Algo español, por fin visible
Lo primero es lo primero: Antonio Banderas recogió anoche el premio que le otogaba la Asociación Europa Cinemas a su película «El camino de los ingleses» como la mejor de la sección Panorama. Y la
Lo primero es lo primero: Antonio Banderas recogió anoche el premio que le otogaba la Asociación Europa Cinemas a su película «El camino de los ingleses» como la mejor de la sección Panorama. Y la película «Invisibles», producida por Javier Bardem y dirigida a trozos por Isabel Coixet, Fernando León, Javier Corcuera, Mariano Barroso y Wim Wenders, se dejó ver en la Berlinale. Ahora, casi al final y al mismo tiempo que los postres: ayer se proyectaban las últimas peliculas en salir a competir por el Oso de Oro que se entregará hoy y sobre el que todo son incógnitas. La competición de este año no ha tenido clemencia con los sectores más
impermeables de la crítica, a los que ha inundado de nada o de casi nada.
Ayer salió a competir Jiri Menzel con «Yo serví al rey de Inglaterra», adaptación de la novela de Bohumil Xrabal y perfecto ejemplo de cómo se mezclan dos estilos, el ameno del escritor con el retozón del cineasta, y con la gramática parda de uno y la poética de otro se narran las peripecias por el siglo pasado del superviviente y camarero Jan Dite, que le arrancó por lo bajini una medalla al emperador de Etiopía y no sirvió en realidad al rey de Inglaterra. De lo más potable que se ha podido beber durante estos dias.
También se proyectó la británica «Hallan Foe», una historia enfermiza y vacilante pero ágil protagonizada por Jamie Bell, aquel que hizo de Billy Elliot; trata sobre los problemas de un jovenzuelo cuya madre se suicidó, aunque él cree que intervino en ello más de la cuenta su actual madrastra, para la que un calificativo como el de bruja sería un eufemismo. «Hallan Foe» amaga con varias líneas narrativas, a cuál más interesante, pero se acaba convirtiendo en un batiburrillo que pierde aire y altura como un globo pinchado. Y la que debería ser la última en competir, pero no lo es, una (otra) china titulada «Perdido en Pekín» y que entre una historia disparatada de amores, celos, sexo, paternidades confusas y masajes en los pies nos deja entrever un Pekín ultramoderno, a velocidad de vértigo y capitalista hasta la médula. Está hecha con lápiz de punta gruesa y en un agradecible tono menor, de suave comedia, aunque trate asuntos fundamentalmente dramáticos...
Y no era esta china la última por un extraño motivo: hoy, la película que clausura el festival, «Angel», del francés François Ozon, también está programada como película a competición. O sea, que se pueden dar dos circunstancias, ridículas ambas: que «Angel» no tenga premio y entonces, después de hacer público el palmarés, se proyecte una de las películas no ganadoras, o lo contrario, que obtenga el premio y estuviera programada desde el principio para la clausura, con lo que la cosa adquiere un tufillo raro. Claro que a estas alturas del festival, y con lo que este año nos han castigado las meninges, a quién le importan estas minucias. Lo importante es que urdan un palmarés y nos den boleto. El palmarés que sea (como no se dignarán a darle el Oso a la película de Robert de Niro, «El buen pastor», la única de cuantas compiten que realmente está a la altura cinematográfica del premio), aunque mueva -que moverá- a la risa. Con «Irina Palm», incluso con un premio de buena actriz a Marianne Faithfull, con alguna china, con algo alemán y poco más se hace un palmarés y santas pascuas.
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