Anabel Pantoja vive en una pesadilla. A pesar de que intenta esquivar las polémicas para que no le pasen factura a nivel personal, es difícil zafarse de ellas. Buscan su inestabilidad tejiendo telas de araña con situaciones que, explicadas desde ciertos púlpitos, parecen delito ... moral o casi una aberración. Nada de eso, pues la sobrina de Isabel Pantoja solo es una mujer que exprime la vida, se equivoca y vuelve a empezar.
Mientras algunos creen que Anabelexagera su dicotomía emocional por una cuestión meramente económica, este fin de semana reaparecía en televisión José María, un camarero y concejal andaluz, que se sometió a la imperturbable Conchita para saber qué hay de cierto en su historia con Pantoja. No solo enumeró las mil y una promesas que le hacía mientras se recontaban las pecas en posición horizontal, sino que hizo públicas fotografías que se hicieron durante las semanas en las que se vieron.
No fue un romance. Más bien aquello resultó una trampa en la que Anabel cayó de pleno. Fuentes cercanas a José María explican a este periódico que él siempre quiso ser famoso, que vio en la joven un talón al portador. Con su acercamiento, confesó a quien le quiso oír, podía cumplir el sueño de ser popular y ganar algo de dinero para comprarse una nueva casa. Elaboró una hoja de ruta con todos los pasos que ahora está dando.
Niña Anabel nunca pensó que ese que le repetía que solo quería verla feliz, acabaría traicionándola por un puñado de monedas. Nada nuevo, pues su apellido lleva muchos años siendo pasaporte a la televisión. Vaya condena
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