Desembarco de Normandía

Como en Ucrania: el ejército fantasma de tanques hinchables que aplastó a Hitler en el Día D

Zelensky no ha sido el único que ha utilizado estos ingenios para desconcertar a su enemigo; en la Segunda Guerra Mundial, los Aliados hicieron lo propio para convencer al 'Führer' de que el desembarco se llevaría a cabo por el Paso de Calais

El español oculto que luchó con los nazis en el Día D: «Querían rebanarme el cuello»

Tanque inflable que recrea al Sherman ABC

La historia es cíclica. Este martes se ha confirmado que Vladimir Putin se jacta de haber destruido carros de combate y vehículos antiaéreos que, en realidad, no eran más que réplicas hinchables fabricadas por la empresa checa InglaTech para el ejército ucraniano. ¿Sorprendente? ... No crean. En 1944, los Aliados ya utilizaron este curioso truco para convencer a los alemanes de que el desembarco en Francia no se llevaría a cabo en Normandía, sino en otros puntos de la costa gala. Así, construyeron cientos de réplicas inflables de tanques Sherman y camiones Dodge, entre otros. Y vaya si les fue bien para ganar la Segunda Guerra Mundial.

Este ejército se ubicó en varios puntos estratégicos del mapa para dispersar a las fuerzas alemanas a lo largo de toda la costa francesa y, así, debilitar las defensas de Normandía, donde se llevaría a cabo el verdadero asalto. La creación de esta falsa unidad se comenzó a plantear en torno a 1943, año en que ya estaba decidido acabar con el poder de Hitler en toda Europa a través de una gran invasión; necesidad que se acrecentó después de que el dictador invadiera Yugoslavia y Grecia y comenzara la conocida como 'Operación Barbarroja', la conquista de la Unión Soviética.

Falso ejército

Con Iósif Stalin exigiendo la apertura de un segundo frente, los Aliados occidentales decidieron que el punto de entrada al Reich debía ser el norte de Francia –y más concretamente Normandía– por su cercanía con Gran Bretaña. Sin embargo, el alto mando pronto se percató de que, aunque en el ataque participarían más de un millón de hombres y cientos de blindados, sería difícil romper las defensas establecidas por los nazis. Llevaban razón. Bajo el paraguas de Erwin Rommel, el 'Zorro del desierto', se habían levantado decenas de búnkers y reforzado las costas con erizos checos, minas, espárragos y un largo etc.

Había que idear alguna estratagema para que los alemanes dispersaran sus fuerzas a lo largo de toda la costa norte Así, y según explican autores como el historiador Martin Gilbert, el 26 de febrero, Eisenhower emitió una directiva de alto secreto sobre el plan de engaño diseñado para convencer a los alemanes de que Normandía no era el único destino de los Aliados. De esta forma, se estableció que harían creer a los nazis que el grueso de las tropas desembarcaría en el Paso de Calais, ubicado a unas decenas de kilómetros de Normandía. Era lógico ya que, al fin y al cabo, era el punto más cercano entre Gran Bretaña y Francia.

La idea era sencilla: si Hitler entendía que la ingente cantidad de hombres, carros de combate y buques que se había reunido en el sur de Gran Bretaña pretendía desembarcar en el Paso de Calais, apartaría el grueso de las fuerzas de la zona de Normandía. Así lo explica el investigador Pere Cardona en 'Lo que nunca te han contado del Día D' (Principal). En sus palabras, así nació la Operación Fortaleza; una colosal amalgama de engaños, espías y misiones de desconcierto que debían funcionar como un motor bien engrasado para desconcertar al Reich.

Y, precisamente, uno de sus tentáculos consistía en crear la ficción de un gran ejército fantasma, dividido a su vez en dos comandos. Uno con base en Escocia para insinuar una invasión por Noruega, y el otro en East Anglia y el sudeste de Inglaterra, para hacer pensar a los alemanes en el Paso de Calais.

Fantasmas en Gran Bretaña

Urdido el engaño, sólo faltaba ponerlo en práctica. Primero se formó a nivel oficial el ejército fantasma, el cual recibió el nombre de 'Primer Grupo del Ejército Estadounidense' ('FUSAG' por sus siglas en lengua inglesa). A continuación, se reclutó a sus integrantes: actores, expertos en efectos especiales (los de la época), guionistas, especialistas en comunicación y, cómo no, un par de unidades militares reales para dar más credibilidad al engaño. Los pormenores de este gigantesco contingente los enumera Cardona en su ensayo. Así, en los emplazamientos establecidos empezaron a edificarse auténticos campamentos militares falsos y que no contenían más que aire. En el interior de las tiendas no había un solo soldado, los cajones de madera no guardaban ninguna bala, los bidones no contenían ni gota de gasolina.

