ENTREVISTA
Luis Carrión: «Ortega está asentado sobre la fuerza represiva policial. Está actuando como un jefe mafioso»
Excomandante sandinista, camarada del presidente en la lucha contra Somoza, ha huido de la ola represiva en Nicaragua que ha llevado a prisión a precandidatos a la Presidencia, líderes opositores, empresarios y periodistas
El excomandante sandinista Luis Carrión, miembro de la junta directiva del partido Unamos, en 2019
Luis Carrión Cruz (Managua, 1952) es uno de los nueve comandantes que lideraron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que combatió contra la dictadura de Somoza en los años 70. Lo hizo junto al ahora presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Durante el primer ... gobierno de este, Carrión ejerció los cargos de viceministro de Interior (1980-1987) y ministro de Economía (1988-1990).En los años 90 decidió alejarse del sandinismo por discrepancias con el FSLN y la evolución del propio Daniel Ortega, que lideró el país entre 1979 y 1990, y recuperó el poder en 2007. Carrión se sumó al partido Unión Democrática Renovadora (MRS), una escisión del FSLN, fundado en 1995 por el vicepresidente (entre 1985-1990) y escritor Sergio Ramírez . El MRS pasó este año a denominarse Unión Democrática Renovadora (Unamos), formación contra la que Ortega ha desatado una ola de detenciones, que se suman a las de precandidatos a la Presidencia (en total cinco), que concurrían a las elecciones del 7 de noviembre, líderes opositores, empresarios, periodistas y activistas. Unos comicios en los que el presidente de Nicaragua espera lograr su cuarta reelección de manera consecutiva.
«Secuestro» o exilio
La policía orteguista en apenas unos días ha «secuestrado, porque su familia no los ha podido ver», subraya Carrión, a media docena de directivos y militantes de Unamos. Entre ellos se encuentran algunos excamaradas de Ortega, exguerrilleros históricos, como Hugo Torres (que sacó de la cárcel a Ortega en 1974), Dora María Tellez y Víctor Hugo Tinoco, que en su día ocuparon cargos junto al líder sandinista. Otros miembros del partido han decidido exiliarse. El último caso ha sido el de Carrión, quien tras verse acosado en su casa por «motoristas» y «policías», y de vigilar «a mis familiares, tratando de ubicar dónde estaba yo», el pasado martes anunciaba en su cuenta de Twitter su marcha: «Mi esposa y yo hemos salido del país para continuar la lucha por la democracia en Nicaragua y la libertad de todos los presos políticos». Es la segunda vez que Carrión se ve obligado a abandonar el país: la primera fue durante la dictadura de Somoza; ahora ha sido para evitar ser detenido por aquel junto al que luchó para derrocarlo y que décadas después ha vuelto a conducir al país a otra dictadura.
Este viernes, desde algún lugar que prefiere no revelar, ABC habló con el excomandante Luis Carrión sobre los sucesos de los últimos días y la deriva autoritaria de Nicaragua.
Usted, desde los años 90 ha sido muy crítico con Daniel Ortega. Postura que volvió a refrendar tras la represión contra las protestas de 2018. ¿En algún momento imaginó que llegaría a este punto de represión, violando todas las reglas democráticas?
No. Yo esperaba que Ortega inhibiera a una serie de aspirantes presidenciales y que dejara como posibles candidatos solamente a aquellos que él quisiera. Pero no imaginé que los iba a capturar. Obviamente ha habido un giro, porque esta represión no tiene por objetivo solo eliminar a cualquier competencia de cara a las elecciones de noviembre; sino que también tiene el de descabezar a la oposición cívica, intimidar a la población, al sector privado –hay una persecución contra líderes de la empresa privada–, y obviamente a los periodistas. Ortega quiere silenciar el país, que la única voz que se oiga sea la de sus corifeos. Que haya las menos voces disidentes posibles.
«Ortega quiere silenciar el país, que la única voz que se oiga se la de sus corifeos. Que haya las menos voces disidentes posibles»
La segunda oleada de arrestos fue contra los excamaradas que lucharon junto a Ortega y hace años le abandonaron. Hoy están agrupados en el partido Unamos. ¿Es una venganza del presidente?
