Internacional
La gerontocracia de África se amarra al poder
Los longevos mandatarios continentales parecen gozar de plena salud legisladora en los últimos tiempos
EDUARDO S. MOLANO
«Incluso si no se ha recuperado por completo físicamente, puedo asegurar que está en posesión de todas sus facultades mentales e intelectuales». Desaparecido del espacio público desde hace casi tres años (al menos, de los mensajes a la nación) y reciente víctima de un ... accidente vascular, todo parece indicar que el presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, se presentará a la reelección en los comicios del próximo mes de abril. Su candidatura, incluso, ya ha sido anunciada por el primer ministro, Abdelmalek Sellal (autor de la cita anterior), a pesar de que algunos exmiembros de la cúpula militar piden su retirada con «dignidad» .
Desde un punto de vista comparativo, la decisión parece «lógica», tras perpetuarse en el cargo «tan solo» desde 1999. Un espacio temporal ciertamente «corto» si comparamos con sus colegas regionales.
Porque, como recuerdan Natasha M. Ezrow y Erica Frantz en la obra «Dictators and Dictatorships: Understanding Authoritarian Regimes and Their Leaders», en las dictaduras, los asuntos que involucran la sucesión pueden ser especialmente desestabilizadores. Así, cuanto más fuerte e institucionalizado sea el partido, mejor será su guía en el relevo del líder.
En este sentido, buena nota parecen haber tomado (ciertos) líderes regionales, cuyas políticas se muestran más públicas que las de Bouteflika.
El pasado mes de junio, el gubernamental Partido Democrático de Guinea Ecuatorial lograba una victoria aplastante en las elecciones legislativas y municipales celebradas en el país africano.
Conforme a las cifras ofrecidas (el número real de votos es desconocido), el partido de Teodoro Obiang obtenía 99 de los cien diputados de la Cámara de Representantes del Pueblo y 74 de los 75 senadores de la Cámara Alta.
Con ello, el resultado electoral cumplía su máximo objetivo: allanar el camino de Obiang (al mando desde 1979) hacia una próxima sucesión en su hijo «Teodorín».
Una tendencia -legislar de forma pública a la espera de una sucesión «a dedo»- que parece convertirse en moda dentro de la satrapía regional. Éstos son los casos del presidente de Uganda, Yoweri Museveni, quien ya ha anunciado su intención de no continuar en el cargo una vez alcanzado el límite constitucional de 75 años (el mandatario cuenta con 69 primaveras, 28 de ellas en el poder) o del dictador zimbabuense Robert Mugabe (el apelativo presidente se queda corto con tres décadas de Gobierno). Cuestiones temporales que no impide al primero aprobar polémicas leyes -como el reciente texto que castiga la homosexualidad con cadena perpetua -, o al segundo celebrar sus 90 años sin intención de jubilarse .
El secretismo de Eritrea
Mientras, otros, como el camerunés Paul Biya (30 años de comandancia), han sesgado cualquier alternativa a corto plazo con las recientes acusaciones de corrupción a sus máximos rivales dentro del partido; como los exministros Titus Edzoa y Jean-Marie Atangana Mebara.
Pero si hay un régimen en el que Bouteflika puede mirarse en el espejo del secretismo, ése es el de Eritrea. En los últimos veinte años, el presidente Isaias Afewerki se ha prodigado de forma escasa en el espacio público. En noviembre, tras una «desaparición» de un mes, los rumores sobre su frágil salud volvieron a dispararse. Pese a ello, cuatro meses después, nada nuevo parece vislumbrarse bajo el sol del Gobierno de Asmara. Como desde hace más de dos décadas.
En el poder desde 1999, y visto estos casos, Bouteflika parece tener todavía largo recorrido. Incluso, «si no se ha recuperado por completo físicamente».
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