La tragedia de La Girona: la muerte de 1.300 españoles que remató el desastre de la Armada de Felipe II
Irlanda del Norte rinde homenaje a las víctimas de La Girona, perteneciente a la Armada española de 1588, en lo que supone cerrar una rivalidad histórica avivada por el relato nacionalista inglés
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Iniciar sesiónEl pasado sábado 11 de junio se conmemoró en Irlanda del Norte, concretamente en Portballintrae, el naufragio de la galeaza La Girona, perteneciente a la armada española de 1588 y en la que fallecieron unos 1.300 hombres. Además, la Ulster Orchestra ha ... estrenado una obra musical en honor a los muertos españoles compuesta por el músico Manuel Comesaña y se inauguró un monumento que reproduce en la costa la silueta de la nave. Todo un signo del cambio de los tiempos si se tiene en cuenta la importancia que tiene el mito de la ‘Armada invencible’ para el mundo anglicano, del que Irlanda del Norte es un miembro destacado en contraste con la Irlanda católica .
La tragedia de La Girona
El paso por el norte condenó a la Armada española comandada por Medina-Sidonia al «sálvese quien pueda» . La cacareada unidad de pronto no importaba, después del fracaso de la flota a la hora de darse la mano con la infantería de Flandes. Al cabo de una semana de vientos hostiles, lluvia, niebla y tormentas escocesas, la orgullosa flota de Felipe II se había transformado en una masa de barcos errabundos y aislados entre sí. Las medidas más desesperadas se tomaron aquí. Los marineros arrojaron por la borda mulos y caballos para ahorrar agua, se redujo a la mitad las raciones; mientras que los buzos, equipados con estopa y parches de plomo, trabajaban día y noche en taponar las fugas . Todo ello permitió que Escocia pudiera ser bordeada sin que se contara ningún barco hundido, a excepción de la urca de apoyo Gran Griffón , que se estrelló en una cueva de Fair Isle cuando una tormenta le devolvió al norte.
No ocurrió igual en Irlanda, en cuyas afiladas costas La Trinidad Valencera inauguró el 16 de septiembre el mes más fatídico de la Armada española. Alrededor de 25 barcos españoles –la mayoría de tipo mediterráneo– se fueron a pique con 10.000 hombres a bordo en un tramo de unos 300 kilómetros, que van desde Bloody Foreland , en Donegal, hasta Kerry. Las condiciones climáticas castigaron con dureza a la flota, pero no fueron las causas principales de los naufragios, sino la deficiente cartografía portada por los españoles. El Duque de Medina Sidonia contaba con excelentes mapas de la costa de Bretaña, Normandía, Picardía y Flandes, así como de buena parte de las Islas Británicas. Sin embargo, apunta el historiador Enrique García Hernán, que en el caso irlandés solo estaba contemplada la navegación de Finisterre a Clare, con una información elemental y limitada.
Inauguración del memorial a los náufragos de La Girona. pic.twitter.com/kl04SAVHkW
— La Armada Invencible (@lagranarmada) June 11, 2022
A pesar de que algunos contaban con pilotos irlandeses, los barcos encallaron o chocaron contra los arrecifes debido a que la tripulación estaba demasiado enferma para gobernar los buques. Algunos navegaron casi a ciegas esquivando los peligros de la costa hasta fondear en tierra o irse contra las piedras. Capitanes, caballeros, mayorazgos y marineros se vieron de repente atrapados en un infierno sin llamas calientes . Solo olas.
La hostilidad con la que fueron recibidos los náufragos cuyos barcos se fueron a pique en la costa irlandesa y la fuerte presencia militar inglesa en la isla evidenciaron que la Reina británica había previsto las malas intenciones de su viejo cuñado . Las instrucciones fueron contundentes: «Aprehender y ejecutar a todos los españoles que pudieran ser hallados, de cualquier estado que fuera. Puede emplearse la tortura en el seguimiento de esta causa», reclamó desde Londres Isabel Tudor , tal que imitando a la Reina de Corazones de Alicia en el país de las maravillas gritando que les «¡corten la cabeza a todos!».
