La maldición Guinness: el lado oscuro de la dinastía que Netflix no se ha atrevido a retratar
El nuevo drama sobre la poderosa saga cervecera, ambientado en la segunda mitad del siglo XIX, no es ni la mitad de trágico que los escándalos provocados por sus respetados miembros en el siglo anterior y posterior
La familia Guinness, en 1927
Viernes 31 de julio de 2020. Día de barbacoa en la mansión de la familia Guinness, ubicada en el puerto de Chichester, en el condado de Sussex, al sur de Inglaterra. La descendiente del fundador del mayor emporio cervecero del mundo, Honor Uloth, se ... encontraba tranquilamente en su casa junto a 18 amigos. Los invitados disfrutaban de una agradable cena alrededor de una hoguera cuando, a las once de la noche, la joven se metió en el jacuzzi que hay junto a la piscina con dos amigas. Al rato, salió sola de la bañera y la perdieron de vista. Pocos minutos después, su hermano Rufus, de 15 años, la encontró en el fondo de la piscina. Estaba inmóvil.
Rufus fue corriendo a buscar al resto de invitados y la sacaron del agua tan pronto como pudieron. Algunos de ellos intentaron reanimarla mientras llegaba la ambulancia. Desde allí la trasladaron rápidamente al hospital de St. Richard y, después, al St. Thomas de Londres. Luchó por su vida durante una semana sin que los médicos supieran exactamente qué le había pasado. Murió el 6 de agosto. Honor Uloth tenía solo 19 años. Su fallecimiento en extrañas circunstancias es la última de las infinitas tragedias que ha sufrido la familia desde que Arthur Guinness fundó la compañía en 1759.
De hecho, al mismo Arthur se le murieron 11 de los 21 hijos antes de fallecer él, a los 78 años, en 1803, uno de ellos presuntamente envenenado. Cada una de las pérdidas supuso un duro golpe para el hombre que, después de empezar a fabricar cerveza de forma artesanal con las 100 libras que heredó de su padrino, convirtió a Guinness en una de las cervezas más consumidas del mundo y a su familia en una de las más poderosas de Irlanda. Un gigante que empezó a consolidarse tras firmar, el 31 de diciembre de 1759, un contrato de arrendamiento de 9.000 años por la fábrica original, convertida hoy en uno de los puntos que más turistas recibe de Dublín.
Después de diez años de éxito en Irlanda, Guinness probó suerte en el Reino Unido, donde Arthur cerró un gran acuerdo que puso a la compañía en el mapa a nivel mundial, pero las tragedias de los Guinness no habían hecho más que empezar. Muchos de sus nietos, de hecho, fallecieron prematuramente, abusaron de las drogas y el alcohol, se pasaron media vida en centros de rehabilitación, terminaron sus días en la más pura indigencia y fueron ingresados en centros psiquiátricos, sin que pudieran disfrutar o beneficiarse de los beneficios que generaba la famosa marca, valorada hoy en más de mil millones de euros.
'La casa Guinness'
Parte de esta historia llegó la semana pasada a Netflix con el título de 'La casa Guinness'. La serie ha convertido las aventuras y desventuras de esta influyente dinastía en el que parece que va a ser uno de los dramas televisivos de la temporada, bajo la dirección de Steven Knight, el escritor y guionista que ya estuvo detrás de 'Peaky Blinders'. La ficción sigue las peripecias de los cuatro hijos de Benjamin Guinness, nieto de Arthur Guinness y patriarca de la cervecería en el segundo tercio del siglo XIX, que, tras su muerte en 1868, dejó a sus descendientes un legado de riqueza y poder político que generó numerosas tensiones familiares.
En realidad, lo que se ve en 'La casa Guinness' –estrenada el 25 de septiembre– es solo una parte de la historia, pues a lo largo de estos dos siglos y medio, la familia se ha visto atravesada por todo tipo de disputas religiosas, movimientos revolucionarios, escándalos políticos y sucesos extraños como el de Honor Uloth. Según la investigación judicial, la causa del fallecimiento de la joven fue un accidente cuyo origen se desconoce. Aquella noche, asegura el informe, la heredera no había bebido nada de alcohol y, al parecer, ninguno de sus invitados vio lo que le ocurrió. Por lo tanto, nunca se esclareció cómo acabó en el fondo de la piscina.
