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Guerra civil en el yihadismo somalí

Los enfrentamientos entre sectores pro Al Qaida y pro Estado Islámico comienzan a recrudecerse en las filas de Al Shabab

Miembros de Al Shabab REUTERS

EDUARDO S. MOLANO

Al yihadismo somalí le ha salido un nuevo enemigo. Aunque esta vez, se encuentra en casa. Los enfrentamientos entre sectores pro Al Qaida y proEstado Islámico comienzan a recrudecerse en las filas de Al Shabab, mientras aumentan las dudas en el liderazgo del grupo radical sobre a qué red terrorista global mostrar simpatías.

Y el debate no es solo dialéctico. El miércoles, Bashir «Abu Numan», uno de los caudillos partidarios en estrechar lazos con el Estado islámico y dar fin a la alianza histórica con Al Qaida, perdía la vida en los combates registrados en las cercanías de la ciudad de Saakow, en la región de Middle Juba.

La muerte de «Abu Numan» es la primera de gran perfil desde que, a finales de octubre pasado, el jeque Abdukadir Mumin, uno de los líderes espirituales de Al Shabab, anunciaba la alianza de su facción al Estado Islámico.

El golpe en la mesa del jeque Mumin, quien lidera un bando armado en la región norteña de Puntland, se producía días después de que, en su último vídeo propagandístico, la milicia de Boko Haram hubiera pedido a los rebeldes somalíes que se adhirieran al Estado Islámic o y abandonaran así su afiliación con Al Qaida.

En la grabación, distribuida en las redes sociales, militantes de Boko Haram aseguraban que «la unidad es un mayor beneficio en la lucha en el camino del Islam» y «ayudaría a derrotar a los infieles del mundo».

Sin embargo, la Amniyat, la feroz Inteligencia de Al Shabab, no está muy por la labor de facilitar este cambio de tornas. En la actualidad, los miembros pro Estado Islámico (localizados fundamentalmente en Saakow, Jamame y Badhadhe, en las regiones de Lower y Middle Juba) son en su mayoría militantes extranjeros . Aquí, resulta capital el continuo flujo de yihadistas que, en los últimos meses, prefieren unirse a los combates en Irak o Siria junto al Estado Islámico en lugar de su propio país.

Un éxodo que ha venido acompañado de numerosas muertes dentro del grupo. En enero, Yusef Dheeg, jefe de operaciones externas de la milicia armada, perdía la vida en un ataque con dron (avión no tripulado). Solo un mes antes, Tahlil Abdishakur, jefe de Inteligencia del grupo, también fallecía en otro ataque desde los cielos.

Los enfrentamientos entre facciones se producen, además, de forma paralela al anuncio por parte del Gobierno estadounidense de que ofrecerá cuantiosas recompensas a aquellos delatores que faciliten información para la captura de seis destacados líderes de Al Shabab.

Entre los principales implicados en esta subasta terrorista, de coste total 27 millones de dólares, se encuentran el actual líder del grupo armado, Abu Ubaidah «Direye» (7 millones por su cabeza), así como Mahad Karate (5 millones), a quien se acusa de ser responsable, entre otras matanzas, del asalto a una universidad en la localidad keniana de Garissa, el pasado mes de abril, que dejó 152 muertos.

En busca de identidad

Desde la muerte el pasado año de Mukhtar Abu Zubeyr, conocido como Ahmed Godane , por entonces líder de la milicia islamista, en un ataque lanzado por fuerzas armadas estadounidenses, Al Shabab sufre un profundo debate interno.

La muerte de Godane supuso entonces un serio revés para el grupo somalí, una organización tejida a imagen y semejanza de uno de los huesos duros del islamismo radical. Días después, el mando fue asumido por una corriente «de continuidad» en manos de Ahmed Diriye, conocido como «Abu Ubaidah», y antiguo consejero

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