Unamos en su origen nace de una separación del Frente Sandinista, pero realmente a estas alturas es más que la disidencia sandinista. Tres de las personas capturadas tienen poco más de 40 años, eran niños cuando tuvo lugar la revolución. Nunca formaron parte de ella. Pero sí es cierto que desde que empezó la protesta cívica, en 2018, Ortega puso el foco en el MRS, como nos llamábamos en ese momento. Y nos acusó de todo lo que pasaba en el país, de toda la actividad que ocurría contra él: de canalizar dinero de la CIA, de organizar toda la sublevación... Hay un elemento de venganza. A él le arde profundamente que una de las voces más fuertes y más escuchadas de su régimen provenga de quienes estuvimos a su lado, hace muchos años atrás. Ahí hay un elemento de odio, y de venganza, porque ninguna directiva de otra organización o partido ha sufrido tantas detenciones. Por eso, hay algo personal.
Foto histórica, con Humberto Ortega (izquierda), Luis Carrión (centro) y Daniel Ortega
¿Ortega ha roto ya todos los puentes para que haya unas elecciones democráticas?
Absolutamente. Cuando faltan cinco meses, estamos con candidatos presos, con partidos con su personalidad jurídica suspendida, con una represión generalizada, con la suspensión prácticamente del ejercicio de los derechos políticos de los ciudadanos, con unas reformas electorales regresivas, haciendo más difícil todo para los partidos de la oposición... Ortega está enterrando las elecciones del 7 de noviembre. Una crisis que no se va a resolver si no se libera a los presos políticos y si no se crean las condiciones verdaderamente necesarias para una elecciones correctas. Si no cesa la persecución y la represión esos comicios no tendrán ninguna credibilidad. El mundo ya se está percatando de eso.
Usted ha declarado que el presidente está utilizando a los presos para negociar con EE.UU...
Los está utilizando como rehenes. De hecho ya lo ha manifestado por varias vías: que si él va a hablar es con EE.UU., que no lo va a hacer con nadie en el país... En segundo lugar, porque Ortega, en su mentalidad, cree que lo que ocurre en Nicaragua es porque quiere EE.UU. que ocurra. No es capaz de entender que lo que sucede en el país es el resultado de sus propias acciones criminales. Él piensa que tal vez puede haber una negociación en la que intercambiar sanciones por rehenes políticos, y de esa manera trastocar la agenda de una eventual negociación, que sería la de defender la democracia en Nicaragua y que incluiría evidentemente la libertad de los presos políticos, el cese de la represión y elecciones justas.
«Ortega piensa que tal vez puede haber una negociación con EE.UU. en la que intercambiar sanciones por rehenes políticos»
¿Ortega se está mirando en el espejo de Nicolás Maduro?
Ortega está haciendo un modelo similar al de Venezuela, que está basado, casi exclusivamente, en el uso de la fuerza y el poder represivo. Obviamente Ortega está observando a Venezuela, y una de las cosas que le alienta a seguir este camino es que ha visto que Venezuela, que lleva muchos años siendo como paria ante la comunidad internacional, esta no ha podido sacar a Maduro del poder. Sigue ahí. Y Ortega piensa que si Maduro puede hacerlo, él también. Esto prueba que la comunidad internacional no tiene suficientes recursos para sacarlo. Eso alienta a Ortega. Si Venezuela se abre a una negociación, eso posiblemente deje un poco descolocado a Ortega.
¿Qué medidas debería tomar la comunidad internacional para frenar lo que está sucediendo en Nicaragua?
Lo primero que quiero decir es que la reacción de la comunidad internacional ha sido tardía. El momento para actuar con más fuerza fue en 2018, que era cuando Ortega estaba en una posición más crítica, más débil. Sin embargo, los procesos de los organismos fueron lentos y algunos no nos creían, y no se atrevían a utilizar la palabra dictador para referirse a él. Ahora vemos que hay un renovado interés en la situación de Nicaragua, tras los sucesos contra la oposición. Por otra parte, Ortega no entiende de palabras corteses, la única manera que entiende es bajo presión. Y la aplicación de sanciones importantes contra él y su círculo puede ser un elemento fuerte de presión de la comunidad internacional. Sin ellas, no va a considerar ninguna negociación ni ningún cambio en el rumbo que ha emprendido hasta ahora.
