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Franco y Primo de Rivera: los secretos de una relación de odio y envidia

Serrano Súñer afirmó que «Franco no le tenía simpatía y había en ello reciprocidad, pues tampoco José Antonio sentía estimación por él». Sus desencuentros fueron contínuos hasta que el líder de Falange fue fusilado

La verdadera historia de José Antonio Primo de Rivera ABC
Manuel P. Villatoro

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Ni cordial, ni de sumisión. Aunque en ocasiones se quiere transmitir que las historias de la Falange Española (FE) y de José Antonio Primo de Rivera están ligadas a Francisco Franco por una relación de fidelidad, la realidad es totalmente diferente: ambos personajes no se tenían en buena estima.

Mucho se ha hablado sobre la verdadera relación entre Franco y Primo de Rivera . La realidad, con todo, fue más cruda que la ficción, pues decir que ambos se soportaban ya es aventurarse mucho. Esta pareja política comenzó su andadura allá por 1932, cuando ambos hicieron las veces de testigos en la boda de Ramón Serrano Súñer.

Primer encuentro

Al menos hasta el 24 de septiembre de 1934, cuando José Antonio envió al futuro dictador una misiva avisándole de una inminente revolución en Asturias. «Todas estas sombrías posibilidades […] me han llevado a romper el silencio hacia usted», afirmaba el ya líder de la organización Falange Española. El escrito no tuvo respuesta, por lo que podemos suponer que no se debieron caer demasiado bien.

En febrero, Primo de Rivera volvió a la carga y logró concertar una reunión con el mismísimo Franco. Para entonces, ya era un líder consumado de tan solo 32 años que se había hecho un hueco en la política en base a su buena oratoria y a su lenguaje gestual. Por su parte, el de Ferrol era un general que todavía se mostraba dubitativo en lo que se refiere a actuar contra la República por las bravas.

Eso fue lo que terminó desesperando a José Antonio quien -durante el encuentro- perdió el poco respeto que sentía hacia el futuro jefe del Estado al considerarle evasivo y cauteloso . El mismo Serrano Súñer dijo lo siguiente sobre el encuentro: «José Antonio quedó muy decepcionado y, apenas cerrada la puerta del piso tras la salida de Franco, se deshizo en sarcasmos». Ese fue, probablemente, el momento en que el joven Primo de Rivera perdió el poco respeto que todavía profesaba a Franco , quien no tardó demasiado en percatarse de este odio y devolvérselo con la misma moneda.

«José Antonio quedó muy decepcionado y, apenas cerrada la puerta del piso tras la salida de Franco, se deshizo en sarcasmos»

Así sucedió en 1936, mientras José Antonio pasaba sus días dirigiendo la Falange desde la Prisión Provincial de Alicante después de haber sido encarcelado por posesión ilícita de armas. Allí, a Primo de Rivera le propusieron unir su nombre junto al de Franco en una candidatura conjunta por Cuenca. ¿El objetivo? Lograr que la derecha diera un golpe de efecto en la región y pudiese alcanzar el poder de manos de estos dos grandes personajes.

En ese momento, Primo de Rivera dejó claro que su aversión por Franco no era precisamente pequeña al negarse a concurrir con él a los comicios si su nombre aparecía a su lado. Así, José Antonio «encomendó a Serrano Súñer que gestionase en el círculo próximo al general su propia exclusión de la candidatura alegando sin más que no deseaba presentarse junto con el entonces comandante general de Canarias» (según explica José María Zavala en su obra «Franco con franqueza»).

Llega el odio

El resultado fue que, finalmente, se manifestó su odio. Y Franco respondió con la misma moneda. De hecho, jamás le perdonaría aquella afrenta contra su persona. La tensión quedó posteriormente manifiesta cuando, en más de una ocasión, se refirió a él despectivamente como « ese muchacho » hacia el que sentía cierto « desquite ».

Así habló el mismo Serrano Súñer (cuñado de Franco) de la relación entre ambos:

«Respecto al mismo José Antonio no será gran sorpresa, para los bien informados, decir que Franco no le tenía simpatía. Había en ello reciprocidad, pues tampoco José Antonio sentía estimación por Franco y más de una vez me había yo -como amigo de ambos- sentido mortificado por la naturaleza de sus críticas. Allí, en Salamanca, me tocaba sufrir la contrapartida. A Franco el culto a José Antonio, la aureola de su inteligencia y de su valor, le mortificaban».

