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Las cifras que desmontan el mito de que España robó el oro de América

España en el mundo

El descubrimiento de importantes minas de metales preciosos en América vertebró el crecimiento de estas ciudades y terminó por convertirse en un importante flujo de riqueza para Castilla

Mural del Palacio Nacional de México realizado por Diego Rivera
César Cervera

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Desde el primer contacto de Cristóbal Colón con la población de lo que él consideraba una isla de Asia, pero en verdad era un nuevo continente, los Reyes Católicos ordenaron evangelizar cuantos antes a los indígenas y no usar la violencia con ellos.

Frente al hambriento afán por el oro de los conquistadores, desde la Corte de los Reyes Católicos se preocuparon repetidas veces porque aquellos nuevos territorios fueran una prolongación de Castilla en ultramar, y no unas colonias a las que explotar hasta la última gota. Y aunque en ocasiones se impuso la sed de oro, la creación de cientos de ciudades, catedrales, universidades, caminos e incluso hospitales (entre 1500 y 1550, se levantaron unos 25 hospitales grandes y un número mayor de pequeños) demostró que para Corona aquel continente, aquella empresa atlántica, iba más allá de intereses económicos o comerciales.

Pocos kilos del oro y la plata que atracaban en Sevilla procedente de América se invertía realmente en Castilla

El descubrimiento de importantes minas de metales preciosos en América vertebró el crecimiento de estas ciudades y terminó por convertirse en un importante flujo de riqueza para Castilla. O más bien para las guerras que mantenía en Europa la dinastía de los Habsburgo, que aprovecharon la débil posición de las Cortes castellanas tras la Guerra de las Comunidades para aumentar la presión fiscal en este reino. Pocos kilos del oro y la plata que atracaban en Sevilla procedente de América se invertía realmente en Castilla. A veces ni siquiera llegaba a pisar territorio ibérico.

Las primeras fuentes de riqueza

Junto a las encomiendas la primera gran fuente de ingresos de los conquistadores en esta fase fueron los botines de guerra, los saqueos a poblaciones prehispánicas y las expediciones en busca de tesoros fabulosos que inflaban la imaginación de aquellos hombres procedentes en su mayoría de Extremadura y Andalucía. En su origen bastaba con el trueque de oro a cambio de objetos europeos, pero más pronto que tarde llegaron los saqueos. Con la caída de los grandes imperios se pasó a la explotación propiamente minera, primero con el lavado del metal procedente de las arenas de los ríos, y luego con el establecimiento de enormes yacimientos de oro y plata.

La población indígena ya había explotado en pequeña escala la mayoría de estas minas de metal. Los españoles incluso copiaron de los indígenas en un principio la precaria técnica para purificar esta plata, puesto que se necesitaba mezclar con otras sustancias la plata pura antes de retirarla. El método de la «huaira» consistía en introducir en unos hornos la plata pura para que se derritiera por el fuego y saliera purificada. Así y todo, el sistema hacía que se perdiera parte del material y conforme se agotaba la plata de superficie se hacían necesarias técnicas más avanzadas.

​ Francisco Pizarro​ fue adelantado y primer gobernador de Nueva Castilla

Desde México, donde estaban las también fructíferas minas de Zacatecas, se exportó al Virreinato de Perú la técnica del azogue (el nombre antiguo del elemento químico mercurio), que requería moler previamente la plata para que, una vez hecha polvo, fuera absorbido por el mercurio. Más tarde se separaba el mercurio de la plata para obtener su pureza. El método era mucho más efectivo, tres veces más productivo que la huaira peruana, y, además, se vio beneficiado por el descubrimiento de unas minas de azogue en Huancavelica por aquellas mismas fechas.

La producción de plata se disparó a partir de la generalización en el uso de mercurio. La extracción era laboriosa y además este proceso de mezcla también requería mucha mano de obra. Ante la demanda de más mineros se establecieron las normas para el trabajo de los indígenas en estas minas. El virrey Francisco de Toledo generalizó en la década de 1570 el sistema de la mita, que se fundamentaba en la creación de turnos de trabajo obligatorio entre la población indígena para labores mineras.

