Suscribete a
ABC Premium

Ibarra a tope

Siempre he sentido lástima por los periodistas que asisten a las ruedas de prensa convocadas por nuestros gobernantes. Hasta la prosa más impermeable al tópico tiene que envilecerse ante semejante chatarra de palabras huecas, pálidas, aburridamente previsibles. Nuestros gobernantes siempre dicen lo que ya se sabía que iban a decir, y, en sus declaraciones, equidistantes del bostezo y la perogrullada, uno descubre el infinito cansancio de un cura que hubiese perdido la fe pero aún se obstinase en repetir, día tras día, la liturgia ordinaria. La lástima que siento por los periodistas que recaudan tal calderilla oxidada se transforma luego en rendida admiración cuando, a la mañana siguiente, veo esas palabras con vocación somnífera convertidas en titulares; el arte de rotular semejante marasmo verbal debe aproximarse bastante a las habilidades de un zahorí. Pero entre la morralla de palabras paralíticas que nos infligen nuestros gobernantes, aún es posible encontrar una excepción en tierras extremeñas. Juan Carlos Rodríguez Ibarra nunca defrauda; basta con que le pongan un micrófono delante para que de sus labios broten esas palabrotas que ya nadie se atreve a pronunciar. No digo «palabrotas» porque resulten ofensivas o groseras (aunque a veces también), sino porque, en medio del coro de palabritas anémicas, tuberculosas y anoréxicas con que nos atormentan sus colegas, las palabras de Rodríguez Ibarra tienen el lustre de una señora jamona. Son palabras como melones, sabrosonas y lozanas; palabras con el calor de la vida, suculentas como una morcilla de arroz, restallantes de un brío que embriaga y ofusca. Escuchando a Rodríguez Ibarra, al periodista los dedos se le hacen huéspedes.

A veces, Ibarra sazona sus declaraciones con exabruptos e improperios que ya no se escuchan por el mundo. Algunos atribuyen estas incontinencias a su talante cazurro. Aunque no conozco al personaje, yo más bien diría que pertenece a la especie en extinción del político ilustrado. Lo que ocurre con Ibarra es que no se ha sometido a las reglas de la «democracia mediática», moderna forma de gobierno que consiste en quedar bien retratado ante las cámaras y decir siempre las mismas chorraditas gregarias, para caerle simpático a la audiencia. Ibarra es áspero, extremoso, desmesurado, y con frecuencia se deja poseer por esa hybris de la que hablaban los griegos. El circunloquio y el eufemismo no figuran entre su munición retórica, tampoco esa hipocresía pusilánime con la que la mayoría de sus colegas disfrazan sus bellaquerías. Cuando tiene que ser bellaco o injurioso lo es sin ambages, actitud que causa una perplejidad invencible, porque ya nadie, o casi nadie, entre los de su estamento, actúa así, a impulsos cordiales (que no tienen porque estar reñidos con los impulsos de la inteligencia). Creo que esta condición numantina, impermeable al asedio de la corrección política, es lo que me resulta tan estimulante en él; como los buenos poetas, los buenos políticos deben tener algo de brutos y poseer una percepción intuitiva y primordial de las cosas. En una época en que la misión del político ha quedado secuestrada por los asesores de imagen, la figura de Ibarra resulta chocante, híspida, gozosamente anacrónica si se quiere. Creo que esta fricción de su figura con el panorama gregario que la rodea, este contraste entre sus palabras como zarpazos con las palabras melladas de sus colegas es lo que lo hace tan atractivo.

Al empezar este artículo, me disponía a glosar unas declaraciones de Ibarra, tan desmedidas e incendiarias como de costumbre («compañía de facinerosos», ha llegado a insultar a quienes hacen este periódico, aunque se trata de un insulto solidario que también abarca a otros medios), pero ha vuelto a ocurrirme lo que me sucede siempre que me propongo elucidar a este personaje. Sucumbo a su encanto, y ni siquiera acierto a explicarme las razones de esa fascinación que suscita en mí. El día que se retire o lo retiren los periódicos se van a parecer demasiado a un prospecto narcótico.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación