INVOCACIÓN A LOS APUS DEL MACHU PICHU
Hay países que unen la belleza afortunada de sus tierras con una penosa mala suerte a la hora de encontrar gobernantes adecuados. Aun no siendo exclusivo de América Latina, son muchos en esa zona los casos de esta historia repetida. Ahora, de nuevo, es Perú.
Simplemente en sus últimos veinte años, a la nefasta gestión de Alan García le sucedió Alberto Fujimori, que en una reñida campaña con la decisiva movilización de las cada vez más abundantes sectas religiosas, ganó las elecciones a Mario Vargas Llosa. Envuelto en su populismo vino su deriva dictatorial y su pretensión de perpetuarse en el poder hasta que sus inmoralidades propiciaron un cambio, llegando en el año 2000 al poder Alejandro Toledo.
No obstante, el nuevo gobernante muy pronto generó una notable impopularidad, sobre todo por su gran habilidad para seguir haciendo más y más promesas solo superada por su capacidad para no cumplir ninguna.
Ciertamente, durante un tiempo la sombra de Fujimori era muy alargada desde Japón, pero lo cierto es que la desolación del pueblo se extendía por todo el país.
Recientemente dio un paso más en su cadena de irresponsabilidades al nombrar Ministro de Exteriores a una persona cuya impopularidad era enorme, el hasta hace poco embajador en Madrid, Fernando Olivera. La crisis de gobierno ante el gran rechazo de este nombramiento, le llevó a sacrificar sin duelo al efímero canciller (apenas unas horas) y generó un grave vacío de poder.
La recomposición del gabinete ahora es tan solo un pequeño parche en el gran problema de la debilidad del Estado, de los partidos políticos y de la democracia en Perú, lo cual es común a otros países de la región.
El fortalecimiento institucional y representativo es algo urgente allí. Los personalismos, aderezados con demagogias populistas y poco transparentes, generan un distanciamiento del pueblo respecto a una dirigencia únicamente ocupada en sus exclusivos intereses.
Dentro de un año habrá elecciones presidenciales. Existe la alternativa de Alan García, que ha renacido de sus cenizas pero que es un gran peligro para Perú por su estela de corrupción y profunda depresión institucional y económica que generó su acción de gobierno hace veinte años. La alternativa es la sensatez, la honorabilidad y la preparación de Lourdes Flores como líder del Partido Popular Cristiano. Es patente su claridad de ideas, y con unos matices y acompañantes más centrados, puede ser merecedora de que los apus (los espíritus de los dioses mayas) ayuden a Perú.
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