«Aprehender y ejecutar a todos los españoles que pudieran ser hallados, de cualquier estado que fuera. Puede emplearse la tortura en el seguimiento de esta causa»
Robert Bingham, gobernador de Connacht, región donde naufragaron en espacio de una hora La Lavia, la Santa María del Visón y La Juliana, en la playa de Streedagh Strand, resultó uno de los más obedientes perros de la reina. Persiguió sin descanso a los españoles y supervisó que los supervivientes fueran congregados y ejecutados en Galway . Se estima que más de 1.000 fueron asesinados bajo su autoridad y la de su hermano George, sheriff del condado de Sligo. Lo que no deja de ser paradigmático porque Bingham fue uno de los pocos ingleses que combatió junto a los cristianos en la batalla de Lepanto, aunque también lo hizo más tarde contra los españoles en la rebelión de Flandes .
Sabía por experiencia de lo que eran capaces un puñado de españoles, incluso sin armas y apenas vestidos, si se les daba tiempo para agruparse. Al saber que Alonso Martínez de Leyva , uno de los mandos españoles naufragados, había agrupado a más de un millar de supervivientes se dirigió en persona a capturarle. El buque de Alonso Martínez de Leyva, capitán del rata Santa María Encoronada, en la vanguardia, se había arrojado contra los arrecifes a la altura de Fahy, en Blacksod Bay, un paraje desolador. Así las cosas, sus tripulantes lograron ponerse a salvo y atrincherarse en Doona Castle. Allí tuvieron noticia de que la urca Duquesa Santa Ana se hallaba a pocos kilómetros y estaba todavía en buen estado.
La última carga del caballero pelirrojo
Embarcados en la urca, el caballero pelirrojo Martínez de Leyva y sus hombres naufragaron dos días después. Un segundo golpe que hundió la moral de los soldados españoles y del nutrido grupo de nobles que les acompañaban. Por su prestigio anterior a la empresa inglesa, Alonso Martínez de Leyva era uno de los comandantes más apreciados y carismáticos de la Felicísima. A pesar de que estaba embarcado en una urca de apoyo, hasta su barco habían acudido toda clase de nobles españoles e irlandeses a la llamada de los tambores de la cruzada. Felipe II, había dispuesto que en caso de morir Medina-Sidonia fuera él quien, por su origen noble, asumiera el segundo mando de la flota.
El que fuera capitán general de la caballería en el Milanesado dirigió la construcción de un nuevo campamento, a pesar de tener una pierna rota. El grupo recuperó las esperanzas al oír el rumor de que otra embarcación española estaba a 30 kilómetros al sur de su posición. En fin, que su última bala estaba en la galeaza Girona , un bajel perteneciente a la escuadra mediterránea, la peor parada en la travesía al no estar habilitada para navegar en el Atlántico. Construida en Nápoles en 1580 y llamada así como homenaje al virrey Pedro Téllez-Girón y de la Cueva , tenía capacidad para transportar a medio millar de personas, de modo que duplicar su número era el camino más corto para el desastre.
Bingham, valiente matando náufragos indefensos, contempló en silencio las idas y venidas de los españoles, pero por el momento consideró insuficientes sus efectivos como para atacar. La galeaza fue reparada al fin entre tantas manos y la ayuda de un clan irlandés. Cerca de 1.300 personas, supervivientes de los tres barcos naufragados, subieron a bordo para descubrir que eran una multitud flaca y hambrienta. No había espacio para llevar a tantos a España. Martínez de Leyva consideró imposible enfrentarse en esas condiciones al mar abierto, por lo que se decidió a navegar hacia Escocia, cuya relativa independencia les garantizaba un terreno neutral. Sin embargo, la rotura del timón condujo al barco directo contra el litoral irlandés, en Lacada Point , muriendo Leyva y casi todos los hombres. Era el 28 de octubre de 1588, el último en el que se registraron naufragios en Irlanda .
Los rumores sobre la presencia del caballero Leyva en varios rincones de la isla terminaron por convertirle en una suerte de Cid Campeador pelirrojo . Finalmente, el Girona se fue contra las piedras y se perdió su rastro para siempre.
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