«Se acabó vivir como ciudadanos de segunda en Ucrania»

Dima se desgañita de lo alto del escenario, el levantamiento contra el nuevo gobierno de Kiev ha convertido a este obrero de la construcción de 29 años en improvisado animador separatista. En medio de una de sus arengas al escaso público congregado entre las barricadas dos cazas del Ejército sobrevuelan la ciudad a baja altura. «¡No tenemos a nadie!», grita Dima pidiendo la complicidad de los congregados que inmediatamente vociferan «¡Rusia, Rusia, Rusia!», el vecino y gran padrino de esta revuelta que tiene en jaque a la unidad nacional de Ucrania.

«La información es esencial, la gente debe saber la realidad de los hechos y para eso estoy yo, cada día se repiten las provocaciones por parte de los fascistas de Kiev y hoy no será una excepción, no podemos bajar la guardia ante la manifestación que quieren hacer», señala Dima tras bajar del escenario y acceder a responder unas preguntas a la prensa. No hay que esperar mucho para que dos encapuchados se acerquen a seguir el diálogo, lo que indica que es momento de abandonar un lugar del que es imposible alejarse sin ser sometido a los gritos de ancianas como Ala que pide que el mundo se entere de que «¡queremos la independencia de una vez!», lo mismo que una de sus compañeras de movilización para la que «después de muchos años volveremos a ser tratados con dignidad, para Kiev siempre hemos sido ciudadanos de segunda categoría».

No hay que alejarse demasiado para darse de bruces con la otra cara de la moneda. Directamente desde el cuartel general de la insurgencia hay que descender por el bulevar Shevchenko y nada más cruzar el río Kalmius las banderas amarillas y azules de Ucrania aparecen entre los árboles del parque de la Victoria. Un fuerte cordón policial rodea esta zona donde unos centenares de manifestantes corean los mismos eslóganes que se escuchan en la plaza de la Independencia de Kiev a favor de la apertura a Europa. Ni rastro de los elementos radicales como Sector Derecho a los que aluden como «provocadores» en el bastión prorruso.

«Es la primera manifestación a favor de la unidad nacional desde que el 13 de marzo mataron a un activista en una de las marchas contra el separatismo», asegura Vitaly Moraviov, diseñador de interiores ataviado con la enseña nacional a modo de capa. Aquí la mayoría habla inglés y agradece la presencia de medios internacionales porque «eso nos da seguridad, con prensa extranjera no serán capaces de atacarnos», piensa Vitaly, que para evitar problemas se quita la bandera, la esconde en una bolsa y abandona la concentración media hora antes de su disolución.

Slava, ingeniero informático, hace todo lo contrario y no quiere que la protesta termine. Este joven lamenta la poca afluencia de público y asegura que «la mayoría está contra la secesión, pero hay una mezcla de miedo y nostalgia entre los más veteranos de la etapa soviética, factores complicados de combatir».