El capitán español que decidió la primera vuelta al mundo y que hoy es un completo desconocido
Entrevista
Tomás Mazón Serrano publica 'Espinosa: el último capitán de la vuelta al mundo' (Ediciones Encuentro) para reivindicar la importancia del hombre que tomó la decisión de que Elcano regresara a España por el oeste

El 8 de septiembre de hace 500 años, dieciocho hombres famélicos y agotados arribaron a Sevilla tras estar tres años dando la primera vuelta al mundo. Estos pocos fueron recibidos con alboroto y alegría, salvo por los familiares de los muchos que no habían vuelto ... . Por el camino habían quedado la mayoría de integrantes de una flota originalmente compuesta por cinco barcos y más de doscientas personas. En un país donde ha costado Dios y ayuda, si es que se ha logrado, recuperar del olvido a una figura tan protagonista como Juan Sebastián Elcano, capitán del barco que regresó, resulta una quimera hablar de la memoria de los que se perdieron durante la travesía o, simplemente, a los que llegaron más tarde.
Y esa es precisamente la labor quijotesca que ha emprendido Tomás Mazón Serrano, un ingeniero que lleva años regando el proyecto Rutaelcano.com y ahora ha publicado su segundo libro, 'Espinosa: el último capitán de la vuelta al mundo' (Ediciones Encuentro), para reivindicar la importancia del hombre que tomó la decisión de que Elcano regresara a España por el oeste, aunque por azares del destino él no pudiera seguir su senda. Este marinero era Gonzalo Gómez de Espinosa, que partió como alguacil de la armada y acabó sustituyendo a su amigo Magallanes como capitán general. «Él siempre actuó de manera recta y valiente cuando había que dar un paso al frente. Obró con rectitud y fidelidad a la palabra dada, tanto a los amigos como a las personas próximas, como Magallanes», explica Mazón sobre su inesperado ascenso al mando.

«Sabemos que prestaba servicios al Rey ya antes de la expedición y probablemente se tratara de un montero de la Guardia Real, porque era procedente de este pueblo de Burgos»
A bordo de la Trinidad, el capitán tuvo que quedarse atrás en la isla Tidore por una avería, mientras que Elcano, al frente de la Victoria, iniciaba su propio viaje. Gómez de Espinosa se dirigió hacia el este para intentar llegar a Panamá, pero el Pacífico lo venció. «El tornaviaje era algo muy difícil, que costaría mucho tiempo descubrir», recuerda el autor del libro sobre la complicación de cruzar el Pacífico sin conocer las corrientes y vientos favorables. Con el barco destrozado por una tormenta y enfermos sus tripulantes, los escasos supervivientes fueron hechos prisioneros por los portugueses y debieron pasar años hasta poder regresar a España.
–¿Cómo se ha cometido un olvido tan grande con este personaje?
–Es algo que a mi me ha llamado la atención desde que empecé a abordar el estudio de esta historia. El que tiene la fama es Magallanes, y al que estamos intentado colocar a su nivel es a Elcano, pero por el camino nos estamos dejando al verdadero sustituto de Magallanes como capitán general de la expedición y bajo cuyo mando se tomaron las decisiones más importantes del regreso, entre ellas la de dar la vuelta al mundo. Es un personaje a reivindicar y del que hay que hablar. Una persona muy relevante en esta historia y, además, alguien con unos altos valores.
–¿Cómo se tomó la decisión de dar la vuelta al mundo?
–Espinosa era el capitán general, mientras que Elcano solo era capitán de la nao Victoria. Antes de que Elcano partiera en solitario, estaba previsto que ambas naos salieran juntas en dirección oeste. Lo que pasa es que en la nao Trinidad encontró una avería y se decidió que los barcos se separaran ante la cercanía de una flota portuguesa. Lo que sí es cierto es que Espinosa tomó todas estas decisiones de manera mancomunada. A diferencia del estilo autoritario de Magallanes, con Espinosa cambió radicalmente la toma de decisiones. Entre el grupo de mandos principales que llevaron el peso de las decisiones estaba Espinosa, Elcano, el maestre de la Trinidad, un genovés llamado Juan Bautista y también un escribano de Sevilla, Martín Méndez. Son estos cuatro oficiales quienes decidieron principalmente dar la vuelta al mundo durante varias juntas. La nao Victoria zarpó de inmediato para evitar ser apresados. Los de la Trinidad determinaron que ya no iban a a seguir la estela de Elcano, sino que volverían por América.
–¿Era una misión suicida esa travesía sin el tornaviaje descubierto?
–Ellos pudieron sospechar de la dificultad porque durante el viaje de ida siempre habían tenido vientos favorables. Ahora, a la vuelta, necesitarían buscar vientos favorables en otras latitudes diferentes de las que habían llevado en el viaje de ida. Lo que pasa es que no esperaban en ningún caso que tuvieran que desviarse tanto hacia el norte en busca de esos vientos, que nunca terminaran por aparecer.
–¿Qué es lo que le hace especial a Espinosa?
–Por un lado, tenemos a un hombre de armas. Él no era alguien del perfil de Elcano ni de Magallanes. Él era un soldado, alguien educado en el arte de la guerra y que se ofreció voluntariamente para ir como alguacil mayor en esta armada. Sabemos que prestaba servicios al Rey ya antes de la expedición y probablemente se tratara de un montero de la Guardia Real, porque era procedente de Espinosa de los Monteros en Burgos, que era el único lugar desde donde podían ser nacidos los guardias que vigilaban de noche la alcoba del rey de Castilla. Esa voluntad de fidelidad al rey la mantuvo durante toda su vida e hizo gala de ello. Todo eso lo vamos a seguir viendo a lo largo de su larga vida posterior al viaje.
–¿A qué se debió la férrea lealtad con Magallanes?
–He tratado de averiguar a qué se debía esa fidelidad y he encontrado que Gonzalo Gómez de Espinosa fue el primer castellano que conoció a Magallanes de cuantos viajaron con él. Espinosa estaba en la corte de Valladolid en 1518, cuando Magallanes acudió por primera vez a presentar su proyecto al Rey Carlos. Luego se ofreció voluntariamente como alguacil para la expedición.
–¿Por qué le escogieron los hombres a él como capitán?
–A la muerte de Magallanes, a Espinosa lo eligieron no como capitán general, sino como capitán de la nao Victoria, de la que luego sería Elcano también capitán. El capitán general al que eligieron en ese momento era un portugués muy experimentado, Juan López Carballo, el único de los pilotos que no había muerto y que ya conocía esa zona, hasta el punto de que fue intérprete en las islas Molucas. Lo que pasa es que Carballo empezó a obrar mal en servicio de Su Majestad y entonces lo quitaron del puesto. Y ahí es donde eligieron al fin como capitán general a Espinosa y capitán de la nao Victoria a Elcano. ¿Por qué? Pues porque Espinosa había demostrado ser alguien de fiar. Espinosa siempre había dado un paso al frente cuando la cosa se había puesto fea para defender a su gente. En ese momento, que estaban perdidos en aquellas, en aquel enjambre de islas entre Filipinas, Borneo y las Molucas, el principal problema era encontrarse con gente hostil en tierra y ahí es Espinosa quien más seguridad podía ofrecer.