A su vez, las autoridades militares encargaron la construcción de réplicas de tanques Sherman y piezas de artillería de campaña. Este material de atrezo se fabricaba en principio de madera por parte de carpinteros experimentados, aunque terminó haciéndose de caucho para ahorrar tiempo y dinero. Al cabo de un mes, empezaron a llegar a Inglaterra ingentes cantidades de blindados, camiones Dodge, piezas de artillería de campo ligera y pesada... Y lo más llamativo es que arribaron en cajas que no eran más grandes que una maleta. Con todo, cuando se hinchaban con un compresor de aire, se convertían en imitaciones tan perfectas que tenían hasta remaches en las torretas.

Ardid perfecto

Pero el ardid no acabó en ese punto. Los militares pensaron hasta en el más mínimo detalle para que los aviones de reconocimiento nazis mordieran el anzuelo al sobrevolar los campamentos. Como los vehículos falsos no dejaban huellas al moverse, se encargó a los soldados que realizaran surcos en la tierra similares a los que provocaban las orugas de los blindados. Se pensó en todo. Muchos sacerdotes locales escribieron a los periódicos quejándose del mal comportamiento de las tropas extranjeras; se diseñaron insignias concretas para las divisiones fantasma y se despachó a supuestos soldados de permiso para que dieran a conocer la unidad.

Tal fue la precisión en la mentira que se encargó a un grupo del Cuerpo de Señales del Ejército que emitiera por radio todo tipo de mensajes (codificados y sin codificar) simulando desde órdenes, a falsas notificaciones que informaban de la llegada de unidades extranjeras. Además, los campamentos fantasma recibieron también las visitas del rey Jorge VI y del alcalde de Dover. La puntilla final de este engaño, y lo que probablemente terminó de convencer a los alemanes de que el ejército fantasma era real, fue el comandante al que se le otorgó el curioso honor de dirigir al FUSAG: George Patton.

La elección no podía ser más acertada, pues este oficial tenía una hoja de servicio lo bastante reseñable como para generar cierto respeto en los nazis. Tomada la decisión, se encargó al militar que realizara una gira europea en la que fue fotografiado. Lo que no se dio a conocer fue que aquel honor fue un castigo por su pésimo comportamiento con algunos soldados en Italia. Cosas del mando... En todo caso, el 26 de enero de 1944 Patton fue llevado a Inglaterra para comandar el ficticio FUSAG. Y todo ello no era más que humo.

A sabiendas de que los alemanes habían mordido el anzuelo, sólo quedaba poner en práctica la última parte del plan: hacer creer a los nazis el propio Día D que recibirían tres grandes ataques en varios puntos de la costa norte de Francia. Para ello, la noche del 5 de junio, pocas horas antes de la invasión, se preparó a varias unidades con el fin de simular la movilización de una ingente cantidad de hombres y barcos.

«Varios bombarderos lanzaron tiras de aluminio para simular en la pantalla de los radares la aproximación de un convoy invasor a la costa del Cap d´Antifer. Esta medida fue acompañada de una artimaña naval consistente en utilizar lanchas a motor y torpederos que arrastraban globos reflectantes, para que en el radar parecieran grandes buques», puntualiza el investigador y escritor Antony Beevor en su libro 'El Día D. La batalla de Normandía'. Una vez más, Cardona desgrana esta y otras tantas misiones de engaño que se pergeñaron durante el Desembarco de Normandía en 'Lo que nunca te han contado del Día D'; entre ellas, la colaboración en este entramado del espía español 'Garbo'.

La operación funcionó a la perfección. Los alemanes enviaron notificaciones informando de que en Calais y Dunkerque, una ciudad portuaria alejada de Normandía, se esperaba la llegada de una gran flota aliada. De hecho, el anzuelo fue mordido de tal manera que incluso dispararon contra la flota fantasma del ejército invisible. Tras este engaño comenzó el sangriento desembarco de Normandía. Pero, como se suele decir, eso ya es otra historia.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios