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El hijo ilegítimo que abrió los ojos a Napoleón

El supuesto problema de esterilidad del Emperador quedó descartado cuando embarazó a la Condesa María Walewski

Retrato de «Napoleón en Fontainebleau» ABC
Eugenia Miras

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Marie Joséphe Tascher de la Pagerie , universalmente conocida como Josefina , fue quizás el quebradero de cabeza más grande de Napoleón I . Las continuas infidelidades de su mujer y la falta de un heredero harían que el Emperador pusiera fin a aquella pesadilla con el divorcio el 10 de enero de 1810, siendo el primero que se realizaba bajo el código napoleónico .

Napoleón Bonaparte sería humillado infinitas veces por la falta de discreción de Josefina; pues la mujer que tuvo bajo su zapato al corazón del genial militar , no escatimó en amantes durante las campañas bélicas que lo mantenían lejos de la alcoba.

Aunque Josefina parecía tenerlo embrujado -pues la perdonaba siempre- llegó el momento en el que el Emperador se hartó y decidió liberarse de aquella cruz. Pero la gota que había derramado el vaso no sería otro soldado apuesto, sino el hijo que nunca engendraron -y por el que se culpaba Napoleón-.

La lujuriosa salvación napoleónica

Al parecer el célebre militar creía que era estéril , porque ella al menos sí había logrado tener hijos con su difunto marido el Conde de Beauharnais. No obstante después de mucho tiempo suspirando por la lealtad de Josefina, el Emperador tendría algunas amantes y entre las cuales destacó la Condesa María Walewski . Pero la gran ironía de este asunto fue que la misma lujuria salvaría a Napoleón de morir sin herededos; pues de su romance con la polaca nacería un bebé, el futuro Conde Colonna-Walewski .

Retrato de la emperatriz Josefina, por François Gérard. C.C

Aquella aristócrata tampoco comería perdices, ni reemplazaría a la Emperatriz; pues una vez cumplida su misión mesiánica Napoleón I la hizo a un lado. Pues en aquel momento necesitaba toda su energía para librar la más terrible de sus batallas: el divorcio.

Napoleón se divorciaría el 1o de enero de 1810, para casarse con la Archiduquesa María Luisa de Austria

De esta manera, si el Emperador quería mantener vivo su legado necesitaba darle a Francia un heredero legítimo ; y aquel niño polaco no dejaba de ser un escándalo para la época, que muy probablemente hubiera sentado peor que una bofetada.

Así que por la salud de la dinastía bonapartista, Napoleón se divorciaría un día frío de enero de 1810. Y tras el destierro de Josefina no perdería el tiempo, siendo así se casó con la Archiduquesa María Luisa de Austria ; la mujer que le daría a él y al Imperio al próximo soberano: Napoleón II .

La venganza verde

Aunque Josefina jugaba con los sentimientos del Emperador, el día que él decidió anestesiar su pena en otros brazos, no tuvo reparo en montar escenas apocalípticas de celos . Y como Napoleón decidió ignorarlas, la Emperatriz optó por usar otros métodos -quizás algo extravagantes- para vengarse de las amantes.

Pauline Bellisle Foures C.C

«La Emperatriz de Francia que odiaba a cierta dama de la Corte, se dio el gusto de humillarla. En vísperas de una gala que iba a dar en palacio, al enterarse de que la dama en cuestión iba a vestir de verde, queriendo afrentarla ordenó que se tapizara de azul el mobiliario, y que, asimismo, de cambiara el papel pintado de la sala y se pusiera otro de tonalidad verde claro. También mandó que fueran verdes las alfombras del salón de baile, y todo porque un pintor, a quien había consultado, le dijera: «Señora, con el azul, el verde resultará chillón y chabacano», relató Pancracio Celdrán en su célebre «Anecdotario histórico».

Al parecer la víctima se llamaba Pauline Bellisle Foures , y sería uno de los «affaires» más sonados de Napoleón I durante su campaña en Egipto, y a quien llamaban «Cleopatra» .

«Cleopatra de Napoleón» recibiría una generosa pensión vitalicia que duraría hasta el día de su muerte

Según narra Philip Dwyer en su libro «Napoleón» el Emperador le escribiría desde Siria para pedirle su compañía en París. Sin embargo para el momento en que ella vuelve a la « ciudad de las luces» , ya se había reconciliado con Josefina; por lo que no necesitaría más de su cariño. Supongamos que a la muchacha le hizo trizas el alma; pero recibió una muy generosa pensión vitalicia que duraría hasta el día de su muerte a la edad de 90 años.

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