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Racismo, asesinatos y armas químicas, las «cosas malas» que Berlusconi no recuerda de Mussolini

El «Duce» se hizo un hueco en la memoria colectiva gracias a sus leyes racistas y sus actos de conspiración y crueldad

Racismo, asesinatos y armas químicas, las «cosas malas» que Berlusconi no recuerda de Mussolini AP

MANUEL P. VILLATORO

Benito Amilcare Andrea Mussolini, más conocido a los ojos de la Historia como Benito Mussolini, fue un personaje controvertido que se hizo un hueco en la memoria colectiva gracias a sus leyes racistas y sus actos de conspiración y crueldad para adueñarse de Italia

No obstante, parece que el «Duce», como así se le conocía, también hizo cosas buenas por la comunidad. Al menos, eso es lo que declaró el pasado domingo el antiguo primer ministro italiano Silvio Berlusconi durante la celebración del Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto nazi. Y es que, entre sus mayores perlas se encuentran la creación de una serie de leyes represivas o la utilización de armas químicas prohibidas a nivel internacional contra sus enemigos.

Un golpe de estado encubierto

Uno de los primeros actos que Mussolini llevó a cabo con la finalidad de dominar Italia se sucedió en 1922. Ese año, partió junto a sus seguidores sobre Roma en un intento de hacerse con el poder. «La marcha marcó el final del régimen parlamentario y el principio del fascista, aunque la manera en la cual se convirtió en jefe de gobierno estaba paradójicamente de acuerdo la constitución italiana. Podemos decir que fue un golpe de estado sui generis», afirma Álvaro Lozano, autor de «Mussolini y el Fascismo italiano» (Marcial Pons, 2012)

Concretamente, Mussolini partió sobre la ciudad junto a 40.000 de sus aliados con la intención de presionar al rey Víctor Manuel III para que le permitiera encabezar el gobierno italiano. Por su parte, el monarca, en lugar de convocar al ejército y acabar con los fascistas, le entregó el país en bandeja.

«Es posible que, dado que los principales políticos italianos parecían aceptar que Mussolini entrase en el Gobierno, no tuviera mucho sentido resistirse. El rey sabía bien que el Ejército contaba con muchos simpatizantes fascistas y que no sería fiable en caso de crisis, además del riesgo evidente de que se provocaran embarazosos actos de insubordinación. La resistencia a los fascistas podía haber ocasionado una guerra civil de la que el rey hubiera sido considerado el responsable», destaca el experto. Gracias a la intimidación, Mussolini se había hecho con el poder.

Un misterioso asesinato

Tras la llegada del «Duce» al gobierno, se sucedieron una serie de elecciones, las cuales, en muchos casos, estuvieron marcadas por la presión y la violencia de los seguidores de Mussolini hacia sus opositores políticos.

Uno de los casos de asesinato más misteriosos se produjo precisamente bajo este contexto en 1924. Ese año se acaban de suceder los últimos comicios electorales, los cuales habían dado la victoria a Mussolini. No obstante, tras el recuento, el diputado socialista contrario al fascismo Giacomo Matteotti dio un discurso en el que se atrevió a desvelar la intimidación a la que habían sido sometidos por parte de los seguidores del «Duce».

Esas fueron sus últimas palabras, pues al día siguiente fue raptado y asesinado por tropas fascistas. «A pesar de que todos los indicios apuntan a Mussolini, hasta hoy no se han podido encontrar evidencias concluyentes de que fuera éste quien dio la orden directa de ejecutar a Matteotti», afirma Lozano.

Aunque todo apuntaba a Mussolini, no se pudo demostrar su relación

«Sin embargo, los hechos apuntan, al menos, a la culpabilidad moral y política del "Duce". La pista del automóvil utilizado en el secuestro llevaba a los colaboradores más próximos a Mussolini. El líder del comando que raptó a Matteotti era el organizador de un grupo que operaba desde el Ministerio del Interior y que ya había propinado numerosas palizas a opositores y a disidentes fascistas», asevera el experto.

Pero, al parecer, el asesinato no fue tan perfecto como parecía en un principio. «Además, uno de los implicados en el crimen era Cesare Rossi, que trabajaba en el gabinete de prensa de Mussolini y Giovanni Marinelli, un miembro destacado del Partido Nacional Fascista. Lo que en un principio parecía un crimen perfecto, se convertía en una chapuza que parecía llevar directamente a Mussolini», explica Lozano.

«En definitiva. si bien se sabe que fueron sicarios fascistas los que le raptaron y dieron muerte, no se llegó nunca a probar que fuera Mussolini el que ordenara su asesinato, aunque se tiene constancia de que al término del discurso de Matteotti contra los fascistas, Mussolini comentó en público ante el jefe de la policía secreta fascista que la persona que lo había pronunciado no debía "seguir en circulación"», finaliza el autor.

Leyes «Fascistísimas» y corrupción política

Por otro lado, una de las primeras reformas que el «Duce» llevó a cabo tras hacerse con el poder en Italia fue la aprobación de una serie de normas conocidas como las «Leyes fascistísimas». «Eran un conjunto de decretos que desmantelaron el viejo estado liberal que heredó Mussolini y pusieron el esqueleto de lo que iba a ser el estado fascista», explica Iñigo Bolinaga, autor de « Breve historia del fascismo » (Nowtilus, 2008).