Lo que España extrajo en 150 años es lo que, según los registros de CEIC, ha producido solo en los últimos cinco años Perú

Entre 1503 y 1660, se estima que a Sanlúcar de Barrameda llegaron unos 185.000 kilos de oro y diecisiete millones de kilos de plata procedentes del Nuevo Mundo. La cifra puede parecer muy alta, pero solo supone una pequeña parte de las reservas americanas aún existentes. Según la web CEIC dedicada a datos macroeconómicos, México extrajo en 2019 una cantidad de 110.000 kilogramos de oro y Perú, 130.000. Lo mismo se puede decir de la plata: lo que España extrajo en 150 años es lo que, según los registros de CEIC, ha producido solo en los últimos cinco años Perú.

Los gastos traen deudas, incluso con plata

El mito de que España fue la gran beneficiada de esta explotación minera tiene muchos matices. La llegada de grandes remesas de oro y plata a los puertos castellanos disparó la inflación en la Península (en 1600 los precios estaban en un nivel cuatro veces superior a los de 1501) y destruyó el tejido productivo, puesto que los españoles básicamente exportaban materias primas e importaban productos manufacturados. «El no haber dinero, oro ni plata en España es por haberlo y el no ser rica es por serlo», planteaba con acierto González de Cellorigo. Este economista señalaba a principios del XVII que la decadencia se debía al progresivo abandono de «las operaciones virtuosas de los oficios, los tratos, la labranza y la crianza» por parte del pueblo.

Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

A su vez, una quinta parte de los metales que llegaban estaba reservada para la Corona castellana, que bajo la soberanía de la dinastía de los Austrias la invertía casi en su totalidad en financiar las guerras europeas del Imperio español, que no siempre coincidían con los intereses castellanos. Coincidiendo con el momento de mayores envíos de plata, el Imperio español destinó 7.063.000 millones de ducados (El Monasterio del Escorial costó 6,5 millones ) para el mantenimiento de su flota mediterránea y 11.692.000 para el Ejército de Flandes entre 1571 y 1577.

La decadencia de la Península impulsa a Perú

Tras un crecimiento récord durante todo el reinado de Felipe II, los años finales del siglo XVI mostraron los primeros síntomas de agotamiento en la explotación de plata. Entre 1604 y 1605 la disminución de las remesas de metales se sintió con fuerza, arrastrando este problema hasta 1650. Esta contracción no era debida a que las minas se hubieran secado de golpe (las remesas seguían siendo gigantes), sino a que la crisis castellana, con su caída demográfica, sus derrotas militares, el aumento del coste de las defensas americanas y sus problemas económicos, terminó por afectar al engranaje perfecto que había sido hasta entonces la Carrera de Indias.

Las colonias alimentaban cada vez más el comercio propio, de tal modo que el capital se quedaba allí, tanto a través de inversiones privadas como públicas. Como señala John Lynch, «una importante cantidad de plata permanecía en América, donde el proceso histórico era más de transformación que de hundimiento».

Panorámica del puerto de Veracruz, el más importante de la América Española

A partir de 1640, fueron muchos los mercaderes españoles que invertían sus metales preciosos en América, sobre todo en Perú, en vez de arriesgarse a que fueran confiscados en España o se perdieran en el viaje. Este capital fue la base para la transformación de las ciudades en la era posterior a la minería.

El crecimiento de las ciudades trajo a su vez una diversificación de actividades y una reorientación económica. Cuando llegó a su fin el primer ciclo minero, México se reorientó a la agricultura y la ganadería y comenzó a autoabastecerse con productos manufacturados. Perú tardó más en diversificar su actividad, pero cuando absorbió los beneficios de su propia actividad minera los invirtió en crear una red de comercio intercolonial que era independiente de la metrópoli. De alguna forma, la recesión de la Península supuso el despegue de América.

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