Poroshenko quiere recuperar el este de Ucrania antes del verano
La presencia de fuerzas de elite ucranianas y el cambio de postura de los oligarcas regionales pillan por sorpresa a los rebeldes prorrusos
hermann tertsch
El presidente ucraniano Petro Poroshenko está decidido a sofocar la actividad armada de los separatistas rusos en las próximas semanas. Lo ha prometido públicamente pero además ha acordado con sus más íntimos colaboradores que esta es la máxima y casi única prioridad de aquí ... al verano. Como primer resultado de esta decisión debe considerarse la rápida y masiva respuesta militar a la toma del aeropuerto de Donetsk por parte de lo separatistas rusos la noche del domingo. Poroshenko ordenó la intervención de aviones y helicópteros artillados. No dejó apenas tiempo a las fuerzas ocupantes para instalarse.
Los asaltantes sufrieron numerosas bajas, que fuentes separatistas cifraron en cincuenta, aunque se llegó ayer a hablar de doscientos muertos. Los combates convirtieron la zona del aeropuerto Donetsk en zona de guerra.
La situación podría complicarse y nadie sabe cual será la situación cuando Petro Poroshenko se encuentre, cara a cara, con Vladimir Putin el próximo 6 de junio en los actos de celebración del 70 aniversario del desembargo en Normandía. Poroshenko llegará a Francia directamente desde Varsovia donde realiza su visita al vecino polaco. Con el presidente polaco Bronislaw Komorowski, viajará a los actos en lo que se convertirá en la presentación de Poroshenko en una cumbre con asistencia de Barack Obama, Angela Merkel, Francois Holland, David Cameron, Putin y otros dignatarios mundiales.
Rusia ha protestado por la reacción ucraniana al asalto y ocupación separatista del aeropuerto. Kiev rechazó ayer la protesta e insiste en que el deseado diálogo con Rusia no puede afectar a la pacificación y el restablecimiento de la ley en las zonas que controlan los grupos rusos. El ministro de exteriores ruso Lavrov quería condicionar ese diálogo a una especie de reconocimiento de facto de esos territorios de los separatistas que han dado en llamar “Nueva Rusia” en los distritos de Donetsk y Lugansk.
Cambio de tornas
Eso ya está claro que no sucederá. Dos días después de ser elegido, Poroshenko ya ha cambiado dramáticamente la estructura de la denominada “lucha antiterrorista”. Ha retirado a unidades de la Guardia Nacional de voluntarios ineficaces y sin formación. Y enviado al este a los grupos especiales del cuerpo presidencial. Todos los grupos de elite del maltrecho ejército de Ucrania estarán volcados en estas operaciones. Que la actividades separatistas no van a parar lo revela también la captura en Lugansk de decenas de camiones con munición procedentes de Rusia.
Los separatistas rusos han demostrado haber sufrido un serio revés con este cambio cualitativo en la fuerza de combate del ejercito ucraniano pero también en la posición de los oligarcas de la región en favor del estado unitario. Ayer fue destruido por un incendio el estadio de hockey sobre hielo de Maurice Koleshnikov, un socio del mayor oligarca, Ritan Ajmetov. Éste, tras meses de ambigüedad, ha declarado la guerra a los separatistas rusos, muchos creen que presionado por gobiernos de países occidentales en los que tiene gran parte de su fortuna. Los separatistas han amenazado con quemar el impresionante campo del equipo de fútbol de su propiedad, el Shaktar de Donetsk. Cuenta en Kiev gente que conoce a Ajmetov que nadie puede prever cómo reaccionaria si le queman su orgullo y la niña de sus ojos que es uno de los campos más sofisticados de Europa. En el entorno del presidente se da por seguro que estamos ante unas semanas muy duras en las que habrá bajas.
En lo que no es una guerra civil. Al menos aun y pese a los esfuerzos de algunos por presentarla como tal desde hace meses. Dentro de esa eficaz campaña difamatoria de la propaganda rusa que logró trasladar el mensaje de que el Gobierno de Kiev era una fuerza de ultraderecha. Los dos candidatos ultranacionalistas en las elecciones han recibido juntos menos del 3% del voto.
Es la batalla en el Donbass una tragedia artificial en la que los diversos protagonistas chocan sin tener ninguno pleno control. Todos son piezas de un juego geoestratégico por el que Putin, que no puede permitirse ocupar esta región -un pozo negro de gastos de mineros y siderúrgicos hambrientos-, como hizo con Crimea, quiere hipotecar a largo plazo la política e independencia de Ucrania. En medio, una población de mezcladas identidades y sin otras lealtades más firmes que las de hijos y padres, familias a cuidar y alimentar en una región de industria ruinosa, de pobreza subvencionada. En los que la agitación y propaganda de guerra que Rusia genera masivamente desde hace seis meses ha convencido a muchos. Y a muchos otros los convence la mera presencia amenazadora de esos grupos armados de hombres, muchos de los cuales nadie conoce.
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