gaza
Otra guerra para que todo siga igual
francisco de andrés
Gandhi dijo en una ocasión que el recurso a la violencia puede producir la impresión de ofrecer bienes a corto plazo, pero los males que siempre trae son permanentes.
En el caso de la ofensiva de Israel contra la Franja de Gaza no existe ni ... siquiera la impresión de que alguien vaya a obtener algún rédito a corto plazo. A menos que nos rindamos al juicio, un tanto cínico y mezquino, de que Netanyahu esperaba en realidad este momento para sacar músculo militar y ganar las elecciones adelantadas del 22 de enero.
Desgraciadamente, el choque entre Israel y el gobierno islamista de Gaza es un «déjà vu» de décadas de conflicto armado. Casi como un estímulo-respuesta, que no busca cambiar ningún statu quo, sino sólo dejar claro que Israel devuelve todos los golpes, multiplicados por toda su potencia militar.
Más sincero que el primer ministro israelí, su viceprimer ministro Dan Meridor lo ha dicho con claridad meridiana. El objetivo de la operación Pilar Defensivo «no aspira a resolver los problemas del mundo, ni de Gaza, ni siquiera de Hamás». Una admisión casi paladina de que ambas partes saben que se alcanzará una tregua cuando se colmen ciertos niveles de destrucción de vidas y de bienes, para dar un margen antes del siguiente intercambio de golpes.
Lo absurdo del pretendido choque militar entre Israel y Gaza, que hace más indecente la iniciativa bélica de Hamás con sus patéticos cohetes, está definido por las fronteras de la Franja: apenas 365 kilómetros cuadrados, 45 kilómetros de largo y 12 de ancho en el punto mayor, y millón y medio de almas aprisionadas en una de las mayores densidades del mundo, a merced de la locura de sus dirigentes locales.
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