«No hay que dramatizar, Libia no sería el primer país en adoptar la Sharía»
La diplomacia española reconstruye las relaciones bilaterales con el país magrebí tras el derrocamiento de Gadafi
«No hay que dramatizar, Libia no sería el primer país en adoptar la Sharía»
La diplomacia española empieza prácticamente de cero en la nueva Libia post-Gadafi, que «agradece» el papel desarrollado en la revolución por Madrid, implicada de forma directa en la misión de la OTAN que todavía bombardea intereses de Muamar Gadafi . En cualquier caso, ... los retos que tiene por delante la autoridad encargada de la transición son «numerosos», entiende el embajador de España en el país magrebí, José Riera (1949).
—¿Cuáles son esos retos?
—En primer lugar, acabar con el actual conflicto, lo que pasa por la completa liberación del país y saber dónde está Gadafi. En segundo lugar, implantar un clima de seguridad con el desarme o la integración de las milicias. Tercero, la reconciliación nacional, evitar juicios fuera de los tribunales y no instaurar un clima de venganza. Por último, crear el nuevo Gobierno provisional que ponga en marcha la reconstrucción del país y desarrolle la hoja de ruta marcada.
—¿Esa hoja de ruta les resulta un programa aceptable?
—Sí. Busca un proceso de paso de la dictadura a la democracia sin precipitarse, primero con un Gobierno provisional y después con la redacción de una Constitución, una ley electoral, unos comicios, un Parlamento y un Ejecutivo. Todo ello está previsto en un periodo de año y medio, pero la comunidad internacional debe ser flexible con estos plazos, pues las revoluciones no son matemáticas. Ha habido que ampliarlos en Túnez, un país que también ha vivido también una revolución y está más desarrollado a nivel institucional que Libia.
—¿Cómo serán las relaciones bilaterales de España con la nueva Libia?
—Iremos sustituyendo la ayuda humanitaria y de emergencia aportada durante la revolución, unos seis millones de euros, por otras prioridades en la reconstrucción nacional. Tenemos previsto trabajar con las nuevas autoridades en la formación de cuerpos de seguridad, seguridad fronteriza, el fortalecimiento institucional y el desarrollo de la economía del país, donde jugará un papel importante la presencia de empresas. Repsol, Gas Natural, Indra o Sacyr Vallehermoso, ya han entablado contactos con el Consejo Nacional de Transición (CNT).
—¿Qué cambios percibe en el nuevo Gobierno?
—Desde el principio, los integrantes del Gobierno provisional han tratado de marcar diferencias con el régimen al que han derrocado, e insisten en ello hasta en los pequeños detalles, como llegar a las citas con puntualidad o permitir una movilidad mayor a los diplomáticos extranjeros. Unos eran figuras relevantes del gadafismo aunque al mismo tiempo eran conscientes de los horrores del régimen, como el presidente del CNT y ex ministro de Justicia, Mustafá Abdeljalil. Otros eran exiliados que han vuelto para impulsar la revolución y que en el extranjero han sido profesores universitarios o han ocupado cargos importantes en la empresa privada. Esperemos que los ideales de esta gente que ha estado dispuesta a sacrificarse persistan. El proyecto es que estas personas acompañen a la transición y se retiren, aunque no sabemos si esto será muy realista o práctico en un país sin tradición democrática.
—¿Esperan una política exterior más abierta?
—Queremos que, a diferencia de la época de Gadafi, esta nueva Libia se integre en los organismos regionales, especialmente la Unión Por el Mediterráneo, sin por ello tener que dejar su esencia africana y árabe. En cuanto a las intenciones de las nuevas autoridades de asentar el estado sobre la ley musulmana («Sharía»), hay que desdramatizar, porque no es el primer país en el que ocurre. Y hay interpretaciones más estrictas y menos estrictas de esa ley.
—¿En qué momento se decidió reabrir la embajada?
—En el momento en que las autoridades españolas han considerado que la revolución ha triunfado en Trípoli y que las condiciones de seguridad son aceptables. Yo llegué el lunes de Bengasi, a donde me trasladé en marzo como representante diplomático ante el Gobierno rebelde, que también acaba de mudarse a la capital aunque no oficialmente. He aterrizado en una nueva vieja Libia que espero sea más democrática, más social y más abierta económicamente.
—¿Qué experiencia tuvieron sus antecesores en la embajada?
—Estaban sometidos a un régimen totalitario, con todo su trabajo muy controlado y muy poco transparente. Espero que los nuevos aires de cambio no se conviertan en una desilusión.
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