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En 1909

Las «sangrientas» protestas mundiales por la ejecución de Ferrer i Guardia

La ejecución del famoso pedagogo catalán, acusado de instigador de la Semana Trágica de Barcelona, provocó durante estos días de 1909 una de las mayores polémicas internacionales de la política española del siglo XX

ISRAEL VIANA

«Ese terrible laconismo nos hizo comprender que la sentencia había sido de pena de muerte, y que el Gobierno había acordado no aconsejar indulto. Ya de madrugada logramos averiguar que la terrible pena será cumplida en el día de hoy. Ferrer será fusilado a las seis de esta mañana. Si antes no surge un acto de clemencia, ¡qué Dios se apiade de su alma!», escribía ABC el 13 de octubre de 1909 . Al amanecer de aquel día, el famoso pedagogo catalán creador de la «Escuela Moderna», Francisco Ferrer i Guardia, era conducido al cadalso del castillo de Montjuic (Barcelona) y acribillado por un grupo de soldados «escogidos por sorteo». De nada sirvieron las multitudinarias manifestaciones celebradas en las embajadas de España de medio mundo ni las protestas en la mayoría de los parlamentos europeos.

Ferrer había sido acusado de ser el instigador principal de la revuelta popular contra la marcha de reservistas hacia Marruecos, conocida como «la Semana Trágica de Barcelona», que acabó con el triste balance de 78 muertos, más de 500 heridos, 100 edificios incendiados y miles de detenidos. Nada más conocerse la pena capital, el mundo entero se dividió aquellos días entre los que estaban convencidos de que Ferrer había sido condenado injustamente, en un consejo de guerra irregular y amañado por el Gobierno de Maura para librarse de un adversario político incómodo, y los que creían de verdad que el pedagogo catalán había sido el responsable máximo de aquella rebelión de tintes republicanos.

No sirvió de nada que la izquierda internacional solicitara a Maura la conmutación de la pena capital

En el juicio, detalladamente contado en ABC , no pareció haber tantas dudas: «Los hechos perseguidos en esta causa constituyen un delito consumado de rebelión militar», de la que se «considera responsable del mismo, en concepto de autor y como jefe de la rebelión, al procesado», decía la sentencia. No sirvió para nada que la izquierda internacional solicitara al gobierno de Maura la conmutación de la pena. Las súplicas fueron constantemente ignoradas.

Todas las pruebas apuntaron en su contra de Ferrer: los registros («varias cartas a políticos significativos, anarquistas y socialistas»), y las declaraciones de los testigos, que aseguraban, entre otras cosas, que «el procesado fue el primer día de los sucesos a la redacción del “Progreso” para aconsejar a los republicanos que proclamaran la República», o que «el alcalde de Premiá (en Barcelona) había manifestado que Ferrer le había escrito excitándole a sublevar al pueblo», e incluso otro que declaró que Ferrer «proporcionó dinamita a los revoltosos». Según muchos historiadores en el juicio hubo muchos testimonios falsos y no se admitieron los que podrían haberle defendido. Maura buscaba una condena ejemplar contra los sediciosos.

La durísima represión del Gobierno

La durísima y arbitraria represión iniciada por Antonio Maura por aquel levantamiento popular tuvo un balance devastador. Se detuvieron a varios miles de personas, de las que fueron procesadas 2000, con 175 condenados al destierro, 59 a cadena perpetua y 5 a muerte, clausurándose además los sindicatos y las escuelas laicas. Aquella dureza, unida a la ejecución de Ferrer, provocó cientos de protestas por todo el mundo, en un hecho con pocos precedentes en la historia de España, que obligaron a Maura a dimitir.

ABC

El 16 de octubre, tres días después de la ejecución, ABC informaba ya del revuelo internacional que se estaba formando: «El telégrafo nos trae noticias de que en diversas poblaciones de Europa se han producido manifestaciones, motines y hasta choques sangrientos, provocados por la protesta contra la ejecución de Ferrer».

Los peores disturbios se produjeron en París , donde grupos socialistas organizaron una imponente manifestación con destino a la Embajada española. «Comenzaron a recorrer los bulevares centrales dando gritos contra España y repartiendo proclamas escritas con tinta roja, que contenían frases violentísimas», contaba ABC. Los establecimientos cerraban y en el primer encuentro con la Policía se «escuchó algún disparo» y se detuvieron a cien manifestantes. Poco después ya se hablaba de 15.000 personas, que tuvieron graves enfrentamientos contra el ejército frente a la embajada española, donde se produjeron, además de destrozos y heridos, otras 400 detenciones.

Estas mismas manifestaciones de protesta – que provocaron que a Ferrer se le pusiera una calle en la capital francesa – se repitieron en ciudades como Lisboa, Roma, Florencia, Trieste, Milán, Bruselas, Ginebra, Londres o Berlín , en las cuales miles de personas se concentraban para dar gritos contra el «régimen opresor» español y vivas a Ferrer y protagonizar encontronazos con la Policía.

Milán declaró una hulega general

En algunos casos, como Lyon o Lisboa, también se escucharon disparos de la agentes de seguridad. En Lyon, además, se produjeron destrozos en establecimientos y varios manifestantes desarmaron a un gendarme. En Florencia, resultaron heridos un teniente, cuatro soldados y cuatro agentes. En Trieste se acordó un paro general de medio día y en Milán se proclamaba una huelga general.

En la Cámara de los Comunes y el resto de los parlamentos europeos algunos diputados increpaban a sus Gobiernos no haber hecho nada por evitar la pena capital, y los periódicos europeos más importantes se dividían a favor o en contra de la ejecución del pedagogo catalán : «Le Figaro» francés donaba 5.000 francos a la viuda de Ferrer, el «Daily Mail» inglés aseguraba que «no solamente el consejo de guerra, sino la masa del pueblo, le juzgaron culpable» y, entre otros, «Deustchtagedzeitung» iba más lejos al asegurar: «Sentimos que haya quien tenga más compasión por cobardes y criminales revolucionarios armados de bombas que por las inocentes víctimas sacrificadas».

Pero ya no había vuelta atrás. Ferrer había sido ejecutado y Maura tuvo que dimitir un par de semanas después.

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