«Tenemos muchos textos de su mano y hay mucha documentación con testimonios que dio después de volver reclamando al Rey, que al principio le prometió mucho y después le da muy poco»
–Al final tiene un desenlace nada triunfal.
–Cuando llegó la noticia a Castilla de que está preso en Lisboa, se le mandó rápidamente dinero y se enviaron embajadores a Lisboa para pedir al Rey de Portugal que se le liberara. Pero el Rey de Portugal se hizo de rogar y tardó todavía unos meses en soltarlo. Cuando por fin llegó a Castilla, se le recibió muy bien, se le honró y se le hicieron muchas mercedes. Él recibió un buen dinero y se le mandó como capitán nuevamente a las Molucas en la expedición que se estaba organizando entonces. Sin embargo, antes de que zarpara el Rey acordó con el de Portugal vender las Molucas y, por tanto, la expedición se anuló. A partir de entonces, le dieron un trabajo en la Casa de Contratación de Indias de Sevilla y le nombraron visitador, una suerte de inspector para todos los barcos que quisieran cruzar a Indias. Y ese es el trabajo que terminó ejerciendo durante muchos años.
–Ya fuera de los focos de la historia...
–Sí, ya no hay grandes aventuras. Pero es un trabajo que dio lugar a conocer a todos los marinos que estuvieron metidos en el ajo, que salían de Sevilla y de Sanlúcar de Barrameda hacia el Nuevo Mundo. Era un trabajo importante que estaba muy bien valorado. En Sevilla vivió, se casó, tuvo un hijo... Después de su muerte, este hijo pasó a las Indias, a Guatemala, donde parece que su mujer tenía un hermano. Allí es donde se perpetúa la estirpe de Espinosa, sus hijos, nietos, biznietos...
–¿Qué tal le trataron los cronistas? ¿Mejor que a Elcano?
–Pues, curiosamente, Pigafetta tampoco le nombra a él en sus crónicas. No nombra a nadie de los que sobrevivieron al viaje, solo a los muertos, probablemente porque quería ganarse la fama para él. Pero bueno, el resto de cronistas de Indias sí hablan bien de Espinosa. Gonzalo Fernández de Oviedo incluso se entrevistó con él, y también dejó mucho escrito. Esa es una parte muy bonita a la hora de investigar, porque tenemos muchos textos de su mano y hay mucha documentación con testimonios que dio después de volver reclamando al Rey, que al principio le prometió mucho y después le dio muy poco, que cumpliera con su palabra. Es decir, que a lo largo de toda su vida vamos a encontrar mucha documentación en la que él habla, él cuenta y da su versión de las cosas.
–¿Va a seguir la deuda pendiente con Espinosa, a pesar del libro?
–Ojalá sirva para darlo a conocer y hacer justicia con él. Yo tenía un gran interés en que el libro saliera justo en septiembre, cuando la nao Victoria volvió triunfal después de dar la vuelta al mundo. Un momento en el que precisamente Gonzalo Gómez de Espinosa estaba al otro lado del mundo, en medio del Pacífico, tratando de sacar adelante esa navegación tan dura y tan infructuosa. El esfuerzo máximo de esta gente de la Trinidad y en concreto del capitán Espinosa merecían un reconocimiento que ojalá este libro contribuya a dar.
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