La casa de Pávlov: desvelan que la gran gesta soviética de la II Guerra Mundial era una mentira

Mil veces se repitió que una veintena de héroes rusos habían defendido 59 días un edificio contra miles de alemanes en Stalingrado; la realidad, sin embargo, poco tiene que ver

Desvelan los diarios secretos de un oficial nazi en Stalingrado: «Detuvimos a los rusos hasta morir de frío»

Soldados soviéticos de la 13ª División Ático de los libros

La historia se contó una y mil veces. Corría septiembre de 1942 en la Stalingrado bañada por la sangre de los ejércitos soviético y alemán. Y, en esas, un sargento llamado Yakub Pávlov asaltó con su veintena de valientes –algunos dicen 24, otros ... 28– un gran edificio ubicado frente a la plaza '9 de enero'. El mito afirma que el suboficial no solo tomó la posición, sino que resistió 59 jornadas los continuos ataques de las tropas germanas. Daba igual que fueran panzers, infantería o artillería. Su valor, narraron los reporteros de guerra soviéticos, guio sus subfusiles y sus escasas armas anticarro.

El historiador y editor de libros Iain MacGregor creció con esa historia a pesar de ser más británico que el Big Ben. Varios viajes de estudios le unían en parte a la vieja URSS, y anhelaba zambullirse en los archivos rusos para documentar la gesta de aquel grupo de valientes. Pero lo que se encontró fue muy diferente. «Estuve una semana y me topé con miles y miles de testimonios de gente que combatió en la batalla. A pesar de que el mito de la casa de Pávlov está a la altura de El Álamo para un estadounidense, la realidad es que nunca se sucedió». Por ello, este verano ha presentado 'El faro de Stalingrado' (Ático de los libros), un documentado ensayo en el que explica cómo se forjó la leyenda y cómo se ha expandido.

-¿Por qué esa pasión hacia Rusia?

Cuando tenía 14 años, en los ochenta, mi padre me envió de intercambio a Leningrado en plena Guerra Fría. Aquello me marcó y se me metió muy dentro, por eso tengo sentimientos de cariño hacia el país. Además, por mi trabajo como editor he publicado muchos libros sobre Rusia, la Segunda Guerra Mundial y el telón de acero.

-¿Qué le llamó la atención de aquella URSS de la Guerra Fría?

Al hablar de Rusia siempre pensamos en sus dos ciudades más modernas: San Petersburgo (en su momento Leningrado) y Moscú. Cuando estuve en la primera parecía todavía un escenario de la Segunda Guerra Mundial. Había mucho material militar del conflicto –Jeeps, camiones...–, pocas tiendas y ninguna riqueza. Ojalá hubiera tenido un teléfono móvil para hacer fotografías. A pesar de ello, los rusos hacían su vida. Para mí, aquello era asombroso.

-¿Cómo ha sido el cambio entre la URSS y la actual Rusia?

Hoy en día Rusia es un país moderno, aunque solo en las grandes ciudades. Fuera de ellas hay mucha pobreza. Pero es lo que ocurre cuando tienes una dictadura que aspira a conquistar el mundo, que se olvida.

-¿Cómo fue su viaje a Rusia para documentarse?

Cuando fui a Volgogrado, durante el confinamiento, la gente fue muy amable. Era noviembre, a veinte grados bajo cero, así que me permitió captar los sentimientos que tendrían los alemanes durante la batalla de Stalingrado. Como curiosidad, algunos amigos que trabajaban en medios rusos me aconsejaron que me hiciera el mejor seguro médico de viaje que pudiera conseguir. No se hablaba de ello, pero había cadáveres amontonándose en los pasillos.

-Si yo digo Putin...

Yo digo corrupto y asesino. Está convencido de que Rusia es un gran país, lógico, porque es un exagente del KGB, pero, como la mayoría de los rusos, tiene una conexión muy grande con la Segunda Guerra Mundial. Su hermano murió defendiendo Leningrado, su padre fue herido durante la contienda... Lo que hay que tener claro es que, durante la contienda, Rusia jugó el papel de defensor heroico contra los alemanes y los aliados les proveyeron de alimentos. Hoy los roles se han cambiado, y Ucrania es la que hace su papel. Putin no es tan listo como él cree que es.

-¿Es Putin un dictador?

Sí. Al final sigue el camino clásico de las dictaduras autoritarias. Sus políticos intentan gobernar el país y acumular riqueza, pero, como este proceso ha fallado, han creado un enemigo común interno y externo. El primero es Alekséi Navalni, al que tacha de fascista, lo mismo que le pasa con Ucrania.

El 'faro de Stalingrado' ATICO DE LOS LIBROS

-Putin sostiene que Ucrania luchó con los nazis en la Segunda Guerra Mundial...

