistencia a persona en peligro de muerte. Mi padre era agricultor y, como muchos otros agricultores, terminó suicidándose. Desde hacía muchos años, desde el 31 de marzo de 1999, el día del suicidio de mi padre, esperaba realizar una película contando esa historia. Era un hombre fuerte, que tenía muchas ideas y amaba su trabajo. El sistema en el que se había visto precipitado acabó destrozándolo». Según el cineasta galo, «son los agricultores, los campesinos, quienes nos dan de comer y llenan nuestros platos de comida, sana. Espero que muchos espectadores, que son consumidores, terminen planteándose preguntas sobre la manera en que viven, se angustian y mueren muchos de nuestros agricultores, cuando nosotros nos vamos a comprar muy lejos productos que no sabemos cómo se han producido».
«Una realidad muy dura»
Bergeon teme que la realidad sea mucho más dramática de lo que cuentan las estadísticas: «El Gobierno y las instituciones eluden el problema, que solo abordan, a su manera, los sindicatos y asociaciones gremiales. El Ministerio de Agricultura llegó a decirnos que no controlaban completamente el problema. A mi modo de ver, las cifras conocidas están por debajo de una realidad muy dura», remata.
El año de la pandemia, 2020, ha agravado esa sucesión de tragedias encadenadas: la caída de los precios ahonda en la pobreza; el aislamiento físico amplía la soledad; la pérdida de clientes, en el pueblo, en la ciudad, en los mercados de la distribución, empeora la incertidumbre, con un sentimiento de impotencia, individual, familiar. Todos los sindicatos agrícolas comparten el mismo análisis. «Entre nuestros asociados más modestos, la fragilidad o caída de los precios ha coincidido con un incremento del endeudamiento. La prolongación de la crisis y el cierre de mercados ha incrementado las deudas, que nuestros asociados más modestos han percibido impagables, cadenas atadas al cuello», comenta un portavoz de la Federación Nacional de Explotaciones Agrícolas. «Nosotros hemos intentado seguir en contacto con nuestros asociados. Todos nos comentan el mismo problema de fondo: la crisis ha aumentado las deudas y ha alejado o reducido las relaciones humanas, agravando la sensación de aislamiento sin futuro», comenta Alain Lalande, un agricultor del departamento del Ain, miembro de Solidaridad Agricultores.
Raíces profundas
En efecto, la pandemia ha agravado un drama rural que tiene raíces históricas muy profundas. En su día, el presidente Macron pidió a Olivier Damaisin , un diputado de su partido, un informe sobre el drama del suicidio de los agricultores, para poder dar una respuesta eficaz a la tragedia en curso. Damaisin terminó y transmitió a mediados del mes de diciembre pasado su informe, proponiendo algunas medidas para combatir la crisis, humana, social, histórica: crear una «plataforma de escucha» para los agricultores con problemas; crear y movilizar un cuerpo de «centinelas» de las crisis humanas del campo francés; coordinar con más eficacia las ayudas al sector; acompañar a los agricultores con problemas; comunicar positivamente sobre la agricultura nacional; financiar con mayor eficacia y menos burocracia los problemas en suspenso de una agricultura que afronta retos de nuevo cuño, en los mercados nacionales e internacionales…
El Senado ha hecho suyo el informe de Olivier Damaisin, y lanzó a finales del mes de diciembre pasado una «consulta nacional» a través de internet pidiendo la participación de los agricultores franceses, invitándolos a contar sus problemas por lo menudo … iniciativa respetada por sindicatos y asociaciones de agricultores, profundamente escépticos. Bernard Lannes, agricultor en el departamento del Gers, y presidente del sindicato Coordinación Rural, la comenta de este modo: «Todo eso de crear “centinelas” que anuncien e informen sobre las crisis en curso está muy bien, claro, pero bueno… la crisis es muy profunda y las instituciones funcional mal. La Mutua social agrícola tiene problemas para pagar las cotizaciones sociales. Los bancos tienen que afrontar la crisis de sus clientes muy endeudados y con pocas posibilidades de pagar sus deudas. Las cooperativas tienen dificultades para afrontar los problemas de sus miembros. Cuando las deudas se acumulan, cuando precios y mercados están hundidos, está muy bien que alguien dé alertas, pero bueno...». En su opinión, «la crisis del suicidio de nuestros agricultores necesita medidas más enérgicas que la creación de nuevos asistentes sociales. El confinamiento es muy duro para la gente de las grandes ciudades. Pero puede ser un drama para los agricultores empobrecidos, aislados y sin perspectivas».
«El Gobierno elude el problema, pero el suicidio de agricultores es un delito de no asistencia a personas en peligro de muerte»
Edouard Bergeon
Director de cine
Agricultura y agricultores quizá sean asignaturas pendientes de Emmanuel Macron. En febrero del año pasado, en vísperas de la propagación de la pandemia, el presidente de la República visitó el Salón de la Agricultura, la gran cita anual del campo francés con los presidentes y gobiernos de Francia. Fue una cita fallida. Macron tuvo que ser protegido por los «gorilas» de su servicio de seguridad, cuando varios grupos de agricultores le acusaban de ser «el presidente de los ricos», gritando «¡dimisión!», y planteándole, a cara de perro, el problema nacional de los suicidios de agricultores.
Con cierto retraso
Macron «descubría» la insondable crisis del suicidio de los agricultores con cierto retraso, tratándose de un drama denunciado regularmente por las asociaciones gremiales, incluso por personalidades aisladas. Patrick Maurin , jubilado, antiguo concejal de Marmande (18.000 habitantes), una pequeña ciudad del suroeste, lleva muchos años realizando una peregrinación anual desde su pueblo a Lourdes, para intentar sensibilizar a la opinión pública. Este año, Maurin comenzará su sexta peregrinación a finales de febrero y ha conseguido ayuda de la Cámara de Agricultura de Burdeos para organizar una gran reunión de los agricultores franceses, a primeros de octubre, con el fin de manifestar la solidaridad corporativa con los colegas angustiados por la crisis.
En el terreno de las iniciativas individuales, Guillaume Canet , el actor protagonista de «En nombre de la tierra», la película dirigida por Edouard Bergeon, ha escrito al presidente Macron, al Parlamento Europeo y la Comisión Europea para intentar sensibilizarlos de una crisis que quizá vaya mucho más allá de las fronteras nacionales, razonando su iniciativa de este modo: «El suicidio de un agricultor es una tragedia humana, de entrada. Pero también es una tragedia colectiva. Todos debemos comprender que, tras los suicidios, estamos asistiendo a un cambio radical de modelo agrícola. Incluso nuestros consumidores debieran comprender que nuestros platos de comida tradicionales, nuestros restaurantes, el alimento de nuestras familias, también se verá afectado por las nuevas agriculturas mundializadas, acostumbrándonos a comer cualquier cosa, que viene de no sé donde y ha sido producida en condiciones que desconocemos», afirma Bergeon. Y zanja con una terrible reflexión: «Suicidándose, nuestros agricultores nos están diciendo cosas muy profundas, sobre ellos, sobre nosotros, sobre nuestra historia y nuestro futuro».
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