El suceso sacó a la luz hace ya cinco años otras muertes violentas en la familia, acaecidas todas en el trágico año de 1978. En primer lugar, la de Peter Guinness, que murió en un accidente de tráfico cuando tenía cuatro años. Después, la de Lady Henrietta Guinness, que se suicidó ese mismo año en Umbría, Italia, saltando desde un conocido acueducto del siglo XIV en la localidad de Spoleto, después de fugarse con un camionero italiano. Tenía 35 años y acababa de heredar 5,5 millones de euros, lo que no impidió que cayera en una profunda depresión tras una vida de desventuras amorosas con parejas que solo buscaban su dinero. «Si hubiera sido pobre, habría sido feliz», reconoció en más de una ocasión. Y, por último, las de Denys Guinness y Natalya Citkowitz –esta última, de 17 años, nieta de Maureen Guinness–, que murieron de sobredosis.
El extenso clan
El árbol genealógico de los Guinness es tan extenso y variopinto que la prensa se refiere a la familia como «Guinnessty», mezcla del famoso apellido y la palabra «dynasty» (dinastía). Una expresión no oficial que los periódicos han usado desde hace años con un tono sensacionalista e irónico para referirse al poder que han acumulado sus miembros, el estilo de vida glamuroso que han llevado y los numerosos escándalos y tragedias en los que se han visto envueltos desde finales del siglo XVIII.
En 1986, Olivia Channon, bisnieta de otro de los jerarcas de la familia, Rupert Guinness, también falleció a causa de una sobredosis de drogas. En esos mismos años, tres enmascarados irrumpieron en la lujosa residencia del clan en la bahía de Dublín y se llevaron por la fuerza a Jennifer Guinness, de 48 años, esposa del banquero John Guinness. Los secuestradores reclamaron dos millones de libras irlandesas por su libertad y hasta se barajó la autoría del Ejército Republicano Irlandés (IRA). Fue liberada pocos días después, pero la alegría les duró solo poco, pues dos años después el mismo John falleció tras caerse en extrañas circunstancias mientras hacía senderismo por una montaña cercana.
Ese mismo año, Sebastian Guinness –hijo del banquero Jonathan Guinness– estuvo cuatro meses en prisión, a finales de 1986. Una vez más, no fueron las mejores Navidades para la familia, acostumbrada a acumular un escándalo tras otro. Fue condenado a cuatro meses de prisión por posesión de cocaína y heroína tras los sucesos relacionados con una fiesta en la Universidad de Oxford en la que murió su prima segunda: Olivia Channon. Este incidente afectó a esta saga que los irlandeses tienen como lo más cercano a su familia real, pero cuyo prestigio ha ido cayendo en picado con los años. En 2005, una combinación explosiva de alcohol, cocaína y heroína terminó también con la vida de Robert Hesketh, esposo de Catherine Guinness.
John Lennon
La fama de los Guinness en las islas fue tal que incluso los Beatles inmortalizaron la figura de Tara Browne, descendiente directo de Arthur Guinness, en su canción 'A Day In The Life'. El 18 de diciembre de 1966, este conducía su Lotus Elan por South Kensington, en el centro de Londres, junto a su novia, la modelo Suki Potier. Según los informes policiales, alcanzó los 170 kilómetros por hora. No se aclaró si se encontraba bajo los efectos de la droga o el alcohol, pero el caso es que se saltó un semáforo e impactó contra un camión estacionado. Falleció al día siguiente debido a las graves heridas sufridas.
Según el testimonio de su pareja, que sobrevivió, Browne desvió el coche para absorber el impacto del accidente y salvarle la vida a ella. Poco después, John Lennon, amigo de Browne, estaba tocando el piano en su casa cuando, de repente, leyó en el 'Daily Mail' el informe con el veredicto del forense sobre la muerte. Instintivamente se puso a escribir la canción 'A Day In The Life', que fue publicada más tarde en el álbum 'Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band'. En el primer verso cantaba: «Él voló su mente en un automóvil / No se dio cuenta de que el semáforo había cambiado / Una multitud de personas se quedó allí mirando / Habían visto su cara antes / Nadie estaba realmente seguro / si era de la Cámara de los Lores».
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