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ABC Cultural

Guédiguian, el telepredicador

Lo de «Presidente Mitterrand» es un espejismo dentro de la filmografía obsesivamente marsellesa de Robert Guédiguian, de quien se estrena ahora la película inmediantamente anterior, «Mi padre es ingeniero», que se presentó en el pasado Festival de San Sebastián y se quedó allí, colgada del perchero. Aparentemente es un Guédiguian típico (rodado allí, en su esquina marsellesa y en su esquina ideológica), pero en seguida se aprecia que es un Guédiguian tópico, pues se le arraciman las frases hechas de telepredicador y se le presiente el murmulleo de «La internacional» puño en alto, la nostalgia de la vieja guardia y esa manita un tanto bochornosa de la felicidad que nos perdemos los humanos por ser malos y egoístas y clasistas y racistas.

Esta historia tan paternalista y tierna como ligeramente bíblica la protagonizan lógicamente sus dos actores favoritos: su propia «parienta», Ariane Ascaride, y Jean-Pierre Darroussin, que además de aglutinar todos los pensamientos y sentimientos de Guédiguian poseen ese físico cotidiano que necesita el cine de este hombre, aunque generalmente ni peguen con el papel ni con la edad y circunstancias de los personajes. Cómo se le habrá ido la mano en esta ocasión a Guédiguian que hasta ha descolocado a sus propios admiradores, que se lo perdonan todo, menos este Belén que les monta con riadas y cataratas de «compromiso» y «pero mira como beben.»

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