Sarkozy y Hollande, dos seductores para el mismo palacio libertino

Para Sarkozy, la erótica de la seducción política y amorosa pasa, desde la adolescencia, por la ambición , el acoso desde todos los frentes, atraído por las señoritas y señoras capaces de compartir sus anhelos de poder.

Para Hollande, la erótica de la seducción política y amorosa pasa, desde su juventud, por la retórica presuntamente humorística, el acoso indirecto, a través de los fuegos de artificio de la palabra, desplegada con temible eficacia hasta conseguir sus objetivos.

Antes de casarse en tres ocasiones y tener cuatro hijos y dos nietos, Sarkozy era un joven seductor de muy altos vuelos. Estuvo «saliendo» una temporada con Claude Chirac, la hija de Jacques Chirac , cuando éste era alcalde de París. La relación entre Claude y Nicolas se rompió muy pronto por celos fatales. Ella no podía soportar a un hombre que aspiraba al mismo puesto que su padre .

Las tres esposas de Sarkozy comenzaron siendo sus compañeras de guerra política. La primera, Marie-Dominique Culioli , es corsa. Ella no tenía las alas del ave rapaz presta a volar hacia el Elíseo. La segunda, Cécilia Ciganer-Albéniz , estaba casada con un célebre animador de televisión, un personaje que no podía competir con Sarkozy en el terreno de la ambición sin límites.

La carrera de Sarkozy hacia el Elíseo comenzó en un piso de alquiler donde Sarkozy y Cecilia se amaban lejos del lecho matrimonial. Cecilia ofició de personaje cardenalicio en la corte del joven conquistador, escalando todos los peldaños del poder, a través de sucesivos ministerios. El día que Sarkozy ganó la batalla de las presidenciales del 2007, Cecilia le confirmó que lo dejaba . Él había tenido una aventura con una periodista política, ella apareció fotografiada del brazo de su amante en una portada de Paris Match.

Huida Cecilia, a los pocos meses de instalarse en el Elíseo, Sarkozy encontró en Carla Bruni el personaje que correspondía a su ambición. Para ella, seducir a un jefe de Estado era el trofeo definitivo . Para él, Carla sería el colofón de una vida de seductor triunfante.

Hollande aspira a conquistar el Elíseo con una experiencia amorosa menos dilatada . Solo en apariencia.

No es un secreto que el joven universitario François Hollande tuvo mucho éxito entre sus compañeras de carrera. Pero él ya estaba consagrado a la «religión» de la política, de la mano de un católico de izquierdas, Jacques Delors , padre de una «sargenta» con muchas aspiraciones, Martine Aubry .

Delors es un cristiano que va a misa todos los domingos, a una inglesa del parisino distrito V, a dos pasos de su casa. Entrar en política apadrinado por Jacques Delors no permitía ningún tipo de «libertinaje». Los fieles debían consagrarse a la política con un rigor monacal estricto.

Todas las periodistas políticas parisinas lo saben bien. Hollande fue durante muchos años e l político más divertido, guasón y respetuosamente seductor de toda la clase política francesa. Sonriente, bonachón, presto a todos los entendimientos, capaz de contar los chistes más picantes y dar las respuestas más agudas.

Hace días, la vendedora de un mercado que le daba la mano tras un mitín le comentó entre risas de los testigos: «No tiene usted la mano tan blandengue como dicen». Hollande le respondió: «Tengo la cabeza muy firme, señora. Y no le hablo de todo lo demás...»

Ese tipo de réplicas, salpicando confidencias, t erminaron con hacer mucho efecto en una periodista de Paris Match, Valérie Trierweiler , amiga de Ségolène Royal. La pareja François-Valérie se metió en la cama meses antes que Ségolène Royal comenzara su fallida campaña electoral del 2007, contra el propio Nicolas Sarkozy.

Derrotada Ségolène, su pareja con Hollande se rompió para siempre. Ella se buscó otro hombre y se dejó fotografiar en bañador . Él hizo pública su relación con Valérie Trierweiler , que estaba poseída por la misma ambición política, con flecos femeninos propios.

Valérie estaba casada con el secretario de redacción de Paris Match y era madre de dos hijos. Pero su frecuentación del personal político le había dado muchas alas. La periodista política podía volar del brazo de un candidato a la jefatura del Estado. Ella es la directora oficiosa de la campaña de su hombre. Ella vigila sus corbatas, su régimen gastronómico. Ella controla las maldades políticas que es imprescindible lanzar contra rivales.

Esas diferencias tácticas en el terreno de los c omportamientos amorosos, eróticos, rapaces, también tienen un reflejo muy práctico en la táctica electoral de los dos grandes rivales en la batalla final por la conquista del Elíseo.