siria
Kamal Aboudan: «El régimen de Al Assad alimentó el extremismo»
Activista de primera línea desde hace más de tres décadas, Aboudan representa a la oposición moderada siria que busca puntos de encuentro en Córdoba
r. aguilar
Kamal Aboudan, representante de la oposición moderada siria en el encuentro de Córdoba está convencido de que la tragedia que vive su país solo tiene arreglo si la palabra se impone a las armas de una manera calmada y por la vía de la razón. « ... Ya ha habido suficiente violencia: había que rebelarse y el pueblo lo hizo, pero ahora es el momento de sentarse a hablar», afirma.
-¿No es demasiado idealista pensar que la política, la palabra y el espíritu de la negociación se pueden abrir paso en medio de una catástrofe civil en la que se mezcla el uso de armas químicas con el continuo tránsito de refugiados y la acción de grupos extremistas islámicos?
-La revolución siria, desde sus inicios, ha sido un movimiento que lucha por la dignidad y por la libertad, en su sentido más amplio. Este movimiento, por su propia naturaleza, está abierto a la paz con el mundo entero: su afán es el de la concordia. Lo que sucede es que las prácticas del régimen sirio han propiciado que el pueblo se levante, que se rebele, porque no era tolerable el grado de violencia y desigualdad que había en la sociedad. Y el régimen es el culpable de que hayan florecido tendencias extremistas que dan muy mala imagen al movimiento popular legítimo. El régimen ha alimentado ese radicalismo, porque le beneficia. El pueblo sirio quiere lanzar a todo el mundo un mensaje paz con su revolución, pero ese mensaje ha estado a veces en un segundo plano.
-El gran enemigo no solo es el régimen, también los grupos yihadistas que relegan la búsqueda de una salida razonada al conflicto, ¿no?
-Claro. Es evidente. Los sirios somos buenos, simples, amables, tenemos buenas intenciones, y la forma que tenemos de entender el islam es moderada y tolerante, porque nosotros sabemos lo que es convivir con otras religiones y adaptarnos a personas que piensan y conciben la vida de un modo diferente a nosotros. Eso ocurre en otras partes de Oriente Medio, no solo en Siria. Por eso tiene que quedar claro que los extremistas no representan al pueblo sirio, sino que lo perjudican, lo dañan muy gravemente. Eso ocurre en la calle, y también en la política: a nosotros, a quienes defendemos la palabra por encima de todo y a quienes no nos gustan las armas, nos resulta muy ingrato que aquellos que utilizan la violencia nos quiten protagonismo. No es orgullo solo: es que con la violencia es más difícil arreglar las cosas.
-Uno de los retos de la cumbre de Córdoba, y sobre todo de la de Ginebra de dentro de unos días, es unificar la postura de los grupos de la oposición a Al Assad. ¿Tan dispares son sus planteamientos que no encuentran puntos en común ante la barbarie que sufre la población siria?
-Una de las cuestiones de las que se ocupó el régimen sirio fue saquear a la sociedad en todos sus ámbitos, también en los intelectuales, por lo que mermó hasta límites impensables la conciencia política y cultural. El objetivo de esta maniobra, conseguida a través de métodos violentos, era clara: había que dominar a la sociedad, meterse en su cerebro. Así que, cuando llegó el momento en el que el pueblo dijo basta, los movimientos políticos, los partidos políticos, no estaban preparados para responder a sus expectativas y canalizar esos deseos democráticos y de apertura. En resumen: no había estructuras sólidas para sustentar la revolución popular. Y ahí hay que entender la reunión que estamos celebrando en Córdoba: de lo que se trata es de superar las dificultades para que todos los que formamos la oposición política, pacífica, nos unamos y seamos capaces de ver, por encima de todo, los puntos que tenemos en común. Estoy convencido de que esta conferencia de Córdoba ayuda a acercar posturas entre nosotros y a limar diferencias, que las tenemos, pero que hay que superar para que nuestros hijos puedan vivir en un país de esperanza y no de miseria, de violencia o de terror, que es lo que era debido a la política nefasta que ha seguido Al Assad.
-¿Cree que reuniones como la que se celebra en Córdoba estos días alimentan la esperanza de la población de su país?
-Sí hay gente que está pendiente. Pero hay que tener en cuenta que en una situación de conflicto armado como la que estamos viviendo las preocupaciones inmediatas de la gente son otras, las básicas: que no maten a más miembros de la familia, que los hijos tengan para comer... Pero estoy convencido, y así lo he hablado con distintos miembros de la delegación que participan en estos dos días de conversaciones, de que este encuentro puede ser decisivo para que en la conferencia de paz de Ginebra II, de dentro de unos días, podamos alcanzar acuerdos concretos que lleven a nuestro pueblo a un futuro de paz y de estabilidad que nos permita vivir sin miedo. Lo mínimo que tenemos que hacer nosotros, los representantes de la oposición a Al Assad, es estar a la altura de las pretensiones de nuestros compatriotas, que ya tienen suficiente con estar pagando, desde hace años, un altísimo precio por el simple hecho de reivindicar legítimamente unas libertades que les han sido aplastadas en nombre de un régimen de reflejos nazis.
-Una pregunta sobre el día siguiente al fin de la guerra. ¿Qué pasará con Al Assad? ¿Se plantean ustedes algún tipo de concesión para que forme parte, de una manera o de otra, de la solución o descartan cualquier tipo de conciliación con él?
-Sobre ese hombre solo puedo decir lo que piensan muchos de mis compatriotas y todas las personas con las que me relaciono en esta cita en Córdoba, y es que él convirtió hace tiempo en una prioridad el bloqueo absoluto de los horizontes de desarrollo en Siria. Este mal nos ha durado cuarenta años, y ahora hay que abrir paso a quienes quieren otros horizontes para el pueblo. Las expectativas de las personas que viven en mi país son las de entrar en la civilización, o volver a ella, al tiempo que recobran su posición histórica a través de la victoria de la civilización sobre el fascismo.
-Entonces Al Assad no tiene cabida en la Siria de mañana, ¿no?
-No, de ninguna manera, Al Assad no tiene sitio en ese futuro, de eso nadie tiene duda. Siria no quiere ya a este hombre nada más que como parte de su pasado.
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