México y Argentina tienen su propia hoja de ruta, no han apoyado la resolución de condena de la OEA, pero sí han llamado a consulta a sus embajadores. Ambos países estarían buscado la manera de actuar por su cuenta como mediadores entre Nicaragua y EE.UU. ¿Lo ve factible?
No le veo posibilidades a eso. Ortega, hasta donde yo entiendo, rechazó esas tímidas gestiones que estaban haciendo México y Argentina. No veo que acepte un intermediario con los EE.UU. aunque sean amigos o neutrales con él. No veo que eso vaya a prosperar.
Usted luchó junto a Daniel Ortega para acabar con la dictadura de Anastasio Somoza. Hoy, él mismo se ha convertido en otro dictador. ¿En qué momento se pervirtieron la lucha y los ideales revolucionarios de Ortega?
En el momento en que Ortega puso su apetito de poder por encima de todo los demás. Es difícil saber en qué momento exacto sucedió eso, pero sí puedo decirle que después de su derrota en las elecciones de 1990, él lanzó la consigna de ‘gobernar desde abajo’. Una política que consistía en sabotear, obstaculizar, crear asonadas, secuestros, grupos armados... en los primeros años de la década de los 90 para chantajear a los gobiernos: el de Violeta Chamorro, después el de Arnoldo Alemán, para forzarlos a hacer las cosas que él quería lograr. Ortega nunca abandonó el camino de la violencia ni de la fuerza como medio principal de hacer política. ¿Qué pasó en 2007? Cuando regresó al gobierno logró un entendimiento con el sector de la empresa privada, en un momento en el que el país vivía un crecimiento razonable, que continuó con Ortega, con programas sociales para sectores más marginados. Todo esto creo la sensación de que las cosas estaban bien. Mientras, él iba construyendo su dictadura, tomando cada vez un control más férreo de las principales instituciones, poniendo a la policía a su servicio, lo mismo con el poder judicial. Así poco a poco con todas las instituciones principales del país. Pero como no había protesta importante, y tenía cierta legitimidad por su alianza con la empresa privada, no se vio obligado a utilizar la fuerza represiva. Pero cuando esa situación explota, salió a la luz la verdadera naturaleza criminal del régimen de Daniel Ortega, que se ha convertido en una dictadura encabezada por él y Rosario Murillo (su esposa y vicepresidenta). Toda gira alrededor de ellos. Sus hijos tienen medios de comunicación, algunos tiene puestos en el gobierno... Es una dictadura alrededor de su familia, ni siquiera de un partido, como es el FSLN, que es una maquinaria al servicio de Ortega. Hay otros grupos que también se benefician de prebendas, pero pegados a Ortega y a Murillo. Esto se manifestó en 2018. Pero esa vocación de atornillarse al poder, y de utilizar todos los medios posibles para lograrlo viene desde el primer momento en que ellos recuperaron el poder en 2007.
El presidente nicaragüense, Daniel Ortega, y su mujer la vicepresidenta, Rosario Murillo
«Ortega nunca abandonó el camino de la violencia ni de la fuerza como medio principal de hacer política»
Lo que ha sucedido este mes de junio parece una medida desesperada de Daniel Ortega...
Ortega teme mucho que haya una reanimación de la movilización popular cívica, y en parte le preocupaba que el espacio de la campaña electoral pudiera dar lugar a una reanimación de la protesta social. Por eso estas acciones represivas también tienen el propósito de neutralizar de antemano, de ser un golpe preventivo de cualquier posibilidad de esa reanimación. Pero no es un locura de Ortega lo que está sucediendo. Él tiene su propio cálculo, su propia lógica. Pensó que estaba sufriendo muchas críticas de la comunidad internacional, y ha decidido ignorarlas asumiendo que tiene pocos recursos para presionarlo. Él mismo declaró esta semana que había pasado días mucho más difíciles. Ortega ha perdido el miedo a lo que la comunidad internacional puede hacer para presionarle. Y él está ahí por la fuerza. No está haciendo mucho para recuperar apoyos políticos, ni recomponer alianzas. Ortega está asentado sobre la fuerza represiva policial. Está actuando como un jefe mafioso.