Putin afirma que parte de Ucrania combatió junto a los alemanes, y es cierto. A cambio, se olvida de que, en Stalingrado, decenas de miles de ucranianos combatieron con la Unión Soviética. Un ejemplo es el jefe del Estado Mayor del 64º Ejército Iván Laskin. Él recibió la rendición incondicional de Paulus y, por su valor, fue considerado un héroe en toda la URSS. Todo esto se ha perdido de manera intencionada porque Stalin le torturó y le acusó de traición. Solo se salvó porque murió el Camarada Supremo.

Y un comentario importante: de las quince repúblicas de la URSS, los ucranianos eran el cuarto componente en el ejército y sufrieron casi cinco millones de bajas. Eso es una cantidad superior a la de Estados Unidos, Francia y Reino Unido combinados.

-¿Qué importancia tenía Stalingrado para Hitler?

Hitler pretendía conquistar los campos petrolíferos del Cáucaso. Stalingrado, que estaba en el flanco, no era importante. Pero cuando la ofensiva falló, el 'Führer' se empeñó en que había que hacerse con la ciudad por su simbolismo. Fue una suerte de premio de consolación.

-¿Ofrecía ventajas su conquista?

Stalingrado pretendía ser un escaparate soviético. Estaba repleta de parques hermosos, teatros, centros comerciales... Al norte estaban los distritos fabriles, que eran los que proporcionaban riqueza a la URSS a golpe de exportaciones. Cuándo llegó la guerra, este tipo de complejos pasaron a producir tanques, armamento militar... Eso motivó a los nazis. Además, como estaba en el Volga, hacerse con la urbe dividía 'de facto' el país.

-¿Por qué la casa de Pávlov era el 'faro de Stalingrado'?

Los alemanes capturaron muy rápidamente Stalingrado, en apenas un día. Cuando se estabilizó el frente, en el centro de la ciudad, el río Volga hizo de frontera. Había ataques y contraataques que provocaron una constante 'lucha de ratas' en la que se tomaron y se perdieron posiciones. En el mapa, la casa de Pávlov estaba en tierra de nadie, lo que provocó que cambiara de manos y se convirtiera en el epicentro de los combates. Además, era una vivienda para la élite del partido y estaba construida con hormigón reforzado para que pudiera resistir los bombardeos. Eso provocó que, aunque el 90% de la ciudad terminó destruida, esta construcción no. Por descontado, era idónea para establecer una posición avanzada, pues tenía una visión de 360º del territorio y podía orientar los disparos de la artillería. Por eso se le calificó de faro.

-¿Qué cuenta la leyenda de la casa de Pávlov?

La de la casa de Pávlov es una de las historias más famosas de la batalla de Stalingrado. Es una metáfora del sacrificio y heroísmo de los rusos, y ha sido utilizada como tal durante años. La tradición cuenta que este oficial estaba a cargo de un grupo de asalto con 28 hombres. Estos combatientes conquistaron la casa y la defendieron contra todos los ataques alemanes. Esa es la historia que yo quería contar, pero, cuando acudí a los archivos, no me encontré esto. Esto no fue más que propaganda; no ocurrió. Fue uno de los muchos mitos que pretendían insuflar ánimo en las tropas para que contraatacaran y expulsaran a los invasores.

-¿Y qué sucedió en verdad?

Lo que sucedió fue un 'spaghetti western': dos unidades enfrentadas cara a cara desde el inicio hasta el final de la batalla de Stalingrado por el 'faro'. Por un lado estaba la 71º División de Infantería alemana y, por otro, la 13ª División de fusileros de la Guardia de la URSS. Las cifras hablan por sí solas. Cada grupo tenía en principio unos 8.000 hombres y, al final, acabaron con 300.

-¿Quién era entonces Pávlov?

Pávlov luchó en Stalingrado, y combatió con valentía, pero no fue quien capturó la casa. Ese fue otro hombre del que hablo de forma pormenorizada en el libro. La vivienda tampoco se llamó como la denominó la propaganda stalinista. Los rusos la conocían con el nombre en código de 'el faro', los alemanes, no.

-¿Quién ideó este mito?

El primero en contar esta leyenda fue un periodista de guerra llamado Yuli Chepurin, uno de los ochocientos corresponsales rusos integrados en las unidades de propaganda. Antes del conflicto era dramaturgo; eso nos dice mucho de cómo compuso y creó la historia de la casa de Pávlov. Cuando le dieron permiso para que fuera a la zona había pocos combates; la batalla se centraba en el distrito norte. Uno de sus deberes eran escribir mitos que exaltaran el ánimo de sus compañeros y, al llegar a la zona de conflicto, entendió que podía crear uno. El relato apareció en el periódico 'Bandera de Stalin', el diario oficial del 62º Ejército Soviético.

-¿Cómo es posible que se extendiera tan rápido?

Porque era una buena historia. En menos de tres semanas estaba en Radio Moscú. Y, de ahí, a todos los rusos.

-Hace unos meses afirmó que los archivos que había visitado no los conocía ni el gran Antony Beevor...

[Risas] Bueno, tengo que corregir ese comentario. Conozco personalmente a Antony y me ha dicho que sí estuvo en los archivos.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios