Monjes tibetanos desafían a China ante los periodistas
PABLO M. DÍEZ CORRESPONSALPEKÍN. Estaba todo previsto para que fuera un viaje como la seda y donde un reducido grupo de periodistas extranjeros, que por ley tienen prohibido ir al Tíbet, pudieran
Estaba todo previsto para que fuera un viaje como la seda y donde un reducido grupo de periodistas extranjeros, que por ley tienen prohibido ir al Tíbet, pudieran descubrir la «verdad» -al menos oficial- de los disturbios que sacudieron a su capital, Lhasa, el 14 ... de marzo. Pero, como la realidad no se puede inventar por muchos soldados que lo intenten, al régimen chino le salió el tiro por la culata y un grupo de monjes «reventó» ayer esta visita de corresponsales internacionales meticulosamente planificada por Pekín.
Tal y como informó la agencia de noticias AP, uno de los medios presentes en el viaje, unos 30 monjes interrumpieron el recorrido previsto en el templo de Jokhang, uno de los más famosos de Lhasa, y acusaron al Gobierno chino de mentir sobre la revuelta tibetana y de violar la libertad religiosa y de expresión. «¡Os están engañando! ¡Queremos al Dalai Lama! ¡Tíbet no es libre!», gritaron los monjes para sorpresa de las autoridades y deleite de los reporteros extranjeros.
Hasta ese momento, la visita se había basado en buenas dosis de propaganda oficial. Entre ellas, destacan la visita a comercios atacados de la etnia Han, la mayoritaria en el país, y al colegio número dos de Lhasa, muy cerca del mercado de Ramoche donde comenzaron los disturbios más graves que ha vivido el Tíbet desde 1989.
Pero, justo cuando todo parecía indicar que la capital de esta región del Himalaya había recuperado la normalidad gracias al potente despliegue del Ejército, los monjes budistas desafiaron al Gobierno chino para denunciar que la «versión oficial» casi nunca suele ser la verdadera.
«El Ejército ha vigilado los templos y palacios para que no pudiéramos salir y los soldados sólo se han retirado la noche de antes para dar buena impresión», explicó uno de los «bonzos», quienes, utilizando el mandarín, denunciaron que el régimen chino había elegido como entrevistados a monjes budistas que no eran partidarios del Dalai Lama, sino miembros del todopoderoso Partido Comunista.
Además, los «bonzos» negaron que su máxima figura política y espiritual, que se encuentra exiliado en la ciudad india de Dharamsala desde 1959 y ganó el Premio Nobel de la Paz en 1989, se hallara detrás de los violentos disturbios.
Mientras continúa la represión en el Tíbet, el presidente de Estados Unidos, George Bush, ha instado a su homólogo chino, Hu Jintao, a establecer una negociación directa entre Pekín y el Gobierno tibetano en el exilio.
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