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Bono con freno y marcha atrás

JUAN MANUEL DE PRADAEMPIEZO a sospechar que Gallardón es una reencarnación de

EMPIEZO a sospechar que Gallardón es una reencarnación de san Isidro Labrador. Entre los episodios más divulgados de la vida del Santo se cuenta aquel milagro de los ángeles que se encargaban de uncirle los bueyes y de arar sus tierras, permitiendo así que se entregara a la oración. Ignoro si Gallardón destina mucho tiempo al rezo, pero parece evidente que, como el patrono de Madrid, tiene asignados por mandato divino unos cuantos ángeles que se preocupan de sudar la gota gorda para que él pueda dormir descansadito y a pierna suelta. Lo que hace más estrafalaria e hilarante esta nueva versión del milagro de san Isidro es que aquí los ángeles, en lugar de actuar personalmente, delegan su asistencia en un puñado de testaferros recolectados entre las huestes enemigas. Hasta hoy intuíamos que Gallardón podría ganar las próximas elecciones a la Alcaldía de Madrid a poco que se esforzara; hoy empezamos a sospechar que podría incluso ganarlas sin moverse de la cama.

El folletín de la elección del candidato socialista para la Alcaldía de Madrid ya nos había deparado sus episodios de astracanada antes de que Bono se acaramelase y volviera a entrar en la liza. Pero su devaneo y posterior espantada incorpora sus ribetes de farsa grotesca al espectáculo. Nunca he acabado de entender el gancho electoral de Bono, a quien siempre he visto como un patriota de peineta y faralaes con sus aderezos de vendedor de crecepelos. Sospecho que el empeño de Zapatero en enfrentarlo a Gallardón sólo admite una explicación psicoanalítica: al final va a resultar que, después de desprotricar tanto contra la «derecha extrema», Zapatero aspiraba a meterse en la buchaca el Ayuntamiento de Madrid aportando un candidato que pudiera pescar en sus «caladeros»; o, por lo menos, que los incitara a la abstención. Quizá con ese hueso se hubiese podido camelar a los votantes reticentes de Gallardón hace unos años, cuando todavía las tartuferías y la propensión al figureo de Bono engañaban a los incautos. Pero su paso por el Ministerio de Defensa ha resultado demoledor para su carrera: a la vez que su retórica florida empalagaba a los simpatizantes socialistas (que sólo lo habrían votado a regañadientes, por obediencia ciega a las consignas partidarias), sus añagazas de patriota de sainete fueron sobradamente desveladas. Hemos visto a Bono comportarse con notoria artería y comerciar con la desdicha ajena en el asunto del «Yakolev»; lo hemos visto arrastrar por el fango a un general de limpia ejecutoria; lo hemos visto fingir una agresión que, según han dictaminado los jueces, nunca existió. A Bono ya le hemos visto todos el plumero; también la «derecha extrema», con cuyos votos o abstenciones pensaba Zapatero llevarse el gato al agua.

Pero el episodio de su candidatura con freno y marcha atrás a la Alcaldía de Madrid nos ha procurado algunos instantes de deliciosa hilaridad. Enternecedoras, casi laxantes, resultaron esas declaraciones de Pepiño Blanco en las que justificaba la decisión del manchego de disputar el puesto a Gallardón en la existencia de encuestas que le adjudicaban «una ventaja de siete puntos» sobre su adversario. Pero, entre las muchas declaraciones desternillantes que ha ocasionado la estampida de Bono ninguna tan inoportuna, chusca y casposilla como la del propio protagonista, que para ilustrar hipócritamente su falta de ambición trajo a colación, a sensu contrario, una cita de José María Gil Robles, se supone que dirigida a un político con afán de medro: «Con la cantidad de mujeres que se mueren sin ser putas y usted quiere ser ministro». Ignoro si Bono logrará ser puta antes de morirse, aunque se quede con ganas; sospecho, en cambio, que no volverá a ser ministro.

Y, mientras tanto, Gallardón deja que otros le aren la tierra. Recogerá la cosecha sin despeinarse. Lo cual, estoy seguro, le fastidiará sobremanera, porque ansía como nunca poder lucirse ante un rival de alcurnia, mientras Esperanza Aguirre se bate con un segundón. Pero con semejante caterva enfrente es que no hay manera.

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