Contra Falange

Incluso tras la muerte de José Antonio Primo de Rivera, Franco nunca terminó de fiarse de Falange. Así quedó claro cuando ordenó que la organización fuese seguida de cerca y espiada por la red de información APIS . El mismo grupo que se encargaba de pasar al dictador informes constantes de las principales logias masónicas presentes en España.

De hecho, siempre solía fanfarronear afirmando que estaba «bien informado de todo cuanto se trama en las logias» y tener «información directa de las logias masónicas». El grueso de estos informes llegó a Franco desde los años cuarenta hasta los sesenta. Al menos, así lo explica el historiador Javier Domínguez Arribas en su obra «El enemigo judeo-masónico en la propaganda franquista, 1936-1945».

En la misma, el experto también señala que este grupo de espías estaba formado principalmente por mujeres y que, entre otras cosas, seguía de cerca a los falangistas. «Las acusaciones más graves contra la Falange se encontraban en los documentos que la red APIS atribuía a la "secta". En ellos, ciertas actitudes políticas habituales entre los falangistas aparecían como el resultado de consignas masónicas», destaca Arribas. Algunas de ellas, presuntamente, tan graves como hacer que «los masones se sumen a todas las manifestaciones que puedan surgir y que las saturen de “vivas y aclamaciones” al Führer y a Alemania ».

El sector falangista estuvo investigado durante años, al igual que sucedía con todo aquel (con cierta importancia política, eso sí) que se declaraba partidario del rey Don Juan . De hecho, APIS solía pasar también informes de organizaciones « juanistas », como se hacían llamar.

Zavala recoge en su obra estas ideas y señala, a su vez, que una de las personas más investigadas por Franco y el grupo APIS fue Pilar Primo de Rivera (la hermana de José Antonio). En los informes se podía leer lo siguiente de ella: «Volviendo a Pilar. Otra de las cosas que la ha enfurecido es que, según dice, ayer desfilaron ante el Caudilo las Milicias Universitarias, al grito de “ Viva España ”, y la palabra “ viva ” ella no la traga».

Por si espiar a su organización no fuera suficiente, en 1937 (todavía en plena Guerra Civil ) Francisco Franco tuvo otra feliz idea que acabó de romper sus relaciones con algunos de sus miembros.

Y es que, el 20 de abril decretó que las principales organizaciones políticas que combatían a la República junto a él (falangistas y carlistas) quedarían unidas en un único partido llamado Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista ( FE y de las JONS ). Su objetivo no era otro que acabar con las luchas internas que había en estas corrientes y, a su vez, centralizar el poder bajo su persona.

Sin embargo, esta unificación no tardó en darle dolores de cabeza. Desde Falange, por ejemplo, se alzaron voces discordantes al considerar que la unión de ambos partidos acabaría con la esencia original del partido. Uno de los mayores contrarios a ella fue Manuel Hedilla –sucesor en la práctica de José Antonio Primo de Rivera -. Al menos de forma oficial ya que, a día de hoy, son muchos los historiadores (algunos como el hispanista Herbert Rutledge Southworth ) que defienden que este líder estaba a favor del decreto franquista, aunque con algunas reservas.

Independientemente de las interpretaciones posteriores, lo cierto es que la dirección de Falange y el propio Hedilla terminaron sintiéndose ultrajados por Franco cuando este les dejó a una lado en la toma de decisiones. Así pues, en lugar de apostar por la prudencia, los líderes del partido desafiaron al Caudillo por las bravas.

«La inmediata reacción de la dirección de FE […] fue enviar un telegrama el 22 a los jefes provinciales de FE en el que, si bien se mostraba acatamiento a Franco, en realidad se contravenía la orden de éste. Se reafirmaba el conducto jerárquico de FE para transmitir las órdenes del propio Generalísimo. El telegrama en cuestión se mandó como firmado por Hedilla, aunque parece ser que en el original entregado a Telégrafos su firma no existía», explica Joan Maria Thomas en su obra «El gran golpe. El caso Hedilla, o como Franco se quedó con Falange».

El telegrama (unido a las críticas vertidas por Hedilla contra la unificación y su negativa a aceptar un cargo menor ofrecido por el de Ferrol), fueron las excusas perfectas para Franco. Este –tras la traición a Primo de Rivera- ordenó detener al líder de Falange y procesarle junto a 600 de sus seguidores. Así, su plan de quedarse con el partido se materializó.

Como señala el hispanista Paul Preston en su amplia obra «Franco. Caudillo de España» , Hedilla terminó siendo condenado a muerte acusado de rebelión militar, aunque posteriormente se le conmutó la pena por la cadena perpetua. Paralelamente, nació una falange clandestina (la Falange Autónoma) destinada a luchar contra el futuro jefe del Estado.

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