Ucrania

La anexión de Crimea a Rusia despierta el temor de los tártaros

Pese a que el presidente Putin declarara oficial el idioma tártaro, una profunda desconfianza persiste entre este pueblo y Moscú

La anexión de Crimea a Rusia despierta el temor de los tártaros EFE

Diego Alarcón Rozo

La anexión de Crimea a la Federación Rusa no sólo ha crispado los ánimos de Occidente y al nuevo gobierno de Ucrania, que ve cómo la que era su gran península en el Mar Negro ahora luce arrebatada ante todos los ojos y a plena ... luz del día. En el corazón de Crimea también hay espacio para la preocupación de la minoría tártara, que en la historia ha visto el paso triste de ser la gran mayoría a reducirse al 14% de la población actual en los últimos tres siglos. En su conciencia solo cabe la culpa para una nación: la Rusia que hoy encabeza Vladimir Putin hace énfasis en los malos recuerdos.

Hoy unos 250.000 tártaros viven en Crimea, mientras la mayor parte de su pueblo está desperdigado principalmente entre Uzbekistán, Rumania, Bulgaria y Turquía. Eran casi dos millones de tártaros de tradición islámica Sunní los que vivían en Crimea cuando el Imperio Ruso se apoderó de la península (1783). Después para ellos solo vinieron desgracias: la guerra que enfrentó al Imperio con los aliados y derivó en la expulsión de los tártaros y su consecuente exilio a Turquía.

Llegaría Stalin y la Segunda Guerra Mundial y una nueva expulsión animada por la acusación de tender una mano a la Alemania nazi dio origen a otra diáspora que tuvo a Asia Central y regiones menores de la Unión Soviética como destinos. Y vendría la independencia de Ucrania y un periodo de relativa tranquilidad cuyo final comenzó con el Maidán y acabó con la anexión de Crimea, nuevamente, a la Federación Rusa, con un documento firmado por Putin el martes ante el pleno del Parlamento.

«Respetamos a todos los representantes de todas las naciones que viven en Crimea. Habrá tres idiomas oficiales, ruso, ucraniano y tártaro». La frase fue pronunciada por Putin en medio del discurso que dejó poco espacio para tonos diferentes al del orgullo ruso, justo después de reconocer que «hubo tiempo injustos para algunas nacionalidades». Pero esas palabras no deben sonar muy bien a oídos de los tártaros, justamente después de que la comunidad, en voz de su líder en Crimea, Refat Chubárov, se declarara en contra la votación del referéndum de anexión del fin de semana e impulsara tímidamente un boicot.

Además, decir que «hubo tiempos injustos para algunas nacionalidades» dista mucho de las reivindicaciones históricas de los tártaros, quienes aún hoy piden que Moscú reconozca que las deportaciones de 1944 hacia Uzbekistán y la hambruna que en el proceso causó la muerte de 10.105 personas, fue un genocidio.

La realidad que vive la península tiene atemorizada a la minoría tártara. Temen represalias derivadas del cambio de mando y añoran su continuidad como parte de la nación ucraniana. Esos tártaros que en gran parte han retornado a sus territorios a partir de 1980, viven con la zozobra de ser puestos en la última fila de interés, mientras los prorusos se hacen fuertes en la península. En sus testimonios se percibe el miedo, incluso, a que sus tierras puedan ser expropiadas. Para ellos la idea de un Moscú amable, con un Putin respetuoso e incluyente, es a priori falaz.

La anexión de Crimea a Rusia despierta el temor de los tártaros

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