El truco de la abuela para que los filetes empanados queden tiernos y crujientes

Más allá del pan rallado y el huevo, lo que marca la diferencia está en la preparación previa de la carne. Y es que, antes de empanar, conviene marinar los filetes en leche —o incluso yogur natural— durante al menos una hora. Este paso, tan sencillo como eficaz, ayuda a ablandar la carne, sobre todo si se trata de cortes más duros, y le da una textura más melosa sin necesidad de añadir grasas. A la hora de cocinarlos, el empanado se adhiere mejor y el resultado es más sabroso.

Una vez marinados, se escurren los filetes (sin enjuagarlos), se salpimentan y se pasan primero por harina, luego por huevo batido y finalmente por pan rallado. ¿Otro detalle importante? Presionar bien con las manos al final para que el pan quede bien adherido. Si tienes tiempo, déjalos reposar 10 minutos antes de freír, para que el empanado se asiente.

Y por supuesto, hay que freírlos en aceite caliente, pero no humeante, y mejor si lo haces en una sartén con fondo grueso que mantenga bien la temperatura. Así conseguirás ese punto dorado y crujiente por fuera… y un interior jugoso que se deshace en la boca.

Además del remojo en leche, algunas abuelas espolvorean un poco de ajo o perejil frescos picados sobre la carne antes del empanado para aportar más sabor. Incluso hay otros trucos, como añadir al huevo batido una pizca de canela. También puedes usar pan rallado grueso o incluso mezclado con copos de maíz triturados para un acabado más crujiente. Si los haces al horno o en freidora de aire, un chorrito de aceite en spray te ayudará a conseguir una textura parecida sin renunciar al crujiente.

Otro truco infalible: no freír los filetes recién sacados de la nevera. Si están demasiado fríos, la carne se tensa al contacto con el calor y puede quedar más dura. Déjalos a temperatura ambiente unos 20 minutos antes de cocinarlos y notarás la diferencia.

Los filetes empanados son un comodín en cualquier hogar. Gustan a niños y mayores, se pueden comer calientes o fríos, llevar en táper, disfrutar en bocadillo, acompañar con ensalada, arroz o unas patatas. Y con este truco casero, se convierten en un plato fácil, económico y delicioso al que siempre querrás volver. Porque a veces, los secretos de cocina más sabrosos no están en los libros, sino en la memoria de quienes llevan toda la vida haciéndolos bien.