De la misma opinión es Lozano. «El 25 de noviembre de 1926 se aprobó este paquete legislativo que incluyó, entre otras medidas, la creación de un Tribunal de Delitos Políticos y de una policía política, la Obra Voluntaria de Represión Anti-fascista (la OVRA), el restablecimiento de la pena de muerte, la disolución definitiva de los partidos y el cierre de numerosos periódicos. Unos 300.000 italianos se exiliarían; otros 10.000 fueron confinados en islas alejadas (Lípari, Ustica…) o en pueblos remotos e insalubres», explica el experto.

Las leyes dictaminaron la disolución de los partidos y el cierre de periódicos

Sin embargo, este fue sólo el inicio de una serie de normas que acabarían con la democracia en la «bella Italia». «En 1926, el régimen suspendió todos los Ayuntamientos electos y los sustituyó por otros designados desde arriba, a cuyo frente se nombró, con las funciones de los antiguos alcaldes, a una “podestà”. Así, Prefectos (gobernadores civiles) y jefes locales del Partido Nacional Fascista integraron la administración local y provincial», añade Lozano.

Apenas dos años después, Mussolini volvería a «decretar» una ley que mejoraba notablemente su posibilidad de ser elegido electoralmente. «En 1928, una ley transformó de raíz el sistema electoral. Los comicios consistieron en adelante en un plebiscito sobre una lista única elaborada por el Gran Consejo Fascista, convertido así en órgano supremo del Estado. En las elecciones de 1929, las elecciones eran ya una farsa. El Parlamento era una cámara oficialista sin más funciones que la aclamación de las disposiciones legales del gobierno», afirma el creador de «Mussolini y el Fascismo italiano».

Uso de las prohibidas armas químicas

A nivel militar, el «Duce» cometió varios crímenes de guerra al hacer uso de armas prohibidas para acabar con sus enemigos. «Mussolini ya había hecho uso de armas químicas en la guerra de Etiopía, como el gas mostaza, lo que contravenía las disposiciones jurídicas de la Convención de Ginebra. Pero no fue el único: también el ejército español utilizó este tipo de armamento prohibido en su particular guerra contra la República del Rif, así como otros ejércitos europeos», explica en este caso Bolinaga.

El sueño: dominar el Mediterráneo

Varios años después, en 1936, Mussolini volvió a convertirse en el protagonista del mundo cuando anunció la salida de Italia de la Sociedad de Naciones (creada tras la I Guerra Mundial para tratar de promover una paz duradera en el mundo).

«La Sociedad de Naciones no resultaba muy atractiva para Mussolini que deseaba modificar en profundidad el equilibrio internacional. Mussolini afirmó que se trataba de “una santa alianza de las naciones plutocráticas” contra los países pequeños como Italia», afirma Lozano.

A partir de ese momento, su intención fue en todo momento dominar el Mediterráneo. «El Duce estaba decidido a desarrollar y expandir el imperio colonial en África y a lograr una esfera de influencia en los Balcanes. “El Mediterráneo, para los mediterráneos”, afirmó en una ocasión», completa el experto.

Leyes raciales

En cambio, el culmen del régimen del «Duce» se produjo con su acercamiento al nazismo antes de la Segunda Guerra Mundial. De forma concreta, Mussolini decretó durante esos años una serie de leyes raciales en contra de los judíos a pesar de que siempre había afirmado que Italia nunca viviría el racismo.

«La primera muestra de que el régimen estaba siendo influenciado por el nazismo apareció en 1938 cuando se otorgó el visto bueno a la publicación del “Manifiesto de los científicos raciales”. En el mismo se señalaba, de forma sorprendente y absurda, que: «El pueblo de la Italia actual es de origen italiano y su civilización es aria […]. Ya existe una raza italiana pura. […] los judíos no pertenecen a la raza italiana”», añade Lozano.

Junto a estas leyes, se publicó además Il Diritto Razzista. «Era una ley racial que introducía medidas para "proteger a la raza italiana". Su contenido era una copia exacta de las Leyes de Núremberg, introducidas en Alemania dos años antes», sentencia el autor.

«Los judíos fueron excluidos de los colegios públicos»

A partir de ese momento, los judíos empezaron a ser expulsados de cientos de lugares, como bien afirma Lozano: «En agosto de 1938 los judíos nacidos en el extranjero fueron excluidos de los colegios públicos y al mes siguiente la prohibición se extendió a los judíos nacidos en Italia. También fueron excluidos de la enseñanza en los colegios públicos y se establecieron colegios privados para estudiantes judíos».

Algunos meses después, también se expulsó a los judíos de las organizaciones culturales y no se les permitió ser los poseedores de grandes compañías o terrenos. «Desde noviembre de 1938, se les prohibió contraer matrimonio con no judíos o tener sirvientes “arios”. A los judíos también se les apartó de los puestos en el Ejército y la banca. Se ordenó a los italianos que tenían que aprender a sentirse como una raza superior. Los periódicos se vieron obligados a publicar artículos justificativos de las medidas discriminatorias y se prohibió que se diera a conocer la protesta que expresó el Papa», finaliza el autor.

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