Algunos puentes sobre el Atlántico

El presidente ha puesto todas sus cartas sobre la mesa para atajar la probable agresión rusa, con la amenaza de sanciones masivas económicas y financieras y el refuerzo de los países de la OTAN de la zona. Sobre todo, su gabinete enmienda los errores de la salida de Afganistán y de la alianza militar Aukus con Reino Unido y Australia, dos episodios en los que los europeos continentales se sintieron claramente dejados de lado. La cohesión entre EE.UU. y la Unión Europea es ahora la prioridad, con consultas continuas y pacientes de Washington con sus aliados. La diversidad de maneras de entender la relación con Rusia desde Europa, debido a distintas situaciones domésticas no arredra a la diplomacia norteamericana.

El encuentro en Pekín entre Xi Jinping y Vladimir Putin es posiblemente el punto de inflexión de la crisis. Los dos dirigentes han hecho visible su entendimiento frente a Estados Unidos. Están dispuestos a frenar lo que ellos califican de «injerencias extranjeras», e intercambian apoyos en sus reivindicaciones sobre Taiwán y Ucrania. Rusia incrementará el suministro de gas a China, reforzando la interdependencia entre las dos autocracias. Obtenido el respaldo de Pekín, Putin podría fabricar en cualquier momento un falso ataque del ejército de Kiev sobre la población rusa en el Este de Ucrania, como excusa para controlar abiertamente estos territorios e incluso ir más allá. El antiguo agente de la KGB sigue llevando la iniciativa en la crisis. A cambio, ha conseguido que se restauren algunos puentes sobre el Atlántico.