El día que empezó la segunda vida de Merkel

Antes de llegar a la frontera, Merkel pasó por una panadería para comprar algo de comer, según contó en un detalle muy del estilo de la comunicación política de la canciller, tan cercano a las costumbres del ciudadano medio alemán. Al llegar al paso fronterizo, Merkel se quedó «sin palabras y feliz». En un comentario de Merkel publicado por el diario «Frankfurter Rundschau», la líder democristiana también relató la manera en la que celebró la caída del Muro : brindando con una lata de cerveza en una vivienda de un desconocido en Berlín occidental. «La recepción en el oeste fue muy, muy cariñosa», dijo.

En los corros periodísticos y políticos berlineses ya no hay dudas de la destreza e inteligencia políticas de Merkel. A eso hay que sumarle una hoja de servicios impecable: cero escándalos de corrupción, cero amor por el dinero y ni rastro de plagio de su trabajo doctoral, algo que le ha costado el puesto a primeras espadas de la democristianos alemanes. «Es perfecta», dicen.

Sin embargo, la primera vida de Angela Merkel sí podría dar lugar a ciertas dudas: a estas alturas, está claro que la canciller fue una ciudadana integrada y respetada en la dictadura socialista de la República Democrática Alemana. Lo explican a la perfección los periodistas Ralf Georg Reuth y Günther Lachman en su completo libro «Das erste Leben von Angela M.» («La primera vida de Angela M.»), publicado el año pasado.

Hija de un pastor protestante que decidió cambiar su vida en Hamburgo por una parroquia en la Alemania oriental, Merkel creció sin conflictos con el sistema socialista, el régimen no le puso traba alguna para cursar estudios universitarios (como les solía ocurrir a los jóvenes disidentes) y el día en el que cayó el Muro, trabajaba en una reconocida institución y hacía carrera académica.

«La actual canciller federal apostaba en 1989 por la democratización del socialismo en un RDA independiente. Sólo a principios de 1990, cuando el pueblo no quería saber nada más del socialismo y Gorbachov permitió la reunificación del país, fue cuando Merkel, que entretanto ya se había afiliado a la CDU oriental, se convirtió en una defensora de la unidad alemana y de la economía de mercado», asegura al teléfono Ralf Georg Reuth, coautor de «La primera vida de Angela M.».

Cuando el Muro de Berlín cayó, Merkel tenía 35 años y era una convencida de que el sistema socialista era reformable, al igual que otras figuras de la CDU oriental (uno de los Blockparteien, partidos tolerados por la régimen y cuya existencia permitía generar un espejismo de multipartidismo). Ése también fue el caso de Lothar de Mazière, primer y último primer ministro de la RDA elegido democráticamente. De Mazière, quien tras la reunificación pasó a formar parte de la CDU de Helmut Kohl, vio como su carrera política acababa después de que se probase que había colaborado durante años con la Stasi, la temida política oriental. «Su dimisión en 1990 allanó a Angela Merkel su camino hacia la política», asegura Reuth.

La todavía hoy en Alemania alargada sombra de la Stasi nunca ha manchado el nombre de Merkel. Sin duda, ello habría supuesto el fin del aura de perfección que rodea su figura y también de su carrera política. El día de la caída del Muro no sólo supuso el inicio de la segunda la vida de la canciller, sino también el comienzo de (hasta la fecha) una inmaculada hoja de servicios en República Federal Alemana.