De la admiración al odio: la matanza ignorada que selló la ruptura entre Hitler y Mussolini
Desde que el 'Duce' se hizo con el poder tras la marcha sobre Roma de 1922, el 'Führer' siguió su ejemplo y declaró públicamente en numerosas ocasiones su admiración hacia el padre del fascismo italiano… hasta que en la Segunda Guerra Mundial todo cambió
Mussolini (izquierda) y Hitler, en uno de sus nueve encuentros
En 'Las conversaciones privadas de Hitler' (Barcelona, 2004), el historiador británico Hugh Trevor-Roper recogía una declaración del 'Führer' en la que se reflejaba la admiración y el afecto que sentía por Mussolini : «Los camisas marrones probablemente no hubieran existido sin los camisas ... negras. La marcha sobre Roma de 1922 fue uno de los hitos de la historia. El mero hecho de que semejante acción intentada y llevada a cabo nos llenó de ánimo. Si a Mussolini le hubiese vencido en velocidad el fascismo, no sé si hubiésemos podido resistir. El nacionalismo era en esta época una planta muy débil».
Palabras parecidas se repitieron en los nueve encuentros que ambos tuvieron a lo largo de su vida. La influencia del padre del fascismo italiano, con su violento ascenso al poder en 1922, fue evidente tanto en la derecha como en la izquierda europea . Hitler no fue una excepción, pues siguió con mucho interés la famosa marcha sobre Roma a través de los periódicos y quedó profundamente marcado por ella. Lo que Mussolini hizo fue un modelo a seguir para el líder nazi, no solo en lo que respecta a su ascenso al poder, sino también en la gestión de Alemania una vez se hizo con él y en las ansias expansionistas que le llevaron a la Segunda Guerra Mundial .
Cuando el Mussolini se convirtió en el líder del Partido Fascista italiano y se hizo nombrar presidente del país, Hitler siguió sus pasos y comenzó a ganar apoyo popular hasta su victoria en las elecciones de 1933. Luego aprovechó para instaurar un régimen totalitario donde él sería 'Il Duce' (El Guía) de Alemania. En ese momento, al dictador italiano ya se le había metido en la cabeza recuperar la grandeza del Imperio Romano y expandir sus dominios por todo el Mediterráneo, por lo que se unió al 'Führer' en sus planes de conquistar el Viejo Continente , por lo que participó en varias campañas por el norte de África, en los Balcanes y el sur de Europa.
La admiración y respeto que sentían mutuamente seguían intactas a finales de junio de 1940, cuando Italia entró en la guerra del lado de Alemania. El 'Führer' ya tenía Francia prácticamente invadida y el Ejército del Mussolini atacó el sur. Y aunque no tuvo mucho éxito, su intervención le permitió ocupar una parte del país tras el armisticio e iniciar, después, un largo enfrentamiento contra los británicos en la Batalla del Mediterráneo. Pero, entonces, todo cambió. ¿Qué ocurrió para que ese afecto se convirtiera en odio y acabara en una matanza prácticamente desconocida y olvidada hoy entre los grandes acontecimientos del conflicto más devastador de la historia?
Mussolini y Hitler mantuvieron varios encuentros a lo largo de su vida
«Hitler siempre me hace lo mismo»
El punto de inflexión de esta relación se produjo el 12 de octubre de 1940, una fecha clave también en la historia de la Segunda Guerra Mundial, pues sus consecuencias fueron la primera grieta en las aspiraciones de las Fuerzas del Eje. Aquel día, Mussolini se enteró por la radio de que su aliado había invadido Rumanía. En 'The Ciano Diaries 1939-1943' , las memorias de Galeazzo Ciano, ministro de Asuntos Exteriores de Italia y yerno del 'Duce', este asegura que el líder fascista italiano estaba furioso con su socio porque ya no le contaba sus planes. «Hitler siempre me hace lo mismo. Ahora él se va a enterar por los periódicos de que he invadido Grecia», le prometió a Ciano.
Según afirman varios historiadores, a Mussolini no le sentaban nada bien las exitosas campañas militares de los nazis, ya que temía que Italia se convirtiera en un aliado de segunda categoría. De hecho, entre 1938 y 1939, los alemanes ya habían invadido Austria y Checoslovaquia sin consultarlo con los italianos. En aquellas ocasiones el 'Duce' decidió pasarlo por alto en aras a que siguiera el buen entendimiento entre ambos, pero aquella fue la gota que colmó el vaso y decidió atacar Grecia para que la grandeza militar del Tercer Reich no le ensombreciera.
Aquel mismo día emprendió una campaña de propaganda para convencer al pueblo italiano de la necesidad de conquistar aquel país para «salvar a la minoría albanesa» que, supuestamente, estaba siendo maltratada por los griegos. A Mussolini no le importó que los nazis pensaran que aquel no era el mejor momento, como se lo habían hecho saber en varias ocasiones, pero cuando Hitler llegó a Florencia el 28 de octubre, para reunirse con Mussolini por sexta vez, este se enteró de que unas horas antes Italia ya había comenzado su invasión.
El desgaste de Alemania
Aquella decisión de Mussolini para proteger su orgullo herido le iba a salir muy cara tanto a Italia como a Alemania, ya que, en poco menos de un mes, el ejército del 'Duce' sufrió una humillante derrota ante los griegos. Los nazis se vieron obligados a desplegar más tropas para abrir un nuevo frente de batalla en los Balcanes. Una acción que, según defienden muchos historiadores, fue determinante para iniciar el desgaste militar de Alemania y su posterior derrota en la guerra.
Ya nada fue lo mismo entre Hitler y Mussolini, aunque ambos se necesitaran todavía en su objetivo final de ganar la guerra. De hecho, en julio de 1943, cuando los aliados bombardearon Roma y el Gran Consejo Fascista decidió arrestar a Mussolini por orden del Rey Víctor Manuel III , para evitar la invasión del país, el 'Führer' montó incluso un dispositivo para rescatarle. Apenas dos meses después, sin embargo, se produjo el detonante que llevaría al enfrentamiento abierto entre los dos máximos líderes del fascimo mundial y antiguos amigos.
El 8 de septiembre 1943, los italiano firmaron por su cuenta el armisticio con los aliados. Entre las condiciones que se establecieron estaba la obligación de no ayudar más al Ejército nazi, entregar a todos los prisioneros y abandonar inmediatamente Grecia para regresar a Italia, dejando allí solos a los alemanes. Como era de esperar, Hitler se lo tomó como una traición a la causa fascista y respondió con la mayor crueldad contra sus aliados de la 33ª División Acqui.
Hitler, durante uno de sus actos públicos en Alemania, durante la década de 1940
La matanza de Cefalonia
Esta división había participado cuatro años antes, junto a los nazis, en la campaña de Francia. Después había pasado por Albania y, más tarde, se había incorporado a la invasión de Grecia ordenada por Mussolini. Se establecieron en Cefalonia en mayo del 43. En total, 12.025 hombres, de los cuales 525 eran oficiales y 11.500 suboficiales y soldados, todos al mando del general Antonio Gandin. Sin embargo, fueron abandonados cuando este recibió la orden de enviar a Brindisi todas sus unidades navales para cumplir con los términos del acuerdo firmado con Francia y el Reino Unido.
Eso dejaba a las tropas de Cefalonia sin posibilidad de escapar ante cualquier ataque de los nazis, que clamaban venganza. Una situación a la que hay que sumar el hecho de que el nuevo presidente, Pietro Badoglio, decidió ceder el mando de este pequeño destacamento, precisamente, a los hombres de Hitler, para tenerlo contento y que no hubiera represalias. Lo que hizo, sin embargo, fue servírselos en bandeja, y cuando el teniente coronel nazi al mando de ambas tropas de la isla, Johannes Barge, le comunicó a Gandin que no había recibido órdenes desde Berlín con respecto a ellos, estaba mintiendo.
El Alto Mando de la Wehrmacht (OKW) —que en la práctica hacía la función del Ministerio de Guerra del Tercer Reich— había comunicado ya que debían ser desarmados para evitar cualquier motín. Una orden que transmitió al día siguiente y tras la cual les advirtió que, si se negaban, tenían la directriz de fusilarlos a todos. El general Gandin, siguiendo las órdenes un tanto confusas que le llegaban de sus mandos, decidió ni desarmarse ni unirse a los nazis. Aquello causó un gran malestar a Hitler, que le sirvió de excusa para ejecutar sumariamente a todos los oficiales y soldados italianos que pudiera. No quería prisioneros, quería aniquilarlos a todos.
Benito Mussolini en un desfile de camisas negras, con veteranos y niños entre sus filas
«¿Quién nos pide disculpas a nosotros?»
Desde el mediodía del 21 de septiembre hasta el mediodía del 22, un total de 189 oficiales y más de 5.000 soldados fueron fusilados en diferentes puntos de la isla, poco días después de que otros 1.200 italianos hubieran muerto en su enfrentamiento con los nazis. Las tropas de Gandin, ya sin municiones, decidieron rendirse y el 24 fueron ejecutados otros 129 oficiales en San Teodoro. Al día siguiente, otros siete oficiales enfermos y heridos corrieron esa suerte en el hospital de campo donde se encontraban ingresados. La masacre se extendió después a la mayoría de municipios de la isla: en Troianata fueron fusilados 631 prisioneros; en Frangata, 461; en Pharsa, 350; en Kuruklata, 300; en Valsamata, otros 300; en Prokopata, 148, y en Kardakata, 114 más.
Los nazis pusieron fin a la escabechina el 26 de septiembre con la ejecución de otros 600 soldados y 20 oficiales más en Corfú. En total, más de 8.200 combatientes fascistas pasados por las armas por orden del 'Führer', a pesar de que se habían rendido y estaban indefensos. Tantos eran los cadáveres que, tras ser despojados de sus botas y el resto del equipo, fueron incinerados en grandes piras que extendieron el olor a carne quemada por toda la isla.
Fue el último episodio de la «amistad» entre Hitler y Mussolini iniciada varios años antes. Una masacre de la que en la prensa española de la época tan solo encontramos una mención. La publicó el diario falangista 'Duero' el 25 de septiembre de 1943, en el mismo momento en el que se producía. «En Cefalonia, los italianos de Pietro Badoglio fueron aniquilados por los soldados alemanes», decía el titular. No hay prácticamente más referencias sobre este episodio que puede ser considerado como uno de los más injustamente olvidados de la Segunda Guerra Mundial.
Toda la documentación relacionada con el aniquilamiento de esta división fue secuestrada por el gobierno de Estados Unidos durante la Guerra Fría y jamás publicada. Hasta 1980 ni siquiera existía un memorial para las víctimas en la isla. El recuerdo de los miles de soldados ejecutados era difícil de encuadrar en una causa, puesto que no luchaban exactamente contra el fascismo ni por el fascismo. En 2003, la asociación de supervivientes y familiares de las víctimas de Cefalonia recordaron que, 70 años antes, «los alemanes asesinaron a casi doce mil de nuestros soldados, una tragedia que algunos oficiales alemanes siguen negando. Y a nosotros, ¿quién nos pide